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La solidaridad de los hondureños 4 décadas después

Historias

La solidaridad de los hondureños 4 décadas después

Un reencuentro con la comunidad que acogió a miles de salvadoreños.
24 March 2021
Un vehículo de ACNUR en el sitio donde hace unos cuarenta años se encontraba el campamento de refugiados de San Marcos de Ocotepeque, en Honduras.

TEGUCIGALPA, Honduras – En el municipio de San Marcos de Ocotepeque, en Honduras, sólo quedan algunos vestigios del campamento de refugiados que alguna vez albergó a más de 25.000 salvadoreños que huían de la guerra en su país en los años ochenta: unas columnas en cemento en donde alguna vez estaban los comedores y unos rastros de las letrinas.

Pero para Jimmy Linares, docente de San Marcos, los recuerdos del campamento no se han borrado de su memoria. Aún recuerda que cuando tenía apenas cuatro años y acompañaba a su madre, quien era profesora de la escuela del campamento, pedía que lo montaran en uno de los carros del ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, para recorrer el campo.

En varias oportunidades Jimmy se sentó junto a Roberto Meier, oficial del ACNUR quien para esa época empezaba su carrera internacional en los campamentos de Honduras. Casi cuatro décadas después, Meier, se reencontró con Jimmy y otros miembros de la comunidad de San Marcos en un encuentro simbólico de reflexión sobre el pasado y la respuesta solidaria y esperanzadora de los San Marqueños en los 80 que abrieron sus puertas para acoger a los refugiados salvadoreños.

En compañía del alcalde Alexander Ramírez y de maestros, enfermeras, líderes comunitarios y administradores que trabajaron en los campos de refugiados, la comunidad recordó lo que fue asistir a tantas personas en una situación tan adversa.

Mario Argeñal, hondureño y coordinador del Campo de Colomoncagua, recordó el día en que llegó uno de los primeros grupos de refugiados. “Ese martes trajimos el primer grupo de 300 personas; uno adelante del otro y les pedíamos que no se salieran de la fila. Yo iba adelante y mi compañero atrás para protegerlos”. En diciembre de 1981 el campamento recibió a más de 3.000 salvadoreños.  

El ACNUR para ese entonces empezaba su trabajo en la región apoyando a las autoridades hondureñas y a las comunidades cercanas a la frontera que recibieron a miles de familias campesinas que cruzaban la frontera por el río Sumpul.

La gente escapaba de sus hogares y cruzaban a Honduras en busca de asilo; los salvadoreños rápidamente crearon un sistema comunitario para poder sobrellevar las dificultades en los campos y al cabo de un tiempo contaban con un área de salud para asistencia médica, alimentación y sanidad.

Eventualmente y con el apoyo del ACNUR, las personas empezaron a producir sus propios alimentos: la milpa, gallinas, cerdos, y del pueblo de San Marcos llegaron maestros a dar clases a los niños y niñas de los campamentos. “Parte de la cultura de trabajo de los salvadoreños lo asumimos nosotros”, añadió el alcalde Ramírez.

En 1987, con los acuerdos de Esquipulas, se dio inicio a las repatriaciones a El Salvador y gradualmente las personas fueron regresando a sus hogares en las comunidades de Chalatenango, Cuscatlán y Santa Marta del departamento de Cabañas del otro lado de la frontera.

Maritza Mejía, una líder comunitaria, al escuchar las historias de ese momento señala que hoy, la realidad es otra. “Hay gente que está saliendo de sus hogares porque la utilizan para el microtráfico, usan niñas y niños, hay muchachos que mueren todos los días”, dijo.

Es esa realidad la que ha llevado al Estado de Honduras y el ACNUR a renovar su acuerdo para fortalecer la necesaria respuesta para prevenir el desplazamiento y para atender a las al menos 247.000 personas desplazadas internamente por la violencia en el país. Miles de otros hondureños buscan asilo en otros países.

“Los contextos son muy distintos, del marco de conflictos armados internos, nos enfrentamos ahora al escenario de la violencia del crimen organizado que afecta a numerosas comunidades en el país y que ha segado las ilusiones de miles de personas, fracturado sus familias e impactado sus procesos organizativos”, comentó Andrés Celis, Representante del ACNUR en Honduras.

La solidaridad de los hondureños durante los años ochenta y los instrumentos regionales con los que el mundo acordó solidarizarse en la actualidad – como el Marco Integral Regional para la Protección y Soluciones (MIRPS) – son imprescindibles para prevenir y responder a la situación de las personas desplazadas y sus familias.

“Recorrer la historia de estos campos y revivir los relatos de la hermandad de los hondureños nos dan aún más motivos para sumar a las 247.000 razones que invitan a proteger a los desplazados internos en Honduras”, dijo refiriéndose al número de desplazados internos en país.

Con su visita a San Marcos, Roberto Meier cerró un ciclo de trabajo con el ACNUR en favor de personas refugiadas y desplazadas internas en Argentina, Honduras, Pakistán, Suiza, Malawi, Mozambique, Venezuela, Ecuador, Panamá, Colombia y México.

“Volver a San Marcos y reencontrarme con la comunidad ha sido revivir el compromiso, la generosidad y el principio de humanidad en su máxima expresión; que estos sean siempre los principios que guíen el trabajo del ACNUR, sin duda, fueron los que yo elegí para dignificar la vida de tantas personas que fueron forzadas a dejar sus hogares y lugares de origen”, destacó.