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Dos personas refugiadas LGBTI de Venezuela empiezan una nueva vida en sus países de acogida

Historias

Dos personas refugiadas LGBTI de Venezuela empiezan una nueva vida en sus países de acogida

Las personas refugiadas LGBTI a menudo deben enfrentar muchos retos antes de encontrarse a salvo. Pero para una mujer trans y un hombre gay de Venezuela reconstruir sus vidas en sus países de acogida ha sido volver a nacer.
17 May 2020
Nacida hombre en Venezuela, la publicista venezolana Valentinna Rangel, de 27 años, hizo su transición a mujer después de huir a Chile.

Para Valentinna Rangel, encontrar la seguridad en Chile fue algo que le permitió expresar en lo exterior lo que siempre había sentido en su interior. Después de décadas de verse a sí misma como una mujer en el cuerpo de un hombre, la joven de 27 años completó su proceso de transición de hombre a mujer, que comenzó cuando huyó de la crisis económica y política en Venezuela, su país natal.


“Creo que hubiera sido imposible hacer la transición en Venezuela”, expresó Valentinna, añadiendo que en su país, las personas trans pueden enfrentarse a insultos, violencia e incluso situaciones peores, tanto de parte de sus conciudadanos, como de sus propios familiares.

Dejar su hogar para escapar de la persecución, el conflicto o la guerra es algo muy difícil para la mayoría de los refugiados y solicitantes de asilo, y la comunidad LGBTI se enfrenta a graves riesgos.

Las relaciones entre personas del mismo sexo están tipificadas como delito en más de 70 países en el mundo y en algunos casos se castigan con la muerte. E incluso en países donde las relaciones entre personas del mismo sexo no están penalizadas, las personas LGBTI pueden verse perseguidas por su orientación sexual, identidad de género u otras características sexuales, y por ello verse obligadas a huir. Las víctimas de este tipo de persecución pueden ser reconocidas como personas refugiadas, pero la triste realidad es que las personas LGBTI a veces se enfrentan a amenazas similares en su país de asilo. Eso hace que el viaje hacia la seguridad sea particularmente arriesgado para las personas refugiadas y solicitantes de asilo gays, lesbianas y trans.

“Por primera vez, me siento valorada por lo que soy”.

Para las personas LGBTI como Valentinna, encontrar un lugar de relativa seguridad puede ser como un renacimiento.

Valentinna dijo que nunca se identificó como hombre. Cuando era adolescente y vivía en la capital petrolera del noroeste de Venezuela, Maracaibo, Valentinna oyó hablar de la posibilidad de una transición y, desde entonces, supo que eso era lo que ella quería hacer. Leyó todo lo que pudo encontrar sobre el procedimiento, pero “todo era negativo, como el hecho de que la esperanza de vida de las personas trans era de 35 años, o que la comunidad todavía estaba asociada con la prostitución y la marginalidad”, explicó.

“No quería ese tipo de etiqueta”, dijo. Para mantenerse a salvo, optó por mantener su género de nacimiento mientras estudiaba la carrera de publicidad.

La situación en Venezuela se deterioraba incesantemente. La inflación se disparó, la comida y las medicinas escaseaban, los apagones se multiplicaban y la violencia se disparó. En 2014, el hermano de Valentinna fue asesinado. Poco después, su mejor amiga murió por causa del cáncer al no poder acceder a un tratamiento que podría salvar su vida. En 2016, Valentinna hizo las maletas y compró un pasaje de ida a Chile, uniéndose a los más de 5 millones de venezolanos que viven fuera de su país debido a la crisis actual.

En su nuevo hogar en la capital chilena, Santiago, Valentinna pudo finalmente hacer la transición que había soñado durante tanto tiempo. Después de los tratamientos hormonales, fue contratada – como mujer – en una prestigiosa empresa de publicidad, donde ha recibido el apoyo de su supervisor y otros colegas.

“Por primera vez, me siento valorada por lo que soy”, dijo. “Siento que mis colegas escuchan mis ideas, y que prestan atención a mi inteligencia, no a mi identidad de género”.

En América Latina, el matrimonio entre personas del mismo sexo es legal en varios países. No obstante, la región sigue siendo uno de los lugares más peligrosos del mundo para las personas LGBTI, y los asesinatos motivados por la homofobia y la transfobia son una trágica realidad en muchos países de la región.

Elvis Daniel, de 25 años, quien trabaja en un laboratorio médico, empezó una nueva vida después de huir de Venezuela a Brasil.

En Venezuela, el miedo era una parte ineludible de la vida diaria para Elvis Daniel, un hombre gay de 25 años de la región norteña de Anzoátegui. El simple hecho de poner un pie fuera de casa le producía miedo.

“Tenía miedo de ser golpeado”, dijo, añadiendo que su madre y sus hermanos, que siempre habían aceptado su orientación sexual, también temían por él. Elvis cultivó una “apariencia heterosexual”, ocultando su verdadera orientación sexual de los demás, excepto de su círculo íntimo de confianza de familia y amigos.

Elvis no podía soportar ver a su familia hundirse en el hambre y la desesperación cuando los precios de los alimentos en Venezuela se dispararon y la inflación desenfrenada devoró su poder adquisitivo. Decidido a ayudarles, se puso en marcha hacia Brasil en 2018.

“Ella me dijo que yo podía hacer grandes cosas en mi vida si tenía esperanza en que las cosas iban a mejorar”.

Inicialmente, enfrentó muchas dificultades para mantenerse en Boa Vista, la capital del estado de Roraima, en el norte de Brasil, que es el principal lugar de entrada de los venezolanos que huyen de su país. Sin trabajo, no pudo encontrar un lugar para vivir y no tuvo más opción que dormir en la calle. Allí, fue víctima de abuso sexual.

“Estaba listo para acabar con mi vida”, recordó.

Un día, Elvis estaba hurgando en la basura buscando algo para comer, cuando una trabajadora de ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, fue en su ayuda, proporcionándole un lugar donde quedarse en un albergue especializado para personas refugiadas y migrantes LGBTI. En ese momento, Elvis pesaba sólo 35 kilos.

“Tal vez si no hubiera sido por ella, no estaría aquí hoy”, dijo Elvis. “Me miró a los ojos y me dijo que no me rindiera. Ella me dijo que yo podía hacer grandes cosas en mi vida si tenía esperanza en que las cosas iban a mejorar. Y eso es lo que he hecho”.

ACNUR está comprometido con la protección de los derechos de las personas refugiadas y solicitantes de asilo LGBTI, así como con el apoyo a las redes y coaliciones que ayudan a las personas desplazadas de sus hogares. En Chile, ACNUR y la organización socia FASIC se están dirigiendo a la comunidad LGBTI para garantizar que los refugiados y solicitantes de asilo gays, lesbianas y trans puedan acceder a la atención médica y otros servicios esenciales. En colaboración con sus socios en Brasil, ACNUR ayuda a garantizar que las personas LGBTI que han sido desplazadas por la fuerza tengan acceso a atención de salud, capacitación para el empleo y a los servicios de colocación, y a asegurar que no sufran discriminación.

El encuentro de Elvis con la trabajadora de ACNUR marcó el inicio de un nuevo capítulo en su vida. Después de recuperarse en el albergue de Boa Vista, fue trasladado a la capital, Brasilia, como parte del programa de reubicación interna del Gobierno brasileño, que traslada a los venezolanos de la zona rural de Roraima a estados donde pueden integrarse mejor en la comunidad local y encontrar trabajo más fácilmente.

Ahora, Elvis trabaja en una clínica de diagnóstico médico y ha sido admitido en la prestigiosa Universidad de Brasilia.

“No me da vergüenza decirle a la gente que vivía en las calles y buscaba comida en la basura”, dijo. “No me voy a rendir porque he tenido una segunda oportunidad en la vida”.