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Historia de vida: Una abuela escapa del infierno de Mogadishu

Historias

Historia de vida: Una abuela escapa del infierno de Mogadishu

Aisho escapó de la ciudad hace tres meses con sus cuatro hijos y seis nietos y se abrió camino a pie y luego en autobús hasta llegar a un campamento en el norte del país.
31 August 2010
Aisho fuera de su nueva y humilde casa en Galkayo.

GALKAYO, Somalia, 31 de agosto (ACNUR) – Aisho Warsame se despertó una mañana y notó que ya no podía soportar el ruido de los bombardeos. Tenía que irse de Mogadishu o se volvería loca o, más probablemente, terminaría muerta.

"Las calles de Mogadishu están completamente desiertas, las pocas personas que quedan están muy asustadas como para dejar sus casas", cuenta al ACNUR la mujer de 62 años, ya a salvo en Galkayo, un pueblo a 700 kilómetros al norte de la capital somalí. "Todo lo que se ve en las calles son cadáveres de personas que fueron alcanzadas por balas o morteros."

Aisho escapó de la ciudad hace tres meses con sus cuatro hijos y seis nietos, y se abrió camino a pie y luego en autobús hasta llegar a Galkayo, donde encontró refugio en un campamento que alberga a miles de personas desesperadas que fueron desplazadas por los enfrentamientos que parecen no tener fin.

Sin embargo, aunque llegó sin nada a Galkayo, no se arrepiente de haber huido de Mogadishu. "Vivir sin el temor de ser asesinado es un lujo", resaltó. Ciertamente, no tiene otros lujos aquí: vive en un pequeño refugio improvisado que casi no le ofrece protección de los elementos naturales. Además, ella y su familia tienen poca comida y agua, dependiendo de otros para obtenerlas. No hay una escuela para sus nietos.

Galkayo, que yace en la frontera entre el centro de Somalia y la región norte de Puntland, alberga a unas 45.000 personas desplazadas, principalmente desde Mogadishu y otras áreas del sur y el centro del país. La situación económica y de seguridad es frágil y el ACNUR brinda algo de asistencia a los recién llegados, como así también realiza actividades de capacitación de habilidades y de generación de ingresos.

A pesar de las dificultades cotidianas de su vida, Aisho se aferra a la esperanza de que las cosas vayan a mejorar, aunque no deja de pensar sobre lo vivido y su lucha por escapar del infierno en el que se ha convertido Mogadishu.

"A las personas que se quedaron en Mogadishu no les importa la vida. Sobrevivir o morir es lo mismo para ellos porque, en Mogadishu, ya no hay vida", dice Aisho. Y agrega: "mucha gente ya no tiene más fuerza o no dispone de los medios financieros para siquiera enterrar a sus familiares".

Tomar la decisión de irse fue una cosa, pero Aisho no tenía dinero para pagar el transporte. "Mendigué durante meses. Nunca antes lo había hecho y no puedo explicar cómo me hizo sentir eso. Cada vez que veía a una persona bien vestida, corría hacia ella para pedirle dinero. Sentía tanta vergüenza al principio, pero no tenía otra alternativa – tenía que hacerlo por mis hijos", recuerda.

Muchas otras mujeres y niños hicieron lo mismo, recorriendo las calles peligrosas cerca de los mercados y zonas residenciales durante muchas horas al día. "Las mujeres están forzadas a salir para buscar comida, pero nunca saben si volverán a casa", indica Aisho.

La vida se tornó aún más difícil para Aisho y su familia cuando su hogar fue dañado por un mortero. Durante semanas, durmieron en las ruinas de la casa sin techo. Y luego llegó el peor golpe: la muerte de su marido. El recogía la basura y el material de construcción en una carretilla para mantener a la familia con vida, ganando dinero suficiente para unas pocas tazas de maíz. "No era suficiente para alimentarnos pero sí para mantenernos vivos. Mis hijos pedían comida constantemente", recordó Aisho

Después de la muerte de su marido, Aisho continuó trabajando para ahorrar dinero para los pasajes que los sacarían de Mogadishu. A mitad de mayo, había ahorrado suficiente dinero por lo que tomó un autobús rumbo a Galkayo.

Mientras Aisho se confronta con la dura realidad de no volver a ver a su esposo, también se contenta con estar lejos de su pueblo y junto a su familia. "Debería estar muy agradecida a Dios", suspira.

Aisho es una de las 1.4 millones de personas desplazadas que viven en condiciones muy precarias en Somalia, escenario de una de las peores crisis humanitarias del mundo. ACNUR ha urgido a los gobiernos de no retornar a los somalíes de vuelta a Mogadishu.

Por Roberta Russo, en Galkayo, Somalia