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Adolescentes hondureños inician nueva vida en una escuela del norte de México

Historias

Adolescentes hondureños inician nueva vida en una escuela del norte de México

Adolescentes hondureños afectados por la violencia generada por las pandillas en su país iniciaron una nueva vida en México.
8 Octubre 2018
Este joven hondureño huyó junto con su familia de la violencia en su país. Refugiado en México continúa sus estudios con el sueño de tener su propia empresa.

 

Adolescentes hondureños afectados por la violencia generada por las pandillas en su país iniciaron una nueva vida en México. Gerry* y Brandon* tenían solamente 13 y 14 años cuando sus padres tomaron la difícil decisión de huir, sabiendo que era mejor perder su casa, sus empleos, e incluso sus lazos familiares, que arriesgar sus vidas permaneciendo en Honduras. Cruzaron hacia Guatemala para llegar a Tenosique, en Tabasco, una pequeña ciudad al sur de México, donde encontraron seguridad.


La integración en ese municipio no fue fácil. Durante los cuatro meses que esperaron para que el gobierno mexicano los reconociera como refugiados, la familia intentó, sin éxito, inscribir a Brandon y Gerry en la escuela para que continuaran sus estudios.

Si bien el marco legal en México prevé la inclusión de los niños refugiados en el sistema educativo, en la práctica, tanto los solicitantes de asilo como los refugiados enfrentan varias barreras, incluidas obstáculos administrativos al solicitarles certificados de educación de sus países de origen, actas de nacimiento y documentos de identificación de los padres, así como la necesidad de cubrir cuotas y los gastos en útiles escolares, uniformes y libros.

“En Tenosique no podíamos trabajar porque no teníamos ningún papel. Los niños no podían ir a la escuela. Se quedaban en casa todo el día. Era un estrés diario. Estábamos seguros, pero no nos sentíamos bienvenidos. Hay mucha discriminación allí”, dice Jenny*, su mamá. “Y cuando el ACNUR nos dijo que podríamos ser reubicados a otro lugar en México donde podríamos tener un empleo formal y donde nuestros hijos podrían ir a la escuela, estábamos muy contentos y respondimos ‘Sí, ¿dónde podemos firmar?’”.

Desde 2016, el ACNUR está impulsando, en Saltillo, Coahuila, en el norte del país, un programa de integración para personas refugiadas en México que les permite rehacer su vida gozando de empleo, educación, salud y otros derechos básicos.

La familia vive en Saltillo desde hace casi dos años. Ambos niños fueron admitidos a una escuela donde inmediatamente se sintieron bienvenidos. “Cuando empecé la escuela, siempre estaba muy callado. Quería mantener un bajo perfil, porque en Honduras, los otros niños te molestan. Pueden ser muy violentos y malos, especialmente con los recién llegados. Pero me sorprendió ver la calidez con la que todos nos recibieron. Los maestros nos ayudaron mucho, nuestros compañeros de clase también. Tenemos muchos amigos y nos sentimos integrados”, dice Brandon.

"Me sorprendió ver la calidez con la que todos nos recibieron. Los maestros nos ayudaron mucho, nuestros compañeros de clase también. Tenemos muchos amigos y nos sentimos integrados"

El mayor desafío para Brandon y Gerry fue la diferencia entre el sistema educativo en México y en Honduras, por lo que al principio no les fue fácil adaptarse. “Los maestros desempeñaron un papel clave en este asunto. Nos ayudaron a ponernos al día con el nivel académico de la escuela al proporcionarnos material de lectura y ejercicios adicionales, así como horas extras para explicarnos temas particulares”, señala Brandon.

Este otoño, Brandon inició la preparatoria. En cuatro años, no sólo obtendrá un diploma de educación media superior, sino que, como está en un bachillerato tecnológico fundado por empresarios locales, también se especializará en fundición de metales, una ocupación común en Coahuila.

Cuando llegaron a México, toda la familia se sentía perdida. “Aunque en ambas naciones hablamos español, no podíamos entender a la gente y no podíamos encontrar las palabras adecuadas para comunicarnos con ellos”.

Ahora encontraron una nueva casa en Saltillo. “Les decimos a las demás familias refugiadas que están llegando que deben aprovechar esta oportunidad. Existe una posibilidad de construir una nueva vida en México. Es difícil, muy difícil, pero puedes alcanzar tus metas y tener un futuro. Quiero que mis hijos se preparen, estudien y se conviertan en alguien en la vida. Y me siento muy orgullosa de los logros de mis hijos. Puede que hasta ahora sólo tengan su certificado de secundaria, ¡pero para mí es como si se acabaran de graduarse de la universidad!”, afirma Jenny con una sonrisa.

Brandon también quiere ir a la universidad y ser ingeniero. “Me veo trabajando en mi propia empresa, con mi propio auto y siendo dueño de dos casas. Sí, voy a comprar dos casas: una para mí y otra para mis papás”.

*Los nombres fueron cambiados por cuestiones de seguridad.