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Clínica ayuda a aliviar los dolores de personas refugiadas y locales en Bangladesh

Historias

Clínica ayuda a aliviar los dolores de personas refugiadas y locales en Bangladesh

Una clínica de fisioterapia en el sudeste de Bangladesh trata tanto a personas refugiadas rohingyas como a los miembros de la comunidad de acogida.
6 Noviembre 2019 Disponible también en:
La fisioterapeuta Naushin Anjum trata a Helal Uddin en el Centro de Fisioterapia y Rehabilitación Física de Shamlapur (Bangladesh).

La tarjeta sanitaria de Hazera dice que tiene 55 años, pero su postura encorvada y su cara dicen que es mayor y que está sufriendo.


También es abuela y refugiada rohingya. Huyó de Myanmar en 2017 con siete nietos y cuatro bisnietos. Dos de sus hijos murieron durante los episodios de violencia contra los rohingyas.

Hazera y su familia no viven en el inmenso asentamiento de Kutupalong, que aloja a más de 633.000 personas, sino en un campamento provisional cercano para personas refugiadas, próximo a la comunidad de acogida.

Vinieron a Shamlapur porque su hija tenía familia política aquí. Hazera y su familia son parte de las 170.000 personas refugiadas que se estima que viven en asentamientos junto a la población bangladeshí, en distritos más meridionales de la península.

Entonces apareció el dolor, el dolor físico, en su hombro.

“En Myanmar estas personas nunca han recibido un tratamiento médico adecuado”

Llegó a ser tan intenso que apenas podía mover el brazo. Una vecina bangladeshí le habló de la clínica de fisioterapia de Shamlapur.

“No tenía dinero”, nos cuenta. “Vine porque me dijeron que era gratis”.

La clínica fue creada por la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR) en julio de 2018 con el propósito de servir tanto a la población refugiada rohingya como a la comunidad de acogida, y no cobra ninguna tasa a sus pacientes. En la clínica trabajan dos fisioterapeutas y dos asistentes.

Hazera tuvo dudas antes de venir, pero la fisioterapia la ayudó tanto que ha vuelto a varias sesiones más.

“Me encuentro mejor”, dice. “El dolor ha disminuido mucho”. Pero le sigue costando trabajo mover el brazo.

Según Naushin Anjum, una de las fisioterapeutas de la clínica, su experiencia es a la vez típica y atípica.

“En Myanmar estas personas nunca han recibido un tratamiento médico adecuado”, cuenta Naushin. “Al principio las personas refugiadas parecían tener miedo, pero empezamos a motivarlas y a explicarles todo con detalle. Poco a poco fueron viniendo a tratarse, pero muchas no vuelven para las sesiones de seguimiento.

Lo cierto es que la mayoría de los pacientes de la clínica son bangladeshíes (874, frente a 286 rohingyas entre julio de 2018 y octubre de 2019). Estas cifras son un reflejo de la población de la zona: 16.319 bangladeshíes frente a 10.210 personas refugiadas rohingyas.

 

También para los bangladeshíes la clínica es algo novedoso. “Nunca antes había habido una clínica de fisioterapia en Shamlapur”, dice Naushin.

 

Ahora vienen a tratar sus heridas y sus dolores.

 

Mohammed Ullam Kaisar lleva varios meses viniendo. Tuvo un accidente de coche en el que murieron las otras cinco personas que viajaban con él. Como consecuencia de las heridas graves que padeció, llega cojeando hasta la consulta agarrado del brazo derecho.

 

“El médico me dijo que nunca volvería a usar la mano derecha para escribir”, dice. “Así que decidí venir aquí para reforzar los músculos, y todos los días desde principios de año practico la escritura con la mano izquierda. Así podré retomar y completar mi título en contabilidad”.

 

Los programas que apoyan tanto a la población refugiada como a sus comunidades de acogida serán algunos de los temas que se discutirán en el Foro Mundial sobre los Refugiados, una reunión de alto nivel que se celebrará este año en Ginebra. Estados, el sector privado y otros actores anunciarán contribuciones de alto impacto que darán a las personas refugiadas la oportunidad de prosperar junto con sus huéspedes.

“Aquí reciben tratamiento con nosotros, y eso es positivo”

Según Naushin, hay pocos roces entre las dos comunidades. Parece que los fisioterapeutas se ven como un puente entre ellas. “Como personal sanitario, servir a ambas me hacer sentir bien”.

En otra consulta de la clínica, Golam Kibriya recibe un masaje por su espada encorvada. Dice que tiene 100 años.

“Mantuve bastante buena forma física hasta hace unos pocos años”, cuenta. “Entonces empecé a tener terribles dolores en la espalda. Tuvieron que traerme hasta aquí”.

Padece lordosis en la zona lumbar. La fisioterapia alivia el dolor y evita que se sigan degradando los músculos de sus piernas.

“Ahora me encuentro mucho mejor”, dice.

Por lo que respecta a la población rohingya en la clínica y la ciudad, Naushin dice: “Aquí reciben tratamiento con nosotros, y eso es positivo. Ayudarlos es responsabilidad de los musulmanes de aquí”.

Hazera dice que valora la ayuda que ha recibido de la comunidad local, y asegura que tratará de devolverla.

“Si mejoro”, dice, “iré a la mezquita y cocinaré para los niños locales”.