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Refugiados malienses en Burkina Faso recuperan sus vidas a través de las tradiciones

Historias

Refugiados malienses en Burkina Faso recuperan sus vidas a través de las tradiciones

A los 55, Alouda esperaba estar a salvo y feliz, viviendo en su propia casa. Por el contrario, se encuentra en el exilio tras haber huido de la violencia en Mali.
9 Octubre 2015 Disponible también en:
Alouda fabricando una caja de té de gran calidad hecha de madera y cuero.

OUAGADOUGOU, Burkina Faso, 9 de octubre de 2015 (ACNUR) – A los 55, Alouda esperaba estar a salvo y feliz, viviendo en su propia casa. Por el contrario, se encuentra en el exilio tras haber huido de la violencia y las violaciones de derechos humanos en Mali hace cuatro años.

"El conflicto nos obligó a huir de nuestra región nativa, Timbuktu, y buscar asilo en el extranjero", afirma. "Mi esposa, mis cinco hijos y yo nos hemos refugiado en Burkina Faso desde entonces".

Actualmente, en la capital de Ouagadougou, Alouda vive en un patio con otros seis refugiados y una familia nigeriana.

Desde principios de 2012, unos 34.000 malienses como él han tenido que escapar de sus hogares, dejando atrás todo lo que conocían, para realizar un peligroso viaje hacia la seguridad en Burkina Faso. Otros 100.000 han encontrado refugio en Mauritania y Níger, y unos 62.000 todavía permanecen desplazados en Mali.

ACNUR y sus socios han estado acogiendo a los refugiados y suministrándoles protección legal, así como acceso a agua potable, alojamiento, educación y servicios de salud. También están apoyando a microempresas sostenibles que ofrecen oportunidades para la autosuficiencia y la integración, gracias a la ayuda de la Fundación IKEA.

Alouda pertenece a una comunidad tradicional de herreros y es uno de los refugiados artesanos a los que actualmente apoya ACNUR. "Nuestro trabajo de artesanía se transmite de generación en generación", explica. "De niño, yo mismo me formé con mi padre quien a su vez había aprendido de su padre".

En Mali, caminaba cientos de millas a través del desierto en busca de las mejores materias primas. El esfuerzo casi siempre merecía la pena.

"Solíamos vender nuestros productos a los turistas. Antes del estallido de la guerra, recibíamos suficientes pedidos como para seguir trabajando cada día. Pero cuando la violencia estalló, los turistas fueron los primeros en escapar de nuestras regiones. Entonces ya no teníamos medios de subsistencia".

Incluso en Burkina Faso, Alouda estaba decidido a continuar su oficio. Pero entonces, en marzo de 2015, ACNUR se vio obligado a cerrar el campamento de Saag-Nionigo, donde había estado viviendo con su familia y otras 2.000 personas aproximadamente.

"Este campamento era el lugar perfecto para mí", recuerda. "Podía ir fácilmente a la ciudad donde conseguía las materias primas y donde la demanda era alta. Pero cuando cerró, fuimos trasladados al campamento de Mentao, a unas cuatro horas en coche al norte de Ouagadougou, en la región de Sahel".

Allí, Alouda y su familia se unieron a otros 13.000 refugiados malienses. "El problema es que no puedo continuar mi actividad en este campamento", cuenta. "No hay turistas en esta región, así que no hay pedidos. Por lo tanto, muy a menudo me quedo aquí en Ouagadougou".

Desde el diseño de sus productos hasta los toques finales, Alouda sigue un riguroso método, precisión y delicadeza.

"Prefiero trabajar con el cuero. Se necesita tranquilidad, meticulosidad y paciencia para aplicar el cuero en la madera. ¡No hay que tener prisa! Me llevó tiempo entenderlo. Incluso hoy, todavía me considero un aprendiz . . . siempre presto atención a los consejos de mis hermanos".

Para aprovechar al máximo las habilidades de los refugiados artesanos, ACNUR les ayuda a organizar asociaciones. Las tareas se reparten según la habilidad de cada artesano, para lograr la fabricación en serie de un artículo. Se trata de una especie de cadena de montaje -estilo Tuareg.

"Desde la creación de nuestra asociación, me he especializado en la aplicación del cuero a la madera y en el acabado", explica Alouda. "Bebe es mi compañero de equipo que trabaja en las fases anteriores del producto. Corta el contrachapado en láminas y pega la tela sobre ellas. Aprendo mucho de él . . . ¡Juntos hacemos un buen equipo!"

Bebe, de 40 años, también ha dejado a su familia en el campamento de Mentao para trabajar en Ouagadougou. Como Alouda, cortar contrachapado, curtir la piel y dar golpes con el martillo constituyen sus medios de vida más valiosos.

"Lo dejé todo en Mali", asegura. "El único equipaje que traje conmigo fueron mis conocimientos . . . ¡Ser capaz de darles uso incluso en el exilio es una suerte para mi familia y para mí! Las ganancias que conseguimos con esta actividad las usamos primero para comprar materias primas. Luego, otra parte se usa para mantener a la familia: enviamos dinero al campamento principalmente para alimentar a nuestros hijos y matricular a los mayores en el instituto. Si sobra algo, nos lo quedamos aquí para nuestros gastos del día a día".

Se forman y trabajan en equipo. Invierten y persiguen esfuerzos. Comparten y se cuidan. Basándose en sus habilidades tradicionales, Alouda, Bebe y otros refugiados malienses con talento en Burkina Faso han adoptado sin lugar a dudas uno de los mejores enfoques para reconstruir sus vidas.

Paul Absalon, Burkina Faso

Gracias a la Voluntaria en Línea Noemí Pérez Rubio por el apoyo ofrecido con la traducción del inglés de este texto.