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Catedrático forense griego encuentra eslabones perdidos para familias en duelo

Historias

Catedrático forense griego encuentra eslabones perdidos para familias en duelo

Pavlos Pavlidis cree que es su deber intentar hacer posible que las familias de los fallecidos tengan un cierre. Lo hace identificando a sus familiares desaparecidos.
21 Junio 2018 Disponible también en:
Pavlos Pavlidis es catedrático en medicina forense en la Universidad Democritus, en Tracia.

Pavlos Pavlidis se gana la vida tratando con la muerte. El catedrático en medicina forense lleva los últimos 20 años examinando cadáveres recuperados del río Evros, que ocupa casi toda la frontera de Grecia con Turquía.


“Hoy me han traído un cuerpo recuperado del río, probablemente un refugiado”, ha explicado recientemente a personal de ACNUR (la Agencia de la ONU para los Refugiados) que le ha visitado. Lo ha hecho en su despacho de la Universidad Democritus, en Tracia, en la ciudad nororiental de Alexandroupolis. “Obtendremos información del cuerpo y de la ropa”.

Pavlos añade que este es el decimosegundo cuerpo que le trae la policía en lo que va de año “y esperamos más”. En su despacho tiene archivos sobre otros 359 cuerpos que ha examinado entre los años 2000 y 2017, todos procedentes de la orilla griega del río. Las cifras evidencian los riesgos que las personas están dispuestas a asumir.

Pavlos es un apasionado de su profesión y considera su deber intentar hacer posible que las familias de los fallecidos pasen página. Lo hace identificando a parientes desparecidos, la mayoría de los cuales son, en estos últimos años, refugiados que huyen de los conflictos en países como Siria, Irak y Afganistán.

“Quiero ofrecer una respuesta a las personas”.

“Intento encontrar el eslabón perdido entre los cuerpos de los fallecidos y cualquier familiar vivo. Es muy importante para mí y quiero ofrecer una respuesta a las personas que esperan una llamada telefónica de un hijo o una hija [desparecido]”, subraya.

No es una tarea fácil. Los cuerpos se descomponen más rápidamente en agua dulce que en la salada, los documentos de identidad se desintegran, los teléfonos móviles se destruyen y los cuerpos se hinchan y se hace difícil identificarlos. Pero durante las autopsias se recogen muestras de ADN que se envían a la policía y todos los efectos personales, incluidos anillos, llaves, adornos, ropa, calzado, relojes, carteras se convierten en pistas y se fotografían, igual que se hace con los tatuajes y las marcas distintivas.

Hasta el año pasado, la valiosa investigación de Pavlos había hecho posible que identificara 103 cuerpos. Algunas familias vienen a recoger los cuerpos, otras los dejan aquí, para que los entierren en Grecia, donde su viaje de esperanza encontró un margo final.

La causa principal de muerte es el ahogamiento, pero también hay otras personas que fallecen por hipotermia en el duro invierno o por razones médicas. Una pequeña cifra de víctimas falleció mientras cruzaba las vías o al pisar minas antipersona cerca del río antes de que fueran retiradas de la zona.

El catedrático mantiene hasta una docena de cadáveres durante 3-7 meses en un depósito de cadáveres y en un lugar refrigerado donado por el Comité Internacional de la Cruz Roja, mientras intenta identificarlos. Observa y da instrucciones mientras su experimentado ayudante corta la ropa del cuerpo que han traído esta mañana.

Un anillo en uno de los dedos del cadáver ofrece una pista sobre su país de origen, pero Pavlidis estima que el hombre llevaba tres semanas en el agua. “Es muy difícil hacer una identificación”.

Mientras hablamos con él en Alexandroupolis, una traumatizada pareja iraquí llora en el norte del Evros por su sobrino desaparecido, Ahmed Fadhil, que cayó a las frías aguas del río cuando su barca hinchable volcó, mientras intentaban cruzar desde Turquía una noche de principios de abril. Son exactamente el tipo de personas a las que Pavlidis intenta ayudar.

“Hay cuerpos en el fondo del río”.

“Perdimos a Ahmed el día de su cuarto cumpleaños, el 4 de abril”, explica su desolada tía, Jihan a ACNUR en el Centro de Registro e Identificación Fylakio, gestionado por el gobierno. Aquí es donde se registra a los recién llegados y se les ofrece información sobre sus derechos. Jihan ha dedicado su vida a criar al hijo más pequeño de su hermano, después de que la madre de Ahmed falleciera en un accidente de coche. Su esposo Dilshan temió por su vida. Él también sufrió problemas psicológicos y necesitó tratamiento.

La desaparición de Ahmed fue un verdadero mazazo para el matrimonio, que no pudo tener hijos propios. Esperaron todo el día al lado del río, buscando al pequeño. “No tengo ninguna esperanza de que Ahmed aún esté vivo”, dijo después Jihan, muy exaltada. Y añadió que su hermano llamaba a diario para preguntar si había noticias. Todo lo que Jihan tenía eran fotos de un niño feliz, que guardaba protegidas por una bolsa de plástico.

“Si alguien sabe algo de Ahmed, dígannos si está vivo o muerto”, imploraba Dilshad. A finales de mayo, se encontró el cuerpo de Ahmed en la parte turca, y Jihan y Dilshad le identificaron por su ropa.

Pavlidis, que había oído hablar del caso de Ahmed, predice que continuará ocupado mientras la gente continúe huyendo a través del río Evros. “Hay cuerpos en el fondo del río”, señala. Mientras tanto, ACNUR avisa a la gente de los peligros de estos viajes y continúa abogando por rutas seguras.

 

Gracias a la Voluntaria en Línea Esperanza Escalona Reyes por el apoyo ofrecido con la traducción del inglés de este texto.