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Ruanda: Un solitario refugiado congoleño encuentra un nuevo camino ayudando a viajeros

Historias

Ruanda: Un solitario refugiado congoleño encuentra un nuevo camino ayudando a viajeros

Un huérfano congoleño que creció en el campamento de refugiados de Gihembe se convierte en el primer gerente de recepción de refugiados en un hotel en el norte de Ruanda.
18 June 2014
Emmanuel Kabumba frente a la recepción de su nuevo lugar de trabajo. Este refugiado de la provincia de Kivu Norte, en la República Democrática del Congo, comenzó a trabajar en este hotel en febrero de 2014.

BYUMBA, Rwanda, 18 de junio de 2014 (ACNUR) – Emmanuel Hakizimana Kabumba nunca deja de moverse. Como nuevo jefe de recepción de un hotel situado en el norte de Ruanda, su trabajo abarca una amplia variedad de actividades: desde dar la bienvenida a los huéspedes con una amplia y natural sonrisa y llevarles el equipaje a sus habitaciones hasta asesorales sobre dónde conseguir los mejores precios en artesanía local.

El trabajo es un gran logro para Emmanuel, de tan sólo 25 años. El joven superó a más de tres docenas de solicitantes ruandeses para el puesto, a pesar de que apenas llevaba unas semanas de formación de un programa de hostelería de seis meses. Él es también el primer refugiado que el hotel ha contratado para gestionar la recepción. El gobierno de Ruanda permite a los refugiados abandonar los campamentos en busca de trabajo pero no todos tienen tanto éxito como Emmanuel.

Refugiado o no, no fue difícil para la administración del hotel decidir que era el mejor candidato para este trabajo. Consiguió un 95 por ciento en la puntuación del examen final para el puesto, que incluía responder a las preguntas en cuatro idiomas: Inglés, francés, kinyarwanda y kiswahili. El segundo candidato obtuvo sólo un 53 por ciento.

"Estaba emocionado. Lloré", dice mientras recuerda el momento en que descubrió el resultado. "Dije: 'Por favor, Dios, la gloria es para ti, porque ahora puedo ayudar a mi familia' ". Este nuevo orgullo que siente Emmanuel se refleja en la siempre presente sonrisa en su rostro que desmiente toda una vida de soledad.

"Mi pasado fue sólo tristeza", dice en voz baja. "La vida no era fácil". Emmanuel llegó a Ruanda a la edad de ocho años, completamente solo. Sus padres habían muerto en el conflicto de la República Democrática del Congo. La madre de un amigo se hizo cargo de él pero aún estando rodeado de gente, todavía se sentía solo.

"Mi madre adoptiva siempre decía, '¿Sabes Emmanuel? A pesar de que te he adoptado, la familia de mi marido no está feliz contigo' ". Emmanuel dice que fue condenado al ostracismo y que constantemente le recordaban que él no pertenecía a la familia. Sus padres adoptivos también lo culparon por su eventual separación. "Siempre me pregunté: '¿Por qué estoy solo? ¿Por qué no tengo a nadie?' ".

Los libros se convirtieron en su consuelo durante sus años en el internado. "Ahí es donde estaba mi vida real", dice. Durante su tiempo en la escuela, rara vez volvió a Gihembe, el campamento de refugiados donde aún vive hoy.

Mientras él se zambullía en la educación le surgían otras oportunidades. Después de la escuela secundaria, un trabajo como traductor cambió su vida. Por primera vez, se encontró con gente de todo el mundo y su confianza creció en la medida en que fue capaz de utilizar sus idiomas para comunicarse. No tenía idea de hasta qué punto lo llevaría su fluidez en inglés, francés y kiswahili.

"Hay un proverbio en inglés que dice que nada sucede por casualidad", agrega, mirando hacia atrás en ese periodo de su vida.

Emmanuel ahora divide su tiempo entre su trabajo en el hotel y las reconfortantes horas en casa con su esposa Alicia, con quien se casó el año pasado, y su hija Erica. "Ellas me dan un gran consuelo", dice.

"Emmanuel es un ejemplo brillante de cómo los refugiados pueden contribuir al desarrollo de las comunidades en las que encuentran asilo", dice Francois Abiyingoma, oficial encargando de la gestión de los programas de ACNUR en Ruanda. "Normalmente los refugiados prefieren regresar a su país. Pero ya que no es posible para todos los refugiados, en los últimos años ACNUR ha estado trabajando con los gobiernos para encontrar otras soluciones. Permitir que los refugiados como Emmanuel puedan trabajar no sólo aumenta su dignidad individual, también ayuda a los países de acogida".

Al terminar su día de trabajo y mientras el sol comienza a ponerse, Emmanuel comprueba la hora. Pronto deberá volver al campamento de refugiados a pasar la noche. Sin embargo, con su esposa e hija esperándolo allí, el campamento de Gihembe ya no le recuerda una infancia de soledad. "No me siento solo ahora", dice con su sonrisa característica.

Por Shirley Camia en Byumba, Ruanda