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Una parada segura en Rumanía en el camino hacia el reasentamiento

Historias

Una parada segura en Rumanía en el camino hacia el reasentamiento

Para un joven somalí, el Emergency Transit Center en Timisoara, Rumania, fue el primer aliento de libertad después de casi toda una vida en campamentos de refugiados.
13 Enero 2015 Disponible también en:
Ahmed, refugiado somalí,, junto a su madre y sus hermanas en el patio del Centro de Tránsito de Emergencia en Timisoara, Rumanía.

TIMISOARA, Rumanía, 13 de enero de 2015 (ACNUR/UNHCR) – Ahmed, un somalí de 24 años, subió al autobús junto a un grupo de refugiados del Centro de Tránsito de Emergencia de Timisoara, temblando por los nervios del viaje que les llevaría lejos de Timisoara, una ciudad al oeste de Rumanía.

Sin embargo, este viaje era simplemente una excursión, parte del programa del CTE para preparar a refugiados particularmente vulnerables para su reasentamiento en un nuevo país. Pero para Ahmed, que había pasado los últimos años entre vuelos y campamentos, suponía un viaje al mundo libre, del que conocía bastante poco.

"Desde el momento en que dejamos la ciudad", nos cuenta, "esperaba ver un puesto de control tras otro. En Yemen, si estás en un puesto de control siendo refugiado, tienes un problema", añade el joven, que creció en el campamento de refugiados de Kharaz, en Yemen, después de huir de Somalia con sus padres con tan sólo seis años.

No hubo ningún problema ese día para Ahmed y los demás. El grupo recorrió los campos de Rumanía y volvió al centro de tránsito, que fue creado en 2008 por el gobierno del país, ACNUR y la Organización Internacional de las Migraciones para facilitar un lugar temporal a los refugiados en necesidad de evacuación urgente desde su primer país de asilo. Pueden permanecer allí durante seis meses y reciben orientación cultural y lingüística antes de ser reasentados.

Pero el miedo de Ahmed ante esta excursión pone de manifiesto lo difícil que es para muchos hacer la transición del refugiado. El reducido número de CTEs que hay en el mundo puede marcar el fin de muchos años de traumática y concurrida vida en los campos de refugiados.

En el campo de Kharaz, en Yemen, Ahmed y su familia vivían en un refugio simple. Cada día era una lucha para encontrar comida y la vida fuera del campo implicaba peligros. Ahmed se unió al personal de una agencia humanitaria una vez que fue lo suficientemente mayor para trabajar. Con el tiempo, ser un refugiado fue todo lo que Ahmed entendía.

"Crecí escuchando historias de refugiados", explica. "Conocí refugiados que habían perdido a seres queridos o que habían sido arrojados al océano [durante las travesías en alta mar desde Somalia] pero que sobrevivieron y cuya piel se había quemado por el agua salada y habían quedado traumatizados de por vida", recalca.

Para Ahmed y su familia, la realidad de pasar sus vidas en un campamento fue algo inesperado. Como muchas personas desplazadas, creyeron que su situación sería temporal y que la oportunidad para volver a casa estaría a la vuelta de la esquina.

Pero 18 años después de huir de Somalia, la familia de Ahmed estaba aún languideciendo en Kharaz y en el limbo. "La vida en el campamento no era estable", recuerda. "Nunca nos podíamos asentar. Nunca sabes lo que puede pasar mañana porque tu vida nunca llega a estar completamente en tus manos".

La vida de Ahmed como refugiado comenzó tan pronto que él no conocía otra cosa. Sus primeros recuerdos fueron de huida. "Todavía puedo ver a mi padre subiendo al camión y diciéndome que me quedase ahí y cuidase de nuestras cosas", dice. "Ahora, cuando miro hacia atrás, me doy cuenta de lo triste y emotivo que debió ser ese viaje para mis padres. Ese viaje en camión cambió nuestras vidas para mejor".

Ahmed y sus padres se enfrentan ahora a otro cambio, y esperan que sea más feliz. Fueron seleccionados para ser reasentados en Occidente y fueron trasladados a Timisoara para prepararles para un nuevo hogar en una nueva tierra.

Después de casi dos décadas viviendo en un campamento, no ha sido una transición fácil. Pero no estaban solos. El Centro de Tránsito de Emergencia en Timisoara tiene capacidad para 200 ocupantes y unos 1.500 refugiados han pasado por él desde que fue abierto.

Estas personas llegan desde distintos países y con distintas circunstancias en su vida. Lo único que les une es su visión de un futuro mejor, uno sin conflicto o persecuciones y donde puedan tener una oportunidad para trabajar, prosperar y fundar una familia en paz.

Ahmed espera dos cosas cuando deje Timisoara: libertad y sentimiento de pertenencia. "En cuanto llegue a mi nuevo hogar", dice, "saldré y caminaré por las calles. Quiero conocer mi nueva ciudad, sentir la libertad y la sensación de ciudadanía".

Por Gabriela Leu en Timisoara, Rumanía