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Los nueve años de conflicto pesan profundamente sobre una niña refugiada siria

Historias

Los nueve años de conflicto pesan profundamente sobre una niña refugiada siria

La grave situación financiera de su familia ha llevado a Naamat, de 11 años, a asumir muchas tareas en su hogar, pero su espíritu resiliente le ha permitido sobresalir en la escuela.
10 March 2020
Retrato de la refugiada siria Naamat en Amán, Jordania.

Todas las mañanas, después de que su madre se va a trabajar, Naamat cambia el pañal de su hermano menor, Ibrahim y lo alimenta con una botella de fórmula. Después, prepara un desayuno sencillo con pan, aceite y un za’atar con tomillo que comparte con sus otros dos hermanos menores antes de limpiar, alistar sus mochilas y caminar con ellos para tomar el bus escolar, dejando a su hermano Ibrahim con una vecina.

“Naamat solo tiene 11 años, pero ella tiene la vida de una mujer de 30 años”, dijo Fatima, su madre. “Es por nuestra situación”, responde Naamat. “Tengo que apoyar a mis padres y a mis hermanos. Ellos no tienen a nadie más que a mí”.

Esta semana se marcan los nueve años del inicio del conflicto en Siria, un periodo que ha pesado grandemente sobre las vidas de millones de sirios que han perdido a sus seres queridos y sus hogares, familias que han sido desarraigadas y tienen su vida en pausa. Para Naamat, una refugiada originaria de Homs que vive en Jordania, la guerra ha llenado su vida con responsabilidades que van más allá de su edad.

Mientras Fatima gana 5 dinares jordanos (7 dólares) por medio día limpiando casas, su esposo Mahmoud, no puede trabajar ni cuidar de sus hijos debido a los persistentes efectos físicos y psicológicos de sus experiencias en Siria, lo que deja a Namaat a cargo de muchas tareas en su hogar.

En 2011 Mahmoud fue arrestado a la salida de las oraciones del viernes, y sin que Fatima supiera qué había pasado con su esposo. En 2013, ella se vio obligada a huir de los enfrentamientos en Homs con Naamat y su hermano menor, Fahed, moviéndose primero a la provincia de Deraa, al sur de Siria, y cruzando posteriormente a Jordania.

"Fue la peor noche de toda mi vida".

"Caminamos desde el atardecer hasta el amanecer", recordó Fatima. “Fue la peor noche de toda mi vida. Estaba oscuro y podíamos escuchar el sonido de las balas en la distancia. Hacía mucho frío y había nieve, y no había forma de mantenerse caliente”.

Con solo cuatro años, Naamat todavía recuerda la desorientación que sintió al llegar al campamento de refugiados de Za'atari en el norte de Jordania con docenas de refugiados sirios más. “Me sorprendió porque vivía en una casa y vinimos a vivir en carpas. Estaba realmente conmocionada. Solíamos estar calientes, y de repente estábamos en una tienda de campaña con frío”.

Fatima se mudó con sus hijos a la capital de Jordania, Amán. Más o menos un año después, y de la nada, se reunió con su esposo. “Llamaron a la puerta y ahí estaba. Pensé que estaba muerto".

Hoy, siete años después de su llegada a Jordania, apenas pueden mantenerse a flote. El destartalado apartamento cerca del centro de Amán que alquilan por 100 dinares ( 140 dólares) al mes carece casi por completo de muebles, con colchones en el piso para sentarse y dormir, y rara vez tienen más de un día de comida en la cocina.

Lo poco que Fatima gana no está ni cerca de proporcionar lo básico para su familia. Pero gracias a los 140 dinares ( 197 dólares) en asistencia mensual en efectivo que recibe del ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, junto con los cupones de alimentos del Programa Mundial de Alimentos, al menos puede cubrir el alquiler, mantenerlos alimentados y pagar el transporte escolar de sus hijos.

Es una imagen similar para la mayoría de los más de 5,5 millones de refugiados sirios registrados que viven en los principales países de acogida de la región: Turquía, Líbano, Jordania, Irak y Egipto.

La proporción de refugiados que viven por debajo del umbral de pobreza supera el 60 por ciento en muchos de estos países, mientras que más de un tercio de los niños refugiados no asisten a la escuela. La prolongada crisis también ha ejercido una gran presión sobre los recursos de las comunidades locales que los acogen generosamente.

"No me desesperaré”.

La precaria situación que enfrentan millones de refugiados después de nueve años de conflicto es lo que sigue generando casos de matrimonio precoz y trabajo infantil, y que niños como Naamat deben asumir tareas domésticas a una edad tan temprana.

Sin embargo, a pesar de la responsabilidad que le atribuye su situación, y la conciencia de que no es una situación normal para una niña de 11 años, la tranquila determinación de Naamat la ha ayudado a sobresalir en la escuela y alcanzar la cima de la clase en muchas materias.

"Me gusta mucho la educación, porque siento que me dará un hermoso futuro", dice ella. “Perdí parte de mi infancia, pero encuentro lo que queda en educación y en construir un futuro para mí. Aún no perdí eso y no me desesperaré”.

Es esta esperanza, mantenida viva por el hecho de que Jordania ha abierto sus escuelas y comunidades a los refugiados sirios, lo que hace que Naamat y su familia siga adelante. Después de nueve años, las comunidades de acogida continúan mostrando una notable solidaridad.

"Nunca parece que esté desalentada".

Para Fatima, ver la resiliencia y el optimismo de Naamat le permite esperar que eventualmente superen su situación actual.

“La vida fue muy dura para mí y mi familia. Enfrentamos muchos desafíos: el dolor de la guerra y el dolor de dejar atrás a nuestros seres queridos, la situación financiera, convertirse en refugiados, muchas cosas”, dice Fátima. “Pero ella tiene una personalidad muy fuerte. Nunca parece que esté desalentada o vulnerable”.

Esa tarde, después de que Fatima regresa del trabajo para hacerse cargo de las tareas de la casa, Naamat sale a jugar con dos amigos del vecindario.

Mientras se turnan para saltar la cuerda, compitiendo para superarse mutuamente, la expresión seria que Naamat ha tenido durante la mayor parte del día desaparece, reemplazada brevemente por una sonrisa de pura alegría.