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Un año después las personas desplazadas en el oeste de Myanmar se plantean su futuro

Historias

Un año después las personas desplazadas en el oeste de Myanmar se plantean su futuro

Un año después del estallido de la violencia entre las comunidades en el estado de Rakhine, la mayoría de los desplazados tienen un techo sobre sus cabezas. Pero nadie sabe lo que nos depara el futuro.
7 Junio 2013 Disponible también en:
En Sittwe, muchas personas desplazadas están ya alojadas en viviendas temporales, pero siguen dependiendo de la ayuda debido a la inseguridad y a las importantes restricciones de movimientos que sufren, lo que limita sus posibilidades de ganarse la vida.

SITTWE, Myanmar, 07 de junio de 2013 (ACNUR) – En junio del año pasado, U Myint Htay tuvo que huir con su familia cuando la violencia entre comunidades estalló en el estado de Rakhine, en Myanmar. Al marchar tuvieron que abandonar todas sus posesiones y su tienda de alimentación.

Hace dos semanas hicieron de nuevo las maletas, esta vez con una cierta expectación. Tras pasar más de once meses viviendo en un monasterio con otras 44 familias desplazadas, se trasladaron a las viviendas temporales que ACNUR está terminando de construir.

La familia de U Myint Htay, llevando consigo un bebé, gallinas y los enseres acumulados a lo largo de este año, se trasladó a su nuevo hogar en el campamento de Set Yone Su 3, en las afueras de la ciudad de Sittwe. Los funcionarios del gobierno les asignaron una unidad en uno de los grandes edificios comunes construidos con marcos de bambú, e inmediatamente la familia puso manos a la obra, quitando maleza, colgando macetas con plantas y preparando la hamaca para el bebé.

"Me siento feliz por tener una vivienda de verdad, con intimidad para mi familia", dice el refugiado, de 44 años y originario de Rakhine; explica después que el hacinamiento en el monasterio había hecho surgir tensiones entre las familias. "Sin embargo estoy preocupado por el trabajo. Ahora soy conductor de bicitaxi y el campamento nuevo está lejos de la ciudad".

Hoy en día sigue habiendo unas 140.000 personas desplazadas en el estado de Rakhine. Muchas familias como la de U Myint Htay se han trasladado a viviendas temporales construidas por el gobierno, por ACNUR y por otras agencias, pero sigue habiendo otras cuestiones preocupantes.

En Sin Tet Maw, un pintoresco pueblo del municipio de Pauktau a una hora en barco de Sittwe, vive U Khin Nghla, sin hogar desde que la segunda ola de violencia le hiciera huir de su ciudad nativa de Kyaukpyu en octubre pasado. Este hombre de 55 años, perteneciente a la etnia kaman, vive acogido por una familia y sobrevive gracias a las raciones de comida del Programa Mundial de Alimentos. Su mujer hace comida que vende para mantener a la familia y la vida cotidiana es dura, al no saber cuándo la gente que los acoge se cansará de ellos.

Lo que más preocupa a este antiguo pescador es la educación de sus hijas. "En nuestra ciudad iban a la escuela pública, pero aquí no hay nada", dice, mirando a sus dos hijas adolescentes entre orgulloso y apesadumbrado.

Tampoco en las afueras de Sittwe han tenido éxito los intentos de organizar la educación primaria de los niños desplazados, dice Muhammed, uno de los líderes de la comunidad musulmana. Tras los disturbios del año pasado, perdió la parcela de tierra que tenía su familia en la ciudad de Sittwee y estuvo encarcelado durante dos meses. Hoy apenas se atreve a salir del refugio por miedo a ser detenido otra vez.

"Sin educación, sin libertad de movimientos y sin trabajo, aquí no hay futuro", dice. "El gobierno tiene que actuar con más determinación para lograr la reconciliación".

Aunque haya transcurrido un año, sigue habiendo tensiones entre las comunidades. Hay incluso quienes dudan de que algún día puedan volver a sus antiguas casas y vivir junto a vecinos en los que ya no confían. En algunas zonas, las autoridades ha estado negociado retornos pero se encuentran con impedimentos en las comunidades locales. En otras zonas, la seguridad parece haberse estabilizado pero las personas desplazadas dicen que las restricciones de movimientos limitan sus posibilidades de ganarse el sustento.

Queda mucho por hacer para lograr la coexistencia pacífica entre las diferentes comunidades y que sea posible garantizar un retorno seguro y sostenible. El gobierno tendrá que impulsar el desarrollo en el estado de Rakhine, reducir las restricciones a las que se enfrentan estos desplazados internos y regularizar la situación de los que carecen de documentos o de ciudadanía, lo que incluye facilitar su acceso a aquellas personas que cumplan los requisitos necesarios.

Cualquier otra alternativa resulta inconcebible. Miles de personas ya han arriesgado la vida en barcos de traficantes con la esperanza de lograr vivir con seguridad y estabilidad en otro lugar.

"Hasta hace pocas semanas salían de la zona de Sittwe entre trescientas y cuatrocientas personas cada noche en esos barcos, después de pagar unos 150.000 kyats (160 dólares) cada uno", dice el líder comunitario Mohammed. Explica que el flujo ha cesado en mayo y en junio debido a las malas condiciones del mar, pero se espera que aumente de nuevo en julio, a pesar del riesgo de morir ahogado o de ser detenido en algún punto de la travesía.

El pescador kaman U Khin Nghla también está buscando una salida: "Quiero volver a Kyaukpyu pero no creo que pueda. A lo mejor puedo ir a Yangón o a Malasia donde tengo parientes. Seguro que es más fácil encontrar trabajo allí".

*Nombre cambiado por motivos de seguridad.

Por Vivian Tan desde Sittwe y Pauktaw, Myanmar

Gracias a la Voluntaria en Línea Ana Muñoz Pérez por el apoyo ofrecido con la traducción del inglés de este texto.