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A pesar de haberlo perdido todo, un refugiado sursudanés considera que la paz es lo más importante

Historias

A pesar de haberlo perdido todo, un refugiado sursudanés considera que la paz es lo más importante

Un refugiado de Sudán del Sur estaba adelantado a su tiempo y desplazado mucho antes del conflicto que ha expulsado a más de un millón de sus compatriotas de sus hogares.
8 Abril 2014 Disponible también en:
Refugiados recién llegados de Sudán del Sur en el centro de recepción de Dzaipie, en Uganda.

CAMPAMENTO DE REFUGIADOS DE RHINO, Uganda, 8 de abril de 2014 (ACNUR) – Hasta hace muy poco, Magai Bakam era un hombre de negocios en Sudán del Sur con su propia actividad y 300 cabezas de ganado. Hoy es un refugiado en el norte de Uganda, donde ni siquiera funciona su teléfono.

Pero lejos de lamentarse por lo que ha perdido, está agradecido por haber encontrado la seguridad aquí en Arua, en el norte de Uganda, huyendo de una guerra que ha forzado a más de un millón de sursudaneses a dejar sus casas, y también por poder finalmente dormir tranquilo de noche.

Magai se vio obligado a desplazarse casi cinco meses antes de que la violencia generalizada estallara en el país, el pasado diciembre. Magai, de 38 años, dice que los soldados atacaron su pueblo situado cerca de Heglig, una ciudad fronteriza rica en petróleo en el estado de Kordofán del Sur, en julio del año pasado.

Según su relato de los combates, su padre y su tío fueron asesinados en un tiroteo indiscriminado. Él, su mujer y sus cuatro hijos huyeron hacia el monte. Sus dos hijos mayores fueron secuestrados y hasta el día de hoy no sabe qué ha sido de ellos. Su negocio fue incendiado y su ganado, robado. Se quedó sin nada, ni siquiera sus zapatos.

"Caminamos por la calle principal hacia Juba, [la capital de Sudán del Sur]" dice Magai. "Anduvimos durante dos días e hicimos auto stop donde era posible. Pero en Juba no había trabajo, ni empleo, ni ganado…".

Durante 22 días la familia se quedó esperando en la capital, angustiados por la masacre en su pueblo. En Juba, Magai conoció a un hombre de su misma tribu – nuer – que salvó a la familia del hambre al darles un poco de harina. Otro desconocido del estado de Ecuatorial les dio una casa por un tiempo.

Pero les daba miedo quedarse en Juba sin dinero, y finalmente alguien les dio suficiente dinero para dirigirse a la frontera con Uganda.

"Tomamos un autobús con diferentes tribus, todos íbamos hacia la frontera" explica Magai. "De Juba a Yei, de Yei a Kaya… y de ahí caminamos hacia Oraba" un puesto fronterizo de entrada al distrito de Koboko, en Uganda.

En Koboko, un hombre de etnia dinka los trasladó al campamento de Rhino, administrado por el Gobierno de Uganda y ACNUR. Pronto recibió un terreno para su familia donde podían plantar una pequeña huerta y tener cierta independencia.

"No quiero volver a Sudán del Sur; quiero quedarme aquí" dice Magai hoy, sentado tranquilamente sobre una manta tejida y bajo un gran árbol frondoso. Cerca se encuentran compañeros refugiados de distintas etnias, nuer, dinka, murle, anuak; todos ellos han encontrado un refugio seguro, lejos de la guerra en Sudán del Sur. Tal y como vio Magai en el autobús camino a Uganda, las lealtades étnicas que parecían tan importantes en casa no importan en el exilio.

Desde la llegada de Magai el último verano, la violencia que estalló en Sudán del Sur a mediados de diciembre de 2013 provocó la huida de unos 93.000 refugiados hacia Uganda. En total, ACNUR y el Gobierno ugandés están proporcionando ayuda y protección a más de 116.000 refugiados sursudaneses.

Después de perder su casa, su negocio y a sus seres queridos, Magai reflexiona sobre la paz que ha encontrado en este asentamiento de refugiados en el norte de Uganda: "No hay problemas aquí y duermo toda la noche hasta la mañana".

Por Karen Ringuette en el campamento de Rhino, Arua, Uganda