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En Uganda, las personas refugiadas seropositivas se brindan apoyo mutuo

Historias

En Uganda, las personas refugiadas seropositivas se brindan apoyo mutuo

Personas refugiadas procedentes de Sudán del Sur encuentran apoyo mutuo y una atención sanitaria que salva vidas en el asentamiento de refugiados de Impevi.
29 Noviembre 2019 Disponible también en:
El enfermero ugandés de VIH Jedah Twebaze (der.) conversa con los refugiados sursudaneses Inga Viola (izq.) y Rufas Taban en el asentamiento para refugiados de Imvepi.

Es un día soleado en el asentamiento de refugiados de Imvepi, al norte de Uganda. Inga Viola y Rufas Taban están sentados cómodamente a la sombra de una jacaranda, hojeando un antiguo registro.

No son parientes pero comparten un vínculo único: los dos fueron diagnosticados con VIH en Sudán del Sur antes de que la guerra civil los obligara a huir a Uganda en 2017.

“Cuando me enteré, me quedé destrozada”, dice Inga, de 32 años, que fue diagnosticada en 2014. “Me planteé en poner fin a mi vida, pero después pensé en mis hijos y decidí seguir adelante”.

Rufas asiente con solemnidad; tiene 49 años y fue diagnosticado en 2011.

Fueron presentados en el asentamiento de refugiados de Imvepi por Jedah Twebaze, su enfermero ugandés, y enseguida forjaron una amistad en torno a sus experiencias compartidas: la profunda angustia al enterarse de su diagnóstico, abandonar sus hogares, criar a sus familias en el exilio.

“Pasé muchos días sin tomar la medicina. Cada día sin seguir el tratamiento me acercaba más a la muerte”.

Formaron un grupo de apoyo al que llaman el Grupo de Servicio para la Amistad; Rufas, antiguo cobrador de impuestos, ejerce de secretario, mientras que Inga es la vicepresidenta. El grupo hace además las veces de cooperativa de ahorro y cuenta en la actualidad con 22 miembros sursudaneses, todos seropositivos.

Todos los meses realizan una aportación al fondo común del grupo y cuando acaba el año comparten el ahorro acumulado. Por otra parte, el grupo ayuda a sensibilizar sobre el VIH en la comunidad y lucha contra los estigmas que se le asocian.

“Consideramos que nuestras reuniones son una oportunidad para hablar sobre nuestro bienestar y comprobar cómo van los miembros que están teniendo dificultades para aceptar su condición, y también proporcionamos terapia”, explica Inga.

Añade que también aprenden los unos de los otros sobre la importancia de seguir tratamientos de terapia antirretroviral (TAR): una medicación que salva vidas pero que se vio afectada por el conflicto y su posterior desplazamiento en busca de seguridad, lo cual hizo que en el momento de llegar a Uganda su salud y la de Rufas se hubieran deteriorado.

“Pasé muchos días sin tomar la medicina. Cada día sin seguir el tratamiento me acercaba más a la muerte”, añade.

Gracias a la avanzada política sobre refugiados de Uganda, que ha integrado a las personas refugiadas en el programa nacional de VIH, personas como Inga y Rufas pueden continuar con sus tratamientos nada más llegar. Cada trimestre reciben medicación para la TAR, sin coste alguno.

Estos medicamentos ayudan a eliminar los niveles de VIH en sangre y a ralentizar los daños causados por la infección. Contribuyen a prevenir la evolución del VIH a SIDA, de modo que se amplía de manera significativa la esperanza de vida y se reduce a cero el riesgo de transmitir el virus.

“Pensaba que ser seropositiva implicaba morir pronto, pero nuestro amable enfermero nos explicó que, con una medicación habitual, podríamos tener una vida muy normal”, cuenta Inga mientras mira al enfermero Jedah, al que las personas refugiadas apodan “Dr. VIH” por su defensa y compromiso para educar tanto a personas refugiadas como ugandesas acerca del VIH/SIDA.

Jedah trabaja en Medical Teams International, una agencia socia de ACNUR, y observa que el nivel de estigmatización entre las personas refugiadas sursudanesas ha mejorado mucho.

“Las sesiones educativas con las comunidades han dado resultados muy positivos para luchar contra el estigma”.

“Las sesiones educativas con las comunidades han dado resultados muy positivos para luchar contra el estigma”, dice.

Según estadísticas de ONUSIDA, a finales de 2018 se estimaba que 1,4 millones de ugandeses y ugandesas vivían con VIH: 1,2 millones conocían su estado serológico positivo y el 72% de ellos estaban siguiendo una TAR.  

En la actualidad, más de 17.000 personas refugiadas reciben TAR en todas las instalaciones sanitarias de los asentamientos para refugiados de Uganda, en los que tanto personas refugiadas como nacionales tienen acceso a atención sanitaria.

Uganda lanzó a principios de año un Plan Integrado de Respuesta para los Refugiados para el Sector Sanitario con el objetivo de reforzar la atención médica a personas refugiadas por medio de un enfoque integrado. Los servicios sanitarios a personas refugiadas son ahora comparables a las políticas nacionales en materia de salud y están alineados con el Plan de Desarrollo del Sector Sanitario.

Estas políticas y programas tan avanzados en apoyo tanto de personas refugiadas como de sus comunidades de acogida serán algunos de los temas que se traten en el Foro Mundial sobre los Refugiados, una reunión de alto nivel que se celebrará en Ginebra los días 17 y 18 de diciembre. Estados, el sector privado y otros actores anunciarán contribuciones de alto impacto que darán a las personas refugiadas la oportunidad de prosperar junto con sus huéspedes.

Para Inga y Rufas, el libre acceso a tratamiento y una actitud positiva hacia los pacientes con VIH no solo han hecho más fácil su vida en el asentamiento de refugiados, sino que también han suavizado el estigma.

“Aquí la gente trata a los pacientes con VIH como a las personas que tienen cualquier otra enfermedad”, dice Inga. 

Otro hito fundamental es el descenso en las tasas de transmisión de madre a hijo. El 89% de las mujeres embarazadas que acudieron a centros de salud se sometieron a una prueba de VIH para prevenir la transmisión al niño no nacido.

“Intervenciones como esta hacen posible que los hijos e hijas de Inga y Rufus sean VIH negativos”, explica el enfermero Jedah.

En este Día Mundial del Sida (cuyo lema es “Las comunidades marcan la diferencia”) se reconoce el importante papel de promoción que desempeñan las comunidades en la sensibilización y la lucha contra el estigma.

Aunque Inga y Rufas ponen de su parte para marcar una diferencia, es necesario hacer más para asegurar que la respuesta al sida a nivel nacional e internacional siga siendo esencial.

“Controlemos el VIH, porque nadie debería contraer esta enfermedad”, dice Rufas. “Como sabemos, más vale prevenir que curar”.