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Comienza el largo proceso de reconstrucción de un pueblo destruido por la guerra en Ucrania

Historias

Comienza el largo proceso de reconstrucción de un pueblo destruido por la guerra en Ucrania

Aunque gran parte del pueblo de Nalyvaikivka quedó en ruinas por mortíferos ataques, las familias locales, que tienen previsto reconstruir el pueblo, cuentan con alojamiento temporal y materiales de construcción gracias al apoyo de ACNUR.
11 August 2022
Oksana, Yurii y Svitlana frente a su casa, que fue destruida, en Nalyvaikivka, en la óblast de Kiev.

En el tranquilo pueblo de Nalyvaikivka, a las afueras de Kiev, la comunidad local revisa cuidadosamente los escombros de las casas con la esperanza de poder rescatar algo. Algunas personas se reúnen en las entradas de los jardines para ofrecer palabras de apoyo; hacen lo posible por aceptar la pérdida y la destrucción que han tenido lugar en las últimas semanas.


Esta es la nueva realidad de la comunidad de Nalyvaikivka, que es muy unida. La calle principal solía estar llena de vida por tratarse del lugar en el que la población local compartía lo poco que tenía, y los vecinos conversaban desde sus jardines.

Tristemente, el 4 de marzo, el pueblo despertó con las alarmas antiaéreas y los bombardeos subsecuentes. Luego de tomar apresuradamente algunas pertenencias esenciales, como abrigos y guantes para el invierno, los residentes corrieron por su vida para guarecerse en búnkeres cercanos.

Yurii, Oksana y su hija, Svitlana se pusieron a salvo en el sótano, una fría habitación que usaban para almacenar verduras marinadas y mermeladas hechas en casa. “Mientras se cerraba la puerta del sótano sobre nuestras cabezas, escuché cómo se rompían los cristales”, contó Oksana. Al salir del sótano, la familia descubrió que su casa había sido bombardeada.

Temiendo por su seguridad, la familia huyó a un pueblo cercano, donde fue recibida por amistades, pero regresó un par de semanas después. “Regresamos cuando los bombardeos se detuvieron y las tropas se retiraron del área. La calle era gris, por las cenizas de los edificios que se quemaron. Nuestro jardín está lleno de escombros, grava, marcos de ventanas y cristales. Limpiar nos ha tomado días. Nos movemos con mucho cuidado porque no sabemos si en el jardín hay municiones sin estallar u otros peligros”.

Con la intención de encontrar un sitio seguro, Svitlana, la hija de 24 años de Oksana y Yurii, se reunió con una amistad suya en Eslovaquia, pero volvió un mes después. “No podía estar allá sabiendo que mamá y papá tenían que hacer frente a este infierno”. Aunque vive en Kiev, su hermano, Oleksandr, de 31 años, también está ayudando a la familia a recoger los escombros. Bonita, la perrita de la familia, observa sentada en el sitio donde alguna vez estuvo la casa.

“Invertí toda mi vida en esta casa”.

Con ayuda de su hermano, Oksana, una enfermera de 51 años, pasó mucho tiempo construyendo la casa, que fue destruida, para que sus hijos, Svitlana y Oleksandr, tuvieran un lugar cálido y seguro donde vivir. “Nunca tuvimos suficiente dinero para empezar y concluir la construcción en una sola etapa”, contó.

Cuando Yurii, un trabajador de la construcción de 60 años, entró a la vida de Oksana hace cuatro años, el ritmo de la obra aumentó considerablemente y, juntos, le dieron forma a la casa de sus sueños.

“La construimos con amor; prestamos atención a cada detalle”, explicó Oksana. “Esta casa era como nuestra hija: invertimos mucha atención y cariño en ella. Invertí toda mi vida en esta casa”.

Gran parte de la población de Nalyvaikivka perdió prácticamente todo. Los mortíferos bombardeos y ataques con misiles, que duraron semanas, dañaron o destruyeron más de 220 casas, de las cuales, 30 fueron destruidas por completo; entre ellas, tan solo siete se encontraban en la misma calle donde vivían Oksana y su familia. “Este era un vecindario amistoso; ahora, es una calle de terror”, señaló Oksana mientras observaba la destrucción a su alrededor.

En julio, Filippo Grandi, Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados, se reunió con Oksana, Yurii y Svitlana para, por un lado, expresar su solidaridad, no solo a la familia, sino a toda la comunidad; y, por otro, para reconocer la resiliencia y fortaleza que han mostrado.

Mientras millones de ucranianos se tambalean por el impacto de la guerra y se enfrentan a la llegada de un invierno muy frío, con el generoso apoyo de sus donantes, ACNUR se esfuerza por garantizar que las personas afectadas por el conflicto tengan un lugar digno y seguro donde quedarse. Las personas desplazadas recibirán dinero en efectivo y asistencia jurídica. Las viviendas, que incluyen casas y centros residenciales, serán reparadas. Además, se distribuirán artículos como mantas, colchones y lámparas. En este contexto, no obstante, la situación humanitaria sigue deteriorándose: se estima que 15,7 millones de ucranianos necesitan asistencia, con inclusión de 6,6 millones de personas desplazadas internas.

A pesar del trauma provocado por la pérdida de sus hogares, la población de Nalyvaikivka empieza a aceptar la pérdida de personas con las que había convivido toda la vida. Por encima de la valla de su jardín, Oksana observa una casa destruida. “Nuestros vecinos no sobrevivieron. El hijo falleció en el bombardeo; la madre murió más tarde, en el hospital”.

Detrás de las ruinas de su antiguo hogar, junto a un campo de amapolas quemadas color naranja, puede verse la unidad habitacional donde la familia vive actualmente. “En mayo, ACNUR nos proporcionó un hogar temporal”, explicó Oksana en la cocina. Para dar un toque hogareño al alojamiento, ACNUR también les proporcionó colchones, ropa de cama, lámparas solares y otros artículos, como jabón y toallas.

Pese a todo lo que han vivido, la familia no se ha dado por vencida. Ladrillo a ladrillo, Yurii ha dado inicio a la reconstrucción de su amado hogar. Una ordenada pila de material que rescató de los escombros es símbolo de su determinación. ACNUR proporcionará materiales adicionales para ayudar a la familia.

Oksana, amante de la jardinería, estuvo de pie junto a sus flores y un cerezo carbonizado. Usando ladrillos dañados que daban forma a su hogar, Oksana construyó nuevos parterres. “Por lo menos puedo darle una nueva vida a los retazos que quedan de mi casa”.

Si bien la comunidad está lista para reconstruir el pueblo, la terrible pérdida que sufrió ha dejado una marca, de manera que los residentes aún están en duelo por las personas que no lograron sobrevivir. Para Oksana, las noches son particularmente duras: tiene pesadillas, y tanto su mente como su corazón se aceleran cuando piensa en lo ocurrido.

“En el trabajo me dicen que soy afortunada por haber sobrevivido. Mi respuesta es: ‘Sí, estoy viva, pero mi alma no lo está’. Mi casa era como una hija. Deseo reconstruirla, pero no estoy segura de tener la fuerza para hacerlo”.