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En Jordania, dulces manjares del Ramadán unen a las comunidades refugiadas y lugareñas

Historias

En Jordania, dulces manjares del Ramadán unen a las comunidades refugiadas y lugareñas

A medida que se acerca la fiesta de Eid, mujeres de todo el mundo árabe aúnan fuerzas para elaborar los dulces tradicionales de la fiesta y repartirlos entre las familias necesitadas de Ammán.
14 Junio 2018 Disponible también en:
La ciudadana jordana Mervat Mohammed (a la derecha) y la refugiada y voluntaria Hadeel al Tuhouri (a la izquierda) preparan un dulce árabe para la fiesta de Eid en el Centro Princesa Basma para el desarrollo social en Ammán, Jordania.

Docenas de mujeres trabajan con tesón, haciendo bolas de masa con las manos antes de rellenarlas con pasta de dátil y darles forma de cojín, mientras que el aire a su alrededor se llena con el sonido de su charla y con el tibio y dulce aroma de la horneada.


Las mujeres son refugiadas procedentes de Siria, Irak, Yemen y Somalia, así como nacionales jordanas, y se han reunido para hacer ma’amoul, unos pastelitos tradicionales que se consumen en todo el mundo árabe durante las celebraciones de Eid que señalan el final del mes sagrada del Ramadán.

Jordania acoge a casi 750.000 refugiados registrados, con una inmensa mayoría proveniente del conflicto en la vecina Siria, que ya tiene siete años, pero con cifras también importantes procedentes de Irak, Yemen y Sudán.

Las mujeres se han reunido en un centro comunitario de la capital de Jordania, Ammán, dirigido por ACNUR  ̶  la Agencia de la ONU para los Refugiados  ̶  y su socio, el Fondo jordano hachemita para el desarrollo humano (Johud). El centro, recién inaugurado, tiene como objetivo potenciar los lazos entre los refugiados de diferentes nacionalidades y la comunidad local  ̶  en esta ocasión, mediante su amor compartido por la comida.

“Cuando vine aquí, tuvo un sentido de pertenencia. Sentí que las culturas y tradiciones que hemos heredado de nuestros abuelos aún son fuertes”, explica Kawthar, refugiada iraquí. “En vez de sentir que todas venimos de diferentes lugares, como Jordania, Irak o Siria, nos hace sentir que todas somos árabes. Esto nos da un sentido de pertenencia y unidad”.

El mismo sentimiento lo comparte Mervat, una jordana de 37 años, que vive cerca del Centro. “Es una tradición hacer dulces al final del Ramadán. Tenemos que conocer a nuestras hermanas refugiadas, y hemos aprendido cómo se hacen estos dulces para la fiesta de Eid en cada país”.

Tras varias horas de trabajo, unos 3.000 ma’amoul dorados salen de dos hornos a gas portátiles instalados en la zona de recepción del Centro, y se están enfriando en unas perfectas hileras. Después se espolvorearán con azúcar y se colocarán en cestas envueltas en plástico, rematadas con un lazo, listas para ser distribuidas a familias necesitadas, tanto refugiadas como locales, del vecindario.

“Tenemos que conocer a nuestras hermanas refugiadas, y hemos aprendido cómo se hacen estos dulces para la fiesta de Eid en cada país”.

Entre las personas que recibirán la visita de las voluntarias del Centro está Ghania, refugiada siria de 47 años y madre de seis hijos que huyó de Homs en 2012. Ghania trabaja como limpiadora del hogar para sacar adelante a sus hijos, tres de los cuales tienen discapacidades.

Ghania describe la lucha diaria a la que se enfrenta para mantener a su familia a flote, que nota aún más intensamente al final del Ramadán  ̶  un momento de celebración. “Este Ramadán en particular ha sido muy difícil para nosotros desde el punto de vista económico. Tengo que trabajar en muchas casas, solo así puedo pagar el alquiler o la electricidad y el agua. Trabajo mucho, solo para tener aseguradas las cosas básicas”.

Entre tantas estrecheces, unas cuantas cajas de ma’amoul para compartir con la familia en la fiesta de Eid no cambiará sus vicisitudes, pero es un gesto de bienvenida que recuerda tiempos más felices.

“Me recuerda mi vida en Siria”, dice Ghania. “Era muy cómoda. Recuerdo como solíamos reunirnos mis hijas, mis cuñadas y yo para hacer estos dulces. Así es que cuando las he visto venir con este gesto simbólico, me he sentido feliz”.

 

Gracias a la Voluntaria en Línea Esperanza Escalona Reyes por el apoyo ofrecido con la traducción del inglés de este texto.