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Un proyecto austriaco de vivienda mantiene vivas las esperanzas de los refugiados

Historias

Un proyecto austriaco de vivienda mantiene vivas las esperanzas de los refugiados

Algunos la llaman una santa secular, pero Ute Bock dice que es la simple humanidad lo que la ha motivado a cuidar a las personas que buscan la seguridad.
21 Diciembre 2016 Disponible también en:
En su escritorio, Ute Bock está rodeada de expedientes relativos a procedimientos de asilo.

En su pequeña habitación de Viena, Asira Khasalieva está preparando la masa para hacer gulushki (empanaditas) para los familiares que han llegado recientemente desde Chechenia. Ahora buscan asilo en Austria y están llenos de esperanza. Ella odia decirles que ha estado esperando tres años para que las autoridades austriacas respondan a su solicitud de asilo.


Mientras espera, Asira vive en la Casa Ute Bock. Esto no es sólo un bloque de apartamentos sino un lugar de albergue, educación y estímulo fundado por la distinguida filántropa austriaca, Ute Bock.

"Agradezco a Dios que Frau (señora) Bock nos haya recibido", dice Asira. "Es una muy buena señora. Rezo todos los días por su salud".

Lamentablemente Frau Bock, de 74 años, no es tan activa como solía ser, ya que sufrió un derrame cerebral. Pero aunque ahora está en una silla de ruedas, todavía vive y trabaja con refugiados en la casa que lleva su nombre.

¿Es religiosa? ¿Tiene una filosofía? Ella sacude la cabeza. Es la simple humanidad lo que la ha motivado durante una larga carrera de cuidar a los menos afortunados. "Si alguien viene necesitando ayuda, no les digo que vayan a ver al Papa primero".

Frau Bock, que nunca se casó, vive modestamente hasta el punto de ser ascética. Nunca ha tenido vacaciones; de hecho ella ni siquiera tiene un pasaporte. Ella piensa que la moda es una pérdida de tiempo y su único lujo es ir a la peluquería.

"¿Cómo puedes comer cuando alguien tiene hambre?"

Ella comenzó su carrera en un hogar de niños y trabajó durante muchos años con adolescentes problemáticos. Cuando se retiró en 2002, estableció un pequeño albergue para desamparados y solicitantes de asilo. Algunos en realidad vivían allí, mientras que otros únicamente estaban registrados en la dirección, lo que significa que "existían" ante los ojos de los servicios sociales y podría recibir beneficios. Frau Bock marcó una diferencia para cientos de personas.

Las noticias de las buenas obras de Frau Bock se difundieron. Sus partidarios estaban decididos a que creciera para que se convirtiera en algo "demasiado grande para fallar", dijo su portavoz, Emanuel Hinterbauer.

Jugando con el nombre de Bock, crearon un festival de cerveza "Bock auf Bier", donde 10 centavos por cada cerveza fueron donados al albergue de Frau Bock. Esto después se convirtió en "Bock auf Kulture", recaudando miles de euros a través de eventos regulares como cabaret, en clubes nocturnos y slams de poesía. Frau Bock obtuvo la reputación de ser "bockig" u obstinada como una cabra cuando se trataba de defender los intereses de los vulnerables. Posteriormente se imprimieron camisetas y postales con la leyenda "bockig".

Después, Hans Peter Haselsteiner, propietario de la empresa de construcción Strabag, le dio a Frau Bock el bloque de pisos en Zohmanngasse 28, lo que le permitió alojar a 80 familias de refugiados en un edificio. En total, alberga a 300 refugiados en pisos dispersos por Viena. Es famosa entre los refugiados, y los africanos la llaman "Mama Bock".

Podrías llamar a Frau Bock una santa secular, pero ella sólo se reiría de eso. Ella ha recibido docenas de premios por su trabajo, pero es indiferente a todos ellos. Cuando el propio Presidente austriaco Heinz Fischer la nombró para la prestigiosa Goldenes Verdienstkreuz (Cruz del Mérito), ella bromeó que habría sido más útil obtener una donación de 20 euros.

Práctica y directa, Frau Bock tolera a los políticos sólo en la medida en que están dispuestos a ayudar. Le preocupa la nueva ola de políticos populistas que, a su juicio, aumentan el peligro de la xenofobia en la sociedad.

"Las personas se queja de los extranjeros en el transporte público. Esto es terrible. Debemos encontrar una manera de no quejarnos de ellos (refugiados), sino de ayudarlos, para que no nos pongan nerviosos", dice secamente.

Frau Bock recuerda el final de la Segunda Guerra Mundial, "Los soldados regresan a casa, los campos de concentración se abren... Cuando ves lo mezquina que son las personas hoy en día, piensas, '¿no aprendiste nada de la historia? Significa entonces como es hoy en día, para decirlo de otra manera, es tan malo ahora como lo era entonces".

No hay maldad en la Casa Ute Bock. La comida se pone a diario para que todos compartan. Hay lecciones de alemán para aquellos que las quieren. La equidad y la justicia son la consigna.

"Todos respetamos a Mamá", dice Daniel Johnson de Liberia, desempleado porque todavía está esperando una decisión sobre su solicitud de asilo. "Se vuelve aburrido y solitario. Pero la veo en el pasillo y hablo alemán con ella. Ella es como una madre. Antes de que se enfermara, ella lavaba nuestra ropa, y si estábamos discutiendo, venía y acababa con la pelea".

De vuelta en la habitación chechena, las empanaditas están casi listas para ir con la carne y la salsa de ajo. La sobrina de la señora Khasalieva y sus dos hijos se acercan a la mesa. En Chechenia, la familia hacía pasteles y sueñan con abrir un konditerei en Viena.

Empiezan a ver que la espera por el asilo puede ser larga y el resultado incierto. Mientras tanto tienen un techo sobre sus cabezas. Y la esperanza muere de última en la Casa Ute Bock.