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Ganadora del Premio Nansen convierte los sueños de las niñas en una realidad

Historias

Ganadora del Premio Nansen convierte los sueños de las niñas en una realidad

Aqeela Asifi, ganadora del Premio Nansen para los Refugiados, expande su escuela en Pakistán, dándoles a las niñas refugiadas afganas acceso a la escuela secundaria por primera vez.
12 Diciembre 2016 Disponible también en:
Una joven estudiante sostiene su libro de texto durante una lección en la escuela de niñas de la comunidad en la aldea de refugiados en Kot Chandana, Pakistán.

Para jóvenes chicas como Palvashey de 13 años, y quien vive en la remota villa de Kot Chandana en Pakistán, la educación usualmente termina cuando cumplen catorce años.


Su escuela improvisada, que solía ser una clínica, tiene únicamente cinco habitaciones, los muebles, los artículos escolares y los recursos son realmente limitados. La falta de espacio y materiales educativos significa que los maestros priorizan a los niños más pequeños, mientras que los mayores tienen que sacrificar su educación al concluir el octavo grado. Pero esto cambiará.

Aqeela Asifi, la maestra afgana que ganó el Premio Nansen para los Refugiados en 2015, debido a su dedicado trabajo para brindarle educación a las jóvenes refugiadas, ha expandido su pequeña escuela en Kot Chandana, usando parte de su premio de $100.000 dólares.

"Mis estudiantes siempre piden lo mismo, poder continuar su educación después del octavo grado"

En la ceremonia de inauguración del nuevo edificio en septiembre de 2016, Aqeela habló sobre su motivación. "Mis estudiantes siempre piden lo mismo, poder continuar su educación después del octavo grado", dijo ella. "Ahora podemos hacer realidad este sueño".

Gracias a la inversión de Aqeela, la cual superó los $64.000 dólares en tres aulas, un cuarto de higiene y un laboratorio de ciencias completamente equipado, la primera clase de noveno grado tiene un espacio para poder continuar con su educación. Se han contratado nuevos profesores, se han comprado libros y materiales de aprendizaje, y las clases han sido amuebladas con escritorios, sillas y pizarras.

Palvashey es una de las estudiantes que está a punto de iniciar el noveno grado. Ella no ha perdido tiempo de educación, pero algunas de sus compañeras de clase no han tenido la misma suerte. Muchas no tuvieron otra opción más que abandonar la escuela y ahora están retomando las clases después de un largo receso. La clase de 11 estudiantes ahora tiene la oportunidad de completar su educación secundaria y aspirar a un futuro más brillante.

Las paredes del nuevo espacio de ciencia están cubiertas con posters que explican la anatomía humana, y las repisas están llenas de libros. En las mesas se pueden ver los tubos de ensayo, quemadores y microscopios preparados para empezar las clases de química, biología y física. Y estos conocimientos harán que las ambiciones de Palvashey se hagan realidad. "A pesar de que mi clase favorita es inglés, quiero ser doctora y salvar muchas vidas", dijo ella.

La situación de Afganistán es una de las crisis de refugiados más grandes y de más larga duración en el mundo. De los 1,34 millones de refugiados afganos que viven en Pakistán, cerca de la mitad son niños. El acceso a la educación se considera una herramienta vital para permitir que la repatriación, el reasentamiento y la integración local sean exitosas.

La escuela de Aqeela es una de las pocas en Pakistán que ofrece educación a niños refugiados mayores de 12 años, una situación que desafortunadamente es poco común. Un informe publicado en septiembre por ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, descubrió que más de la mitad, 3,7 millones, de los 6 millones de niños en edad escolar bajo su mandato a nivel mundial, no tienen una escuela a la que pueden asistir.

Cerca de 1,75 millones de niños refugiados no están en la escuela primaria y 1,95 millones de adolescentes no asisten a la escuela secundaria, de acuerdo con el reporte. Los refugiados son cinco veces más propensos a estar fuera de las escuelas que el promedio mundial; y solo una pequeña parte, un uno por ciento, llega más allá a nivel educativo.

La ampliación de la escuela en Kot Chandana marca otro importante hito para Aqeela, que escapó de la capital afgana de Kabul junto con su esposo y sus dos hijo en 1992. Ella tenía tan solo 26 años cuando llegó al remoto campamento en la Provincia de Punjab, en Pakistán, sin tener idea de que pasaría décadas de su vida como refugiada.

Desde sus humildes inicios, en una tienda prestada y con textos escritos a mano, Aqeela ha desarrollado una pequeña escuela y ha ayudado a más de 1.000 niñas a llegar hasta el octavo grado.

"Cuando veo bolígrafos en las manos de mis estudiantes y las veo escribiendo y aprendiendo, eso refuerza mi propósito"

Durante la ceremonia de inauguración de la escuela, el Representante del ACNUR en Pakistán, Indrika Ratwatte le rindió tributo por su compromiso. "La dedicación de Aqeela por promover la educación para las niñas refugiadas en Pakistán es impresionante", dijo él.

Para Aqeela, que ha dedicado su vida a darles a las niñas oportunidades para aprender, ver las clases repletas con estudiantes llenas de ánimo es una inspiración. "Cuando veo bolígrafos en las manos de mis estudiantes y las veo escribiendo y aprendiendo, eso refuerza mi propósito", dijo ella. "Ver esto me da el coraje y la motivación para continuar con mi misión de educar hasta el último día de mi vida".

Y ahora, Aqeela está un paso más cerca de lograr su propio sueño, retornar a su nativa Afganistán y ayudar a los refugiados retornados a reconstruir sus vidas. Ella planea gastar lo que queda del dinero del Premio Nansen para establecer pequeños centros informales de enseñanza en Kabul para niños que han perdido años de educación mientras estaban en el exilio.

"Yo creo que si quieres ayudar a las personas, darles educación es el mejor servicio que le puedes brindar a la sociedad", dijo ella.