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Refugiados afganos retornados reconstruyen sus vidas a pesar de los desafíos

Historias

Refugiados afganos retornados reconstruyen sus vidas a pesar de los desafíos

ACNUR y sus socios están ayudando a los retornados a acceder a servicios básicos, terrenos y empleos. Sin embargo, se necesita más apoyo internacional.
26 November 2018
Líderes comunitarios, entre ellos Qayyum Khan* (centro), se reunieron con ACNUR y socios locales en el centro comunitario construido por ACNUR en Dasht-e Tarakhil, Kabul, Afganistán.

En 47 años, Qayyum Khan* se ha visto obligado a huir de su hogar tres veces entre Afganistán y Pakistán.


Era tan solo un adolescente cuando su familia se fue a Pakistán durante la ocupación soviética en Afganistán. Nunca pensaron que la mudanza sería permanente, pero a medida que pasaban las décadas y un conflicto evolucionaba en otro, la esperanza de poder volver a su hogar era cada vez menor, sueño que se esfumaba más que una posible realidad.

En 2016, Qayyum Khan decidió llevar de vuelta a Afganistán a su familia, que incluía siete hijos, todos nacidos y criados en Pakistán.

“Ni siquiera recuerdo cómo nos subimos al camión, cómo empacamos todas nuestras vidas, no recuerdo nada”, dijo él, recordando la emoción que sintió en el momento.

Qayyum y su familia eran parte de los casi 5,2 millones de refugiados afganos que retornaban a su hogar con la asistencia de ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, a principios de la década del 2000.

“Ni siquiera recuerdo cómo nos subimos al camión, cómo empacamos todas nuestras vidas”.

Después de criar a sus hijos con las historias de su hogar de niñez, la transición a la situación actual en Afganistán no fue nada fácil. Tan solo tres meses después de regresar a su hogar en el distrito de Chadara en la provincia de Kunduz, Qayyum Khan se tuvo que desplazar por la violencia, por tercera vez.

El llevó a su familia a Dash-e Tarakhil, a una hora de Kabul, la capital, donde se habían comenzado a asentar más de 1.000 familias retornadas, la mayoría procedente de su nativa Kunduz.

Si bien estaban seguros de la violencia y la inseguridad, inicialmente la familia encontró un área aislada y subdesarrollada. Los terrenos cercanos estaban vacíos y eran áridos, y las calles sin pavimentar dificultaban la movilización para buscar empleo o asistir a la escuela.

Pero gracias a los fuertes lazos comunitarios y el apoyo de ACNUR y su socio nacional, ABRAR, las autoridades afganas y organizaciones internacionales, la comunidad ha crecido gradualmente hasta tener más de 7.000 habitantes.

Al juntar los fondos que les dieron las organizaciones internacionales, incluido ACNUR, que ayuda a los refugiados que optan por regresar a sus hogares, la comunidad compró pequeñas parcelas de tierra en el área y comenzó a reconstruir sus vidas.

En 2017, ACNUR pavimentó un kilómetro de la carretera que conduce a la comunidad, mejorando el acceso a la carretera principal y los mercados locales. Este año, ACNUR y sus socios construyeron dos pozos de agua profunda con energía solar, embalses y una red de distribución de agua, para proporcionar a la comunidad en crecimiento un suministro limpio y confiable.

Los esfuerzos para fomentar el espíritu emprendedor comenzaron el año pasado y continúan. Incluyen el establecimiento de proyectos de pequeñas y medianas empresas para 30 hombres y 30 mujeres y la financiación de un programa de tejido de alfombras, que ofrece una alternativa a la jornada de bajos salarios en Kabul, que paga el equivalente a 1 dólar diario. Las pequeñas empresas en el área están satisfaciendo la creciente demanda del mercado y se están expandiendo.

El municipio, que también incluye a las familias de la provincia de Baghlan, decidió invertir en sus generaciones más jóvenes. El año pasado, cada hogar recaudó fondos para comprar tierras para construir una escuela para sus hijos, muchos de los cuales no conocían los idiomas locales de Pastún y Darí cuando llegaron.

“Puede que nosotros no estemos aquí mañana, pero nuestros hijos sí estarán”, dijo Zardad, otro retornado. La escuela, que se está construyendo con la asistencia de ACNUR, se integrará al sistema educativo del Gobierno de Afganistán.

“Puede que nosotros no estemos aquí mañana, pero nuestros hijos sí estarán”.

Para que su educación no se interrumpa mientras se construye la nueva escuela, los niños continúan estudiando en instalaciones temporales proporcionadas por ACNUR y UNICEF. Las sesiones se dividen entre la mañana y la tarde, para niños y niñas. Los maestros son hombres jóvenes, de 20 años, pertenecientes a la comunidad.

Los residentes agradecen las mejoras en los casi tres años que han pasado desde que regresaron, entre ellos Haji Amooz. “Somos mucho más felices, las cosas han mejorado mucho desde que llegamos por primera vez”, dijo.

Si bien Qayyum Khan señala que los desafíos persisten y que hay mucho por hacer, él y otros residentes tienen esperanzas, destacando que no se arrepiente de haber regresado.

Las necesidades de millones de retornados afganos ocupan un lugar destacado en el programa de la Conferencia de Ginebra sobre Afganistán, que tendrá lugar esta semana.

Liderado por el Gobierno de Afganistán con el apoyo de la ONU, el foro apunta a hacer un balance de los progresos realizados en los últimos años y las intervenciones e inversiones a largo plazo necesarias para que el retorno y la reintegración sean sostenibles.

 

* Los nombres de los refugiados han sido cambiados por razones de protección.