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'He estado trabajando con un nivel de compromiso que nunca había tenido'

Historias

'He estado trabajando con un nivel de compromiso que nunca había tenido'

Con recursos limitados, un médico refugiado originario de Etiopía echa mano de sus habilidades y formación para ayudar a otras personas refugiadas que requieren ayuda en Sudán.
23 February 2021
Tefera Tewodros, médico refugiado originario de Etiopía, en la clínica de Hamdayet, al este de Sudán.

Tefera Tewodros, un médico refugiado, es una las primeras personas refugiadas que encontraron protección al este de Sudán, cuando se desató la crisis en la región etíope de Tigray en noviembre del año pasado.

Desde entonces, ha estado viviendo y trabajando en la clínica del pueblo fronterizo de Hamdayet, en el estado de Kassala, donde encontraron protección buena parte de las 60.000 personas que huyeron del conflicto en Etiopía.

Nacido en Eritrea, Tefera se mudó a Etiopía después de la independencia; ahí se graduó de la escuela de medicina y se convirtió en cirujano. En los últimos años, se desempeñó como cirujano en Humera. Llevaba una vida tranquila, y nunca imaginó que tendría que huir con nada más que la ropa que llevaba puesta.

“Los primeros días como refugiado fueron los peores de mi vida. Todo era confuso y traumático. No sabía qué estaba pasando exactamente. No podía pensar”, recuerda el médico, quien no ha logrado comunicarse con sus seres queridos desde que todos los canales fueron cortados.

Sin embargo, todo cambió el 16 de noviembre. Por el sorprendente número de personas que cruzaban la frontera (muchas de ellas enfermas o heridas), se dio cuenta de que tenía que intervenir y ayudar. Se ofreció para apoyar a ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, y a la Comisión para los Refugiados de Sudán (COR) en el centro de tránsito de Hamdayet. Al día siguiente, empezó a prestar servicios como voluntario en la clínica, de la cual está cargo la Sociedad de la Media Luna Roja en Sudán.

“Los primeros días como refugiado fueron los peores de mi vida. Todo era confuso y traumático”.

Sin importar cuán largas sean las jornadas ni la falta de personal o de suministros médicos, Tefera ha encontrado un nuevo propósito en su trabajo.

“Desde ese día he estado trabajando con un nivel de compromiso que nunca había tenido”, añade.

Tefera y sus colegas atienden a cientos de pacientes cada día en el pequeño centro de salud de Hamdayet, un sitio que cuenta con solo dos habitaciones; una de ellas se utiliza como oficina y área de atención ambulatoria, mientras que la otra se usa como farmacia, almacén y laboratorio de enfermedades infecciosas. El sitio funciona también como un pequeño hospital, donde la que una vez fue la cama del médico ahora se usa como mesa de resucitación y operación.

“Ahora duermo en una colchoneta detrás de la clínica”, dice.

Aunque a veces siente no estar explotando todo su potencial, debido a las difíciles circunstancias, continúa como voluntario en el centro de salud.

“Por lo menos estoy haciendo algo que beneficia a mi gente y me llena de orgullo poder apoyar a la comunidad local también”, explica.

Actualmente está capacitando a ocho personas que se han ofrecido como voluntarias para ayudar en las actividades diarias de la clínica.

“Toma tiempo capacitar a estas personas porque se les pide realizar tareas que van más allá de sus labores de rutina; además de los múltiples retos que enfrentamos”, agrega.

No obstante, dice que ha habido pequeñas victorias: “Una de las personas que estábamos capacitando se fue recientemente porque obtuvo empleo en una clínica cercana”, apunta.

“Ahora duermo en una colchoneta detrás de la clínica.”

Tefera apoya a su gente no solo como médico con experiencia, sino también como alguien que está atravesando por una situación similar y que, por tanto, comprende el trauma que provoca el desplazamiento forzado.

“Las emociones no pueden traducirse tan fácilmente como las palabras”, dice mientras agrega que tiene la convicción de que conocer la lengua y la cultura de sus pacientes le ha permitido ayudarles.

Además de la labor que realiza en la clínica, este médico pasa su tiempo libre – el poco que tiene – charlando con sus amistades y familia en Europa, EE. UU. y otros países. Su mayor esperanza es recuperar la vida que llevaba antes de salir de Etiopía.

Mientras tanto, si bien más de 30.000 personas refugiadas han sido reubicadas (para ofrecerles protección y mejores condiciones de vida) desde la zona fronteriza a los campamentos de Um Rakuba y Tunaydbah en el estado de Gedaref, Terefa se quedará en Hamdayet para seguir ayudando a la comunidad.