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Soy Yusra. Soy refugiada y estoy orgullosa de defender la paz

Historias

Soy Yusra. Soy refugiada y estoy orgullosa de defender la paz

Yusra Mardini inspiró a personas desplazadas forzosamente en todo el mundo cuando nadó en los Juegos Olímpicos. Ahora trabaja con nuevos objetivos.
11 Enero 2017 Disponible también en:
Yusra, entrenando en la piscina olímpica en Río de Janeiro, Brasil.

Mi nombre es Yusra. Sí, soy la chica que nadó para salvar la vida y después nadó en las Olimpiadas. Ahora, quiero contaros otra historia. Sobre mi otro nombre, mi otra identidad. Véreis, mi nombre es 'refugiada'. Al menos, así me llaman. A mí y a los otros 21 millones que nos hemos visto forzados a huir de la persecución, la guerra y la violencia.

Pero, ¿quién es esta refugiada? Bueno, una vez fui como vosotros. Tenía casa, raíces. Como vosotros, vivía mi vida día a día, inmersa en mis esperanzas, pasiones y problemas. Entonces llegó la guerra y todo cambió.

La guerra me dio un nuevo nombre, un nuevo papel, una nueva identidad: refugiada. De repente había que irse, dejarlo todo, correr por tu vida. Deja tu casa, familia, amigos y corre. No fue hasta que ya había cruzado la frontera cuando me di cuenta de que había perdido algo más que mi casa y todas mis posesiones. Había perdido mi nacionalidad, mi identidad, mi nombre. Ahora era una refugiada.

Yusra Mardini y Yiech Pur Biel dieron discursos de parte del Equipo Olímpico de Atletas Refugiados en una reunión con todos los miembros del COI en Río.

Ninguno de nosotros podía haberse preparado para ese viaje. Oraciones desesperadas en el mar, la larga travesía, la humillación en la alambrada. Sabíamos que, a pesar de lo duro que era todo, no había vuelta atrás. Ya lo habíamos perdido todo, no teníamos otra elección que seguir corriendo, en busca de refugio y de paz.

Y entonces, repentinamente, el viaje terminó. Estábamos a salvo. En algún lugar, en una tienda, un campo, un refugio, comenzó la siguiente etapa: la larga espera. Creo que en ese momento fue cuando llegó el golpe. No teníamos otra cosa que hacer salvo llorar por lo que habíamos perdido. Ahora sabíamos realmente lo que significaba ser refugiados.

Así que aquí estamos, en una nueva vida que ninguno de nosotros sabe cuánto durará. De media, pasaremos 20 años en el exilio, sin pertenecer nunca a ningún lugar, sólo esperando que esta locura termine para poder volver a casa. La mitad de una vida, perdida, como extraños en tierra extraña.

Luchamos para seguir con nuestras vidas. Luchamos para estudiar, trabajar, aprender un nuevo idioma, integrarnos. A menudo las barreras son demasiado altas, las posibilidades están en contra nuestra, pero sabemos que debemos sacar lo mejor de este extraño e inesperado giro que han dado nuestras vidas. Sacar lo mejor de ser un refugiado.

Esa es nuestra lucha. Pero no es sólo nuestra, también es tuya. Muchos de vosotros ya sabéis que hay mucho más en juego. Por mi parte, en los próximos meses asumiré un nuevo papel. Tengo un mensaje importante que hacer llegar. Los refugiados no desaparecerán, vendrán más como nosotros. Si la humanidad va a afrontar este reto, debe conocernos por quienes somos en realidad.

En algún momento, algunos de vosotros perdisteis eso de vista. Cuando nuestras muertes en el mar y nuestras miserias en las fronteras se volvieron normales. Nos desvanecimos fuera de plano, conducidos al otro lado de puertas cerradas. En alguna ocasión, una imagen realmente horrible os obligó a hacer frente a nuestro sufrimiento. Un niño muerto boca abajo en la arena de la playa, la cara aturdida y ensangrentada de un niño en una ambulancia. Pero después, la vida sigue. Muchos nos olvidáis.

El silencio dejó espacio para que crecieran otras voces, las de quienes nos tenían miedo y nos odiaban porque parecíamos diferentes, hablábamos diferente, rezábamos diferente. Los que más miedo nos tenían eran quienes gritaban más alto. Difundían viejas mentiras sobre nosotros. Decían que elegimos venir aquí, porque somos codiciosos, peligrosos, criminales, para amenazar vuestra forma de vida.

"No hay vergüenza en ser refugiado si recordamos quienes somos"

El miedo se introdujo y algunos de vosotros comenzasteis a dudar. No mucho después, las fronteras y las barreras, tanto físicas como emocionales, brotaron por todos lados. Refugiado se estaba convirtiendo en un insulto, en un nombre para hacer daño y humillar.

Pero no hay vergüenza alguna en ser un refugiado si recordamos quiénes somos. Si recordamos que ser un refugiado no es una elección. Que nuestra única elección era morir en casa o arriesgarse a morir intentando escapar. Decidir entre una bomba y ahogarse en el mar.

La nadadora siria Yusra Mardini, de 18 años, habla con estudiantes durante un evento de prensa para promover el deporte en una escuela primaria en Berlin Spandau.

Así que ¿quiénes somos? Seguimos siendo médicos, ingenieros, abogados, profesores, estudiantes. Seguimos siendo madres y padres, hermanos y hermanas. Fue la violencia la que nos hizo huérfanos. Fue la guerra la que nos convirtió en padres aterrorizados, sacrificando todo para salvar a nuestros hijos de la matanza. Fue la persecución la que nos expulsó de nuestros hogares en busca de paz.

Eso es un refugiado. Es lo que soy. Es lo que todos nosotros somos, esa población creciente de personas sin país. Éste es mi llamamiento para que todos nos unamos, juntos, bajo ese nombre que compartimos, refugiado. Soy Yusra. Soy refugiada y estoy orgullosa de defender la paz, la decencia y la dignidad de todos los que huyen de la violencia. Únete a nosotros.

Por Yusra Mardini