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8 personas refugiadas que luchan por el planeta

Historias

8 personas refugiadas que luchan por el planeta

Aunque estén lejos de sus hogares, estas personas refugiadas ponen su granito de arena para luchar contra el cambio climático.
20 September 2019

“Nuestra casa está en llamas: actuemos como si así fuera”.

Esta es la imagen que dibuja la joven activista Greta Thunberg de la crisis climática mundial, que bien podría ser la batalla que defina nuestro tiempo. Si perdemos esta batalla, lo podríamos perder todo.

Y nadie mejor que una persona refugiada conoce los riesgos y la realidad de perderlo todo.

Para las personas refugiadas en situación de vulnerabilidad que se vieron forzadas a huir como consecuencia de la guerra, la violencia y la persecución, la inminente amenaza de la pasividad ante el cambio climático es ya una realidad demasiado tangible.

Mientras que líderes mundiales y activistas se reúnen en Nueva York para participar en la Cumbre sobre la Acción Climática, numerosas personas refugiadas son conscientes de que no es necesario ser Jefe de Estado para liderar esta lucha.

A continuación os presentamos a ocho personas refugiadas plenamente comprometidas con esta batalla global y que están poniendo en marcha acciones concretas para paliar los efectos negativos del cambio climático.

Céline Semaan, ex refugiada y fundadora de un laboratorio de diseño en Brooklyn.

Céline, Emprendedora + Fuerza del Cambio

Céline Semaan es la fundadora de un laboratorio de diseño basado en Brooklyn que está trabajando para que la sostenibilidad ambiental llegue hasta el corazón de la industria de la moda, y más allá.

También es una antigua refugiada cuyo primer recuerdo es huir de un Líbano arrasado por la guerra cuando tenía tres años y medio.

Como diseñadora, Céline siente la responsabilidad de crear productos que sean bellos, trascendentes y éticos. Un sentimiento de responsabilidad guiado por su experiencia como refugiada, porque sabe lo fácil que es perderlo todo.

¿Lo próximo en la agenda de Céline? Abrir unas instalaciones industriales para convertir plástico y restos textiles en nuevos materiales.

Omar es uno de los voluntarios refugiados que se han unido a la comunidad local para ayudar en la limpieza del río Nilo.

Omar, líder juvenil sudanés en Egipto

Omar es uno de las 50 personas refugiadas que luchan contra la contaminación causada por los plásticos en el río Nilo. Mano a mano con otras 800 personas egipcias, refugiados de cinco países colaboran de forma voluntaria para transportar los plásticos que se acumulan en forma de islas de basura flotantes a orillas del Nilo en el centro de El Cairo. En solo un día, los voluntarios retiraron 11,5 toneladas de residuos.

Omar ha fundado un grupo juvenil para ayudar a otras personas sudanesas refugiadas a integrarse en las comunidades locales y espera que su labor de voluntariado ayude a cambiar la percepción que se tiene de las personas refugiadas.

“Hoy, los voluntarios volverán a sus casas y le contarán a sus padres y madres que personas refugiadas de distintas comunidades les ayudaron a limpiar el Nilo, y esto cambiará para mejor la percepción que tienen de nosotros”.

Gharam, refugiada siria en El Líbano, trabaja en un proyecto de reciclaje en Beirut.

Gharam, empleada en un proyecto ecológico en el Líbano

Gharam es una de las primeras refugiadas sirias contratadas para trabajar en un proyecto de reciclaje que hace frente a la crisis de basura que afecta al Líbano como una plaga desde 2015. Esta viuda siria consiguió el primer trabajo remunerado de su vida en Recycle Beirut, un innovador proyecto que pretende reducir los vertederos desbordados de Beirut, al tiempo que aporta puestos de trabajo muy necesarios para personas refugiadas sirias en situación de vulnerabilidad.

Para Gharam, este trabajo verde es mucho más que un modo de pagar el alquiler.

“Tienen una crisis de residuos y nosotros les estamos ayudando”.

El Líbano acoge a más de un millón de personas refugiadas registradas procedentes de Siria: es el país del mundo con un mayor número de personas refugiadas per cápita.

Abraham Bidal ha tenido que huir de su hogar en Sudán del Sur en tres ocasiones. Ahora contribuye a promover un movimiento para la conservación del medioambiente en el país que lo ha acogido, Uganda.

Abraham, el campeón de la reforestación

Abraham Bidal no pudo detener la guerra de la que huyó, pero sí que pudo dedicarse a plantar árboles y a cuidar la tierra que lo recibió a él y a otras personas refugiadas.

Hoy es un firme defensor de la plantación de árboles y promueve un movimiento para conservar el medioambiente en su nuevo país.

“Plantar árboles es importante porque los árboles significan vida… si algún día volvemos a Sudán del Sur, dejaremos este lugar tal y como lo encontramos”.

ACNUR colabora con el Gobierno de Uganda para plantar 8,4 millones de plantones en 2019, restaurando así cientos de hectáreas de árboles en reservas y plantaciones.

 

La burundesa Annick Iriwacu, en su distribuidora de gas de cocina en Kigali, la capital de Ruanda.

Annick, emprendedora de la energía limpia

Kigali es famosa por ser una de las ciudades más limpias y más verdes de África, y personas refugiadas como Annick colaboran para que siga siendo así. Esta emprendedora burundesa se gana la vida vendiendo gas de energía limpia o gas licuado de petróleo, y el negocio va viento en popa. No solo permite que Annick sea independiente económicamente y una emprendedora de éxito, sino que además está impulsando la economía local mediante la creación de puestos de trabajo limpios. Es una situación en la que todos ganan: las personas refugiadas, Ruanda y el medio ambiente.

 

El joven refugiado saharaui Tateh Lehbib Breica está construyendo casas resistentes al clima con botellas de plástico llenas de arena.

Tateh, innovador de albergues en el desierto

Este es Tateh, un joven refugiado que diseña y construye refugios a partir de botellas de plástico desechadas y rellenas de arena para las personas refugiadas más vulnerables en el remoto desierto suroccidental argelino. Gracias a su maestría en eficiencia energética y a su espíritu innovador, los refugios sostenibles de Teteh resultaron ser una alternativa más sólida y duradera ante las fuertes lluvias y tormentas de arena en el duro clima del desierto, donde decenas de miles de refugiados saharauis llevan viviendo 40 años.

 

La refugiada rohingya Sahera planta y recolecta sus propias cosechas gracias a un proyecto de ACNUR y BRAC en el campamento de Kutupalong, al sudeste de Bangladesh.

Los refugiados rohingyas que se están pasando a la tecnología verde

En los dos años que han pasado desde que unas 740.000 personas refugiadas rohingyas huyeran de la atroz violencia en Myanmar, una serie de refugiados han asumido papeles clave en la respuesta humanitaria.

El objetivo de su trabajo, que se centra en zonas bajas susceptibles a los desprendimientos y las riadas, es el de combatir los daños medioambientales a través de la innovación y las tecnologías no contaminantes.

Desde proyectos agrícolas dirigidos por personas refugiadas que sirven para combatir los efectos de la deforestación y la erosión, hasta sistemas de suministro de agua potable que reducen los costes energéticos y las emisiones, estas personas refugiadas están a la vanguardia del cambio humanitario, aprovechando la aplicación de tecnologías verdes.

 

Abdullah, un refugiado sirio originario de la zona rural de Damasco, trabaja en una planta solar en Jordania, donde puede aprovechar su formación como electricista.

Abdullah, supervisor de energía solar

En Siria, Abdullah podía mantener cómodamente a su familia con su trabajo de electricista. Ahora este padre de cinco hijos es refugiado en Jordania y hace buen uso de sus conocimientos como supervisor de una planta de energía solar en Azraq, el primer campamento de refugiados que funciona con energía limpia en el mundo.

Abdullah puede mantener a su familia con dignidad, sabiendo que sus conocimientos en materia de energías renovables son útiles al planeta pero también a sus compatriotas sirios, a los que les permite iluminar sus hogares, cargar sus celulares y refrigerar sus alimentos.

En el cercano campamento de Za’atari, la planta solar más grande jamás construida en un campamento de refugiados aporta energía limpia muy necesaria para 80.000 personas refugiadas procedentes de Siria, al tiempo que reduce las emisiones anuales de dióxido de carbono del campamento en 13.000 toneladas métricas, el equivalente a 30.000 barriles de petróleo.