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Un infierno sin igual

Historias

Un infierno sin igual

Innumerables mujeres y niñas yazidíes han sido secuestradas en los últimos meses. Tres supervivientes hablan del horror que aún las persigue.
23 Febrero 2015 Disponible también en:
Tras meses cautiva, una niña de 15 años llega a Dohuk, en la región del Kurdistán, en Irak.

Torturadas. Electrocutadas. Vendidas como esclavas. Cada día, cientos de mujeres y niñas secuestradas en Irak y Siria sufren violencia y abusos a manos de militantes. Aquellas que tienen la suerte de escapar o ser liberadas, a menudo no tienen hogar o familia a los que volver.


Son mujeres yazidíes, perseguidas por su fe. Mujeres como Amusha, madre de dos hijas que le fueron arrancadas de sus brazos, y Sabreeen, cuya hermana de cuatro años fue forzada a observar mientras ella era electrocutada.

A medida que se recrudece el conflicto, las organizaciones humanitarias tienen más dificultades para cubrir las necesidades de los supervivientes de la violencia y los abusos de derechos humanos. En colaboración con el gobierno iraquí, ACNUR y sus socios llevan meses proporcionando ayuda. Pero aún queda mucho por hacer.

En una reciente visita a los asentamientos de refugiados en Irak, la Enviada Especial de ACNUR Angelina Jolie conoció a Amusha y a otras mujeres en su misma situación, todas ellas supervivientes de secuestros y detenciones que lograron huir o ser liberadas.

"Nada puede prepararte para los terribles testimonios de estas supervivientes de secuestros, abusos y explotación, y ser testigo de cómo no pueden recibir la ayuda urgente que necesitan y merecen", declaró Angelina Jolie. "Las necesidades superan dramáticamente los recursos disponibles en esta enorme crisis. Se necesita mucha más asistencia internacional".

Conoce a las tres supervivientes de una guerra atroz y despiadada.

Nassema

Violentos sollozos estremecen el cuerpo de Naseema mientras recuerda el día en el que los insurgentes llegaron para raptar a su familia. "Mi hija mayor estaba gritando. Les chillaba: '¡jamás me iré con vosotros!'".

Como muchas mujeres yazidíes, Naseema, de 45 años, pasó varios meses en cautiverio. Ahora vive en un edificio abandonado cerca de Dohuk, tras ser finalmente liberada, pero el tormento no se ha acabado para ella. Su hija mayor ha sido vendida a un hombre en Siria, cuenta Naseema, y su marido y su hijo de 9 años permanecen desaparecidos.

Esta madre de 7 hijos, que ahora tan solo tiene con ella a sus dos hijos menores, reza para que su familia pueda volver a reunirse. "Imagina que a alguien le arrebatan a su familia ante sus ojos; cómo sería", se lamenta. "Es como un pájaro que vuela y de repente desaparece".

Sabreen

El recuerdo del día en el que se llevaron a su padre aún persigue a Sabreen. "Se llevaron a todos los hombres en camiones", recuerda. "Oímos muchos disparos. Los niños vinieron llorando y diciendo que todos los hombres estaban muertos".

A pesar de que esta mujer de 22 años ahora se encuentra a salvo en Dohuk, los pensamientos sobre lo que ella y su familia han vivido siguen rondando su cabeza. "Mi madre y yo lloramos mucho", recuerda. "Les suplicamos que nos llevasen a todos juntos".

A punta de pistola, Sabreen, su hermana Dilvian de cuatro años y su madre fueron encarceladas en Mosul (Irak), para después ser vendidas como esclavas en Siria. Allí, Sabreen fue torturada y sometida a descargas eléctricas durante una hora cada día, mientras su hermana pequeña era obligada a mirar.

El dolor por la pérdida de su padre sigue sin remitir. "Cuando me voy a la cama no puedo dormir", dice la pequeña Dilvian. "Estoy siempre pensando en mi padre. Lo echo de menos. Quiero decirle que siempre está en mis pensamientos".

Amusha

Amusha es una de las 196 yazidíes liberadas en enero de 2015. Ahora espera ansiosa a recibir noticias de su hija de 35 años, de quien se cree que podría estar en Raqqa, Siria, ciudad a la que a veces se traslada a mujeres para ser vendidas.

Viuda desde hace 34 años, Amusha ya antes había experimentado la pérdida, pero la ausencia de su querida hija es especialmente dolorosa.

Mientras se mece suavemente en el suelo de su tienda, recuerda el momento en el que combatientes irrumpieron en su pueblo. "Trajeron autobuses y los llenaron de chicas jóvenes y bellas", recuerda con los ojos llenos de lágrimas. "Se llevaron a mi hija y a doce de nosotros nos dejaron atrás".

En ese punto, su rostro se descompone. Los recuerdos son demasiado dolorosos de soportar. "Mi hija es como una estrella resplandeciente", solloza.

Escrito por Kate Bond.