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Al fin, un lugar seguro donde ser gay

Historias

Al fin, un lugar seguro donde ser gay

Tras huir de la violencia y el acoso en su país, refugiados LGTBI rehacen sus vidas en California con la ayuda de ciudadanos solidarios y ONGs del Área de la Bahía.
18 Mayo 2016 Disponible también en:
Subhi Nahas (derecha) con su pareja, Mark, en San Francisco.

Caminar de la mano por la calle con su novio podría haber provocado que Subhi Nahas fuera torturado y asesinado en Idlib, su ciudad natal en Siria, donde afirma que las milicias radicales tienen como objetivo a los hombres homosexuales, a quienes ejecutan.


Esa es la razón por la que Nahas, de 28 años, huyó del país en septiembre de 2012 cuando la guerra se extendió y los militantes comenzaron a tomar áreas estratégicas como la ciudad de Idlib, al noroeste del país.

"Mi familia nunca aceptó que fuera gay, y hubo un momento en el que no estaba seguro ni dentro de mi casa, ni fuera, en mi ciudad. Tenía miedo de que mi propio padre algún día les contara [a las milicias] que era gay", declara Nahas, que llegó a San Francisco en junio de 2015. Fue reasentado en el norte de California con la ayuda de dos organizaciones que trabajan para sacar a refugiados y refugiadas lesbianas, gais, bisexuales, transexuales e intersexo (LGBTI) de contextos en los que corren peligro.

La Organización para el Refugio, el Asilo y la Migración (ORAM, en sus siglas en inglés), organización sin ánimo de lucro de San Francisco, también tiene personal en Turquía que se encarga de localizar a refugiados LGBTI que han escapado de la persecución en sus países de origen y les ayudan con el proceso de solicitud de visado.

Nahas también recibió asistencia de la organización Jewish Family and Community Services East Bay (JFCS). Esta organización sin ánimo de lucro con sede cerca de Berkeley gestiona un programa de reasentamiento de refugiados LGBTI. Desde 2011, la JFCS Bahía Este ha reasentado y ayudado a unos 60 refugiados LGBTI y solicitantes de asilo en la región, ofreciéndoles alojamiento temporal con una familia anfitriona, programas psicosociales y apoyo legal.

"Siempre soñé con San Francisco porque parecía un lugar donde podría ser yo mismo", cuenta Nahas, que ahora vive con su pareja americana en Castro, el distrito icónico gay de San Francisco. En Siria y otros muchos países de Oriente Medio y África ser gay es ilegal, y a menudo se castiga con la prisión o la muerte.

"Sabía que los militantes y los guardias pensarían que era gay si me oían hablar."

El director de la Oficina en San Francisco de ORAM, Peter Altman, afirma que los refugiados LGTBI son uno de los grupos de población que padecen un mayor aislamiento y tratamiento más brutal en todo el mundo. "El alcance del problema está aumentando", comenta, "porque en algunos lugares el trabajo en favor de los derechos de los refugiados LGBTI ha generado una mayor aceptación, pero en otros países se ha agravado la homofobia".

En marzo ORAM publicó un glosario multilingüe con palabras y términos para ayudar a los trabajadores humanitarios y de organizaciones sin ánimo de lucro a comunicarse mejor con los refugiados LGBTI. El glosario ha sido traducido al farsi, árabe, francés y turco.

Para Nahas, el camino hasta la Bahía de San Francisco no ha estado exento de obstáculos. Realizó dos peligrosos viajes, uno en coche de Idlib a Beirut (la capital de Líbano) y otro de Beirut a Antioquía, en el sur de Turquía.

"Pagué el doble al taxista para que hablara por mí en los puntos de control de Idlib a Beirut porque sabía que si los militantes y los guardias me oían hablar, podían pensar que era gay", cuenta Nahas.

A los refugiados y solicitantes de asilo les es cada vez más complicado trabajar en el Líbano. Tras seis meses en Beirut, Nahas había agotado sus recursos y se estaba quedando si dinero. "Regresar a Siria no era una opción, por lo que utilicé el dinero que me quedaba para comprar un billete de avión a Turquía", cuenta Nahas, que luego colaboró como traductor con organizaciones internacionales que trabajaban cerca de la frontera entre Turquía y Siria.

Nahas conoció a un abogado de ORAM que estaba en Turquía investigando sobre las condiciones de vida y el procedimiento para solicitar asilo para los refugiados LGBTI. Afirma que los representantes de ORAM le guiaron en el proceso con el apoyo de ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados. Esta ONG le explicó cómo sería la entrevista con el Departamento de Seguridad Nacional de los Estados Unidos y, finalmente, le encontró una familia de acogida en la Bahía de San Francisco.

ORAM trabaja principalmente en Turquía. "El trabajo que ORAM y otras organizaciones de defensa están realizando es muy importante", declarara Nahas.

"Tuvo que vivir con miedo durante tanto tiempo que a veces se encierra."

Las habilidades de Nahan también le consiguieron un trabajo en ORAM cuando se mudó al Área de la Bahía. Ayuda con las traducciones del árabe, diseña las publicaciones y actúa como portavoz de los derechos de los refugiados LGBTI. Incluso, relató con todo detalle su increíble viaje ante el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas en agosto de 2015.

"Tuvo que vivir con miedo durante tanto tiempo que a veces se encierra y tengo que recordarle que está en un lugar seguro", cuenta Mark Averett, pareja de Nahas desde hace nueve meses. Hace poco, Averett presentó Nahas a su familia.

"El reasentamiento de refugiados LGBTI es un proceso lento y delicado porque construimos un grupo de apoyo alrededor de cada persona", afirma Amy Weiss, Directora de los Servicios para Refugiados e Inmigrantes de la JFCS de la Bahía Este.

Uno de las personas que colabora en estos grupos de acogida es Judy Salomon, una profesora de 64 años de Berkeley que ha acogido a dos refugiados gais de Uganda desde enero. "Cuando me enteré de que la mayor necesidad en materia de reasentamiento de refugiados era la de dar alojamiento a personas LGBTI, me pareció lógico y quise ayudar", comenta Salomon, cuyos hijos ya son adultos y no viven con ella.

"Nuestros invitados de Uganda al principio estaban aterrados. Todo era nuevo para ellos y habían sufrido mucho en su país", declara Salomon. "Sin embargo, se abrieron en cuanto conocieron a mi nieta de seis años. Los niños tienen la habilidad de conseguir que todo el mundo se relaje".

Salomon afirma que el acuerdo con JFCS consistía en dar alojamiento a refugiados durante seis meses, pero que un mes después ya parecía que eran de la familia.

ACNUR está comprometido a proteger los derechos de las personas LGBTI y continúa trabajando para aumentar la capacidad de respuesta de sus propios trabajadores y colaboradores. El año pasado presentó el informe Protecting Persons with Diverse Sexual Orientations and Gender Identities (Protegiendo a las personas con orientación sexual e identidad de género diversa), una visión global de los avances realizados en la protección de refugiados, solicitantes de asilo y otras personas lesbianas, gais, bisexuales, transexuales e intersexuales.

Weiss afirma que JFCS de la Bahía Este recibe numerosas llamadas de refugiados LGBTI de todo el mundo, pero solo puede ayudar a aquellos que hayan recibido el estatuto de refugiado de ACNUR.

Afirma que la mayoría de los refugiados LGBTI que han reasentado provenían de países africanos, incluyendo Uganda, Congo, Burundi y Ruanda. Otros provenían de la antigua Unión Soviética y de Oriente Medio.

"En algunos de estos países ayudar a los homosexuales es delito, por lo que es complicado ayudarles directamente", declara Weiss.

"En San Francisco he podido empezar de nuevo."

Esta es la razón por la que Anthony* ha contactado con ORAM en San Francisco para ofrecer su tiempo y habilidades como voluntario y así ayudar a los refugiados y solicitantes de asilo LGBTI de países de Oriente Medio. Anthony, que procede del Líbano, ha solicitado asilo en Estados Unidos.

"Cuando veo a adolescentes homosexuales caminar por San Francisco, tan libres, me entristezco al pensar que yo nunca lo fui cuando era joven", cuenta Anthony, de 29 años, que creció cerca de Beirut. Cuenta que como solicitante de asilo, aún tiene que demostrar que regresar al Líbano es demasiado peligroso para él.

La primera vez que contó que era gay fue hace ocho años, ahora tiene 21. Condujo a otra ciudad a dos horas de su hogar para confesarse ante un sacerdote.

"Me crie en el catolicismo y siempre me contaron que los sacerdotes eran gente muy culta. Durante la confesión le conté al sacerdote mis sentimientos hacia los hombres. Guardó mi secreto, pero me dijo que tenía que curarme", recuerda Anthony. "En San Francisco he podido empezar de nuevo".

Por Halima Kazem, en San Francisco, Estados Unidos

*Nombre cambiado por razones de protección.