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Una viuda vence sus miedos y empieza una nueva vida en la República Democrática del Congo

Historias

Una viuda vence sus miedos y empieza una nueva vida en la República Democrática del Congo

Un grupo armado obligó Marianne a huir de su casa en la República Centroafricana. Un año después, ella se estableció en Bondo y empezó una nueva vida con el apoyo del ACNUR.
9 Febrero 2012 Disponible también en:
Un refugiado mayor de la República Centroafricana espera ser atendido en un centro de tránsito en la región de Bondo.

BONDO, República Democrática del Congo, 8 de febrero (ACNUR) – Cuando un grupo de violentos rebeldes ugandeses forzaron a Marianne y a sus vecinos a abandonar sus hogares en la República Centroafricana, había una cosa que ella temía más que cualquier otra.

"Tenía mucho miedo de ser abandonada en un lugar desconocido y tener que defenderme", dijo durante una reciente visita de ACNUR a Bondo, en la provincia de Oriental, en la República Democrática del Congo.

Marianne, que cree tener unos 55 años, enviudó cuando los combatientes del Ejército de Resistencia del Señor (LRA, por sus siglas en inglés) atacaron su pueblo. No estaba con ningún pariente cercano y es normal que estuviera aterrada.

Un año más tarde y con la ayuda de ACNUR y otras organizaciones humanitarias, ha logrado adaptarse a su nueva vida en este aislado pueblo. La vida en Bondo y en el distrito de Bas-Uele es difícil, pero aquí tiene su propia parcela de terreno y se ha integrado bien, aunque no abandone la esperanza de regresar a su hogar.

Marianne es una de los 800 refugiados que se han visto obligados a salir de la República Centroafricana para escapar de los ataques y brutales acosos perpetrados por el LRA, quienes han llevado miseria a los hogares de decenas de miles de personas en toda la región durante las últimas dos décadas.

Huyó con escasas pertenencias y tuvo que caminar durante días a través de densos bosques para alcanzar la seguridad en el distrito de Bas-Uele. Esta situación, junto con el miedo a un futuro en una tierra desconocida, supuso un momento muy traumático para ella.

ACNUR se ocupó de Marianne tan pronto como cruzó la frontera: fue registrada como refugiada, se le otorgó una parcela de terreno y materiales para construir una pequeña casa, y también recibió otros artículos vitales, entre ellos un colchón, un bidón, una mosquitera y algo de ropa.

Junto a ello, ACNUR y el Programa Mundial de Alimentos le dieron a Marianne semillas y herramientas para la agricultura. "Esta ayuda es muy importante, ya que me permite comer mejor y me fortalece", comentó.

Siendo una viuda y teniendo que mantenerse sola, necesita toda su fuerza para cuidar el terreno y sembrar suficiente comida. Durante la visita de ACNUR, miraba su huerto mientras contaba lo difícil que era para ella quitar las ramas que caían de los árboles. "Me siento vieja" dijo.

Marianne afirmó que tiene esperanzas de que la cosecha de frijoles, patatas y apio sean suficientes para alimentarse y ganar un poco de dinero vendiéndolas en el mercado local.

"La integración a la economía local es un aspecto importante del proyecto, ya que promueve la coexistencia pacífica con la población local y permite que los refugiados sean menos dependientes de la asistencia humanitaria y crezca la confianza en sí mismos", indicó Kengo Wakyengo, oficial asociado de protección en Oriental.

Las actividades socioeconómicas financiadas por ACNUR y otras organizaciones son reforzadas con programas destinados a mejorar el acceso a la salud y a la educación para Marianne y las demás personas refugiadas.

Marianne está agradecida por la asistencia brindada por ACNUR, pero extraña su pueblo. Mientras el LRA esté activo en la región, no podrá regresar a su hogar.

Ya no tiene miedo de estar sola en este lugar, pero nos dice con una sonrisa, "si Dios quiere, regresaré a mi pueblo natal antes de morir".

Por Sebastian Frowein en Bondo, República Democrática del Congo