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Los jóvenes refugiados rohingya intentan mantener vivo su sueño de obtener una educación

Historias

Los jóvenes refugiados rohingya intentan mantener vivo su sueño de obtener una educación

La mayoría de la niñez rohingya no tiene acceso a la educación, pero están listos para superar casi cualquier obstáculo para aprender.
4 September 2019
Las adolescentes escriben sus respuestas en una clase en el Diamond Adolescent Club, dirigido por el socio del ACNUR, CODEC (Centro de Desarrollo Comunitario).

No tienen escritorios ni sillas. Pero en una habitación de bambú decorada con carteles y pinturas, 30 niñas adolescentes rohingya están sentadas en el suelo. Todas escriben atentamente en los libros de trabajo que tienen apoyados en el regazo. En la pizarra, se ve una fórmula matemática. 

Estas jóvenes son algunas de las más afortunadas. Entre los rohingyas, pocas niñas logran continuar sus estudios durante la adolescencia. Además, hay pocos centros de aprendizaje temporales en los extensos asentamientos de refugiados en el sudeste de Bangladesh que ofrecen oportunidades de aprendizaje para niños y niñas mayores de 15 años.

Alrededor del 55 por ciento de los refugiados en los asentamientos rohingya son menores de 18 años. No se les permite seguir el plan de estudios nacional de Bangladesh.

Shehana, una brillante pero tímida joven de 16 años, se siente afortunada de poder estudiar en la cabaña de bambú, conocida como el Club de Adolescentes Diamante, creada por una organización llamada CODEC, que es socio de ACNUR hace casi dos años. Sin embargo, Shehana aún sueña en reanudar su educación formal. “En Myanmar, estaba en 6° grado. Quería hacer mis estudios universitarios para poder ser maestra. Me encanta enseñar. Y estoy feliz de estar aquí”, dijo.

“Aprendemos cosas nuevas casi todos los días. Creo que tengo suerte, pero trato de decirles a los demás por qué la educación es importante y convencerlos de que dejen que las niñas estudien, ya que el estudio puede traer mejores oportunidades en el futuro. Algunos de nuestros familiares me han hecho caso y ahora envían a sus hijas a la escuela”.

Shehana proviene de una familia que siempre ha primado la educación. Su hermano, Mohammed Sharif, de 17 años, estudia en el mismo club de adolescentes, junto con otros niños, por las tardes, mientras que una de sus hermanas mayores, Jannat Ara, de 21 años, enseña a niños de cuatro a cinco años en un centro de aprendizaje en el hogar, al que también asiste su propia hija de cinco años.

Queda claro de dónde viene esta pasión familiar por la educación. El padre de Shehana, Nur Alam, de 43 años, era maestro en una escuela de unos 450 alumnos en Maungdaw, en el estado de Rakhine de Myanmar.

"Extraño mucho a mis alumnos".

Cuando la familia huyó de la violencia en Myanmar hace dos años y llegó al sitio de refugiados de Kutupalong, Nur Alam se ofreció como voluntario para enseñar a los jóvenes en una mezquita que había sido fundada en el asentamiento. En su teléfono celular, tiene fotos de su antigua escuela y sus antiguos alumnos.

“Me dan ganas de llorar cuando veo esto”, dijo. “Extraño mucho a mis alumnos. Muchos de mis antiguos alumnos del sexto grado están aquí en el campamento. Muchos tienen puestos como voluntarios y trabajan con organizaciones en el campamento ... cuando me ven, me saludan. Me dicen que, gracias a lo que aprendieron conmigo, ahora pueden aprovechar estas oportunidades”. 

Los centros de aprendizaje temporales en los asentamientos de refugiados, que atienden a jóvenes de 6 a 14 años, operan tres turnos al día, brindando a los alumnos unas cuantas horas diarias de clases de birmano, inglés y matemáticas. Sin embargo, no es lo suficiente.  

Hay planes para introducir, a partir de agosto, programas de aprendizaje informal, aprobados por el Gobierno de Bangladesh, en todos los sitios de refugiados, con el objetivo de brindarles a los refugiados un estándar de aprendizaje comparable al que otros niños alcanzarían a través de un plan de estudios formal.

Pero todavía no existe un sistema de calificaciones reconocidas para los refugiados. Tampoco hay educación apropiada para los estudiantes mayores de 14 años, a pesar de que muchos niños de esta edad vieron cortada su escolaridad cuando huyeron de Myanmar.

La escasez de maestros calificados es otro problema, a pesar de los esfuerzos del ACNUR, agencias hermanas y socios para impulsar la capacitación de maestros.

El resultado neto de que a cientos de miles de niños rohingya en Bangladesh se les prohíba seguir el plan de estudios nacional es que no se alcanza el Objetivo de Desarrollo Sostenible 4, “Garantizar una educación inclusiva, equitativa y de calidad y promover oportunidades de aprendizaje durante toda la vida para todos”.

“El sistema educativo en los asentamientos no se centra realmente en la educación adecuada, sino más bien en mantener a los niños ocupados y seguros”, dijo Nur Alam.

Esta historia aparece en el informe de educación del ACNUR para 2019 Reforzando la Educación de los Refugiados en Crisis. El informe muestra que a medida que los niños refugiados crecen, las barreras que les impiden acceder a la educación se vuelven más difíciles de superar: solo el 63% de los niños refugiados van a la escuela primaria, en comparación con el 91% a nivel mundial. En todo el mundo, el 84% de los adolescentes reciben educación secundaria, mientras que solo el 24% de los refugiados tienen la oportunidad. De los 7,1 millones de niños refugiados en edad escolar, 3,7 millones, más de la mitad, no van a la escuela.