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¿De planchador a médico? La hospitalidad de Rumanía lo hace posible para un refugiado iraní

Historias

¿De planchador a médico? La hospitalidad de Rumanía lo hace posible para un refugiado iraní

Después de tres años en Rumania, un refugiado iraní considera que su país de acogida es un lugar acogedor que puede permitirle cumplir su sueño de convertirse en médico.
20 Octubre 2014 Disponible también en:
Kamal Saadik, de 26 años, es un refugiado iraní que trabaja en una fábrica de ropa en Baia Mare, al norte de Rumanía, donde se encuentra integrado y asentado después de un tortuoso viaje desde su tierra natal, Irán. Kamal es muy querido por sus compañeros de trabajo, que incluso le han ayudado a aprender rumano.

BAIA MARE, Rumanía, 20 de Octubre de 2014 (ACNUR) – Un día en la vida de Kamal Saadik comienza a las cinco de la mañana con un corto entrenamiento, una manzana para desayunar y un revitalizante paseo en bicicleta hasta su trabajo, en una fábrica de ropa en el norte de Rumanía donde ejerce como planchador durante ocho horas al día.

Su lugar de trabajo, una gran sala abarrotada por más de cincuenta personas, puede parecer a los visitantes ocasionales ruidosa, un laberinto de máquinas de coser, piezas de tela moviéndose rápidamente y tablas de planchar.

Pero para este refugiado iraní de 26 años, el taller de costura es una pequeña isla de paz, un lugar al que puede llamar hogar. "Este lugar es agradable, limpio y soleado y me gusta", dice desde el lugar donde se encuentra su tabla de planchar, junto a una gran ventana abierta. Sus compañeros y los rumanos que conoció durante su viaje han sustituido de alguna forma a la familia que ha perdido.

"Su trabajo no es tan sencillo", dice la supervisora de Kamal, conocida por todos como Madre Mia. "No sé cómo lo hace, pero nunca se queja y siempre tiene buenas palabras para los demás. Le queremos mucho".

Como prueba de ello, sus compañeros le hicieron un cálido edredón para las noches más frías en la ciudad. "Fue mi regalo de Año Nuevo, el más maravilloso desde hace tiempo", dice Kamal.

Han pasado muchos años desde que Kamal tenía razones para sonreír. Describe intensamente su tierra natal en el oeste de Irán, sus majestuosas montañas, manantiales de agua cristalina, las azoteas de sus casas de piedra... Pero cuando llega a lo que le hizo huir de allí, dejando atrás a sus padres, las palabras le fallan. "Sucedieron ciertas cosas y tuve que irme", es todo lo que dice.

Tras un peligroso viaje a través de Turquía y Bulgaria, el joven llegó sano y salvo a Rumanía, donde solicitó asilo y fue reconocido como refugiado hace dos años. Kamal empezó su nueva vida en un centro de acogida del gobierno en Somcuta Mare, una pequeña ciudad cerca de la frontera.

La lengua fue uno de los muchos desafíos. En la pequeña tienda donde compraba, Kamal tenía que señalar la comida que necesitaba, pero pronto encontró un aliado en el tendero. "El tendero me repetía 'esto es pan, dilo conmigo, pan'. Así es como aprendí las primeras palabras en rumano", explica Kamal, que ahora habla un rumano fluido con acento local.

Desde entonces ha reclutado a muchos otros vecinos rumanos como sus "profesores". Uno de sus maestros fue Anca Pascui, que destaca que Kamal tuvo que empezar de cero, aprendiendo el alfabeto latino al mismo tiempo que la lengua rumana.

Recuerda a Kamal como una persona muy ambiciosa. "Un día hizo su primera broma en rumano. Sus ojos se reían y me decían: 'tus esfuerzos no son en vano'. Fue un momento mágico."

Pero las aspiraciones de Kamal no terminan en la tabla de planchar de una fábrica de ropa. Su verdadero sueño es ser médico. En su precipitada salida de Irán, dejó atrás la documentación que probaba que había terminado el instituto, lo quele ha impedido entrar en la universidad en Rumanía.

Pero una vez más, la comunidad rumana se ha convertido en su salvación. A principios de este año, su profesora, Anca Pascui, y las autoridades locales se unieron para ayudar a Kamal a entrar en un programa de educación para adultos, que debería abrirle las puertas a la universidad.

Quizá le lleve unos años conseguir su sueño de convertirse en médico, pero el joven que se encuentra frente a la tabla de planchar está convencido que lo conseguirá: "Si persigues un sueño con energía y fuerza, triunfarás", dice con convicción.