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Somos el final de la cadena, dice doctor de hospital en Sudán del Sur

Historias

Somos el final de la cadena, dice doctor de hospital en Sudán del Sur

El doctor Kalisa Yesero Wabibiye, formada en Uganda, pensó que no iba a durar ni una semana. Dos años después, aún está aquí.
25 September 2018
El Dr. Kalisa Yesero Wabibiye trabaja con el Dr. Atar y otros dos cirujanos en el Hospital Bunj, que cuenta con 120 camas. "Cuando empecé aquí, pensé que no iba a durar ni una semana. Fue la primera vez que tuve que vivir en una tienda de campaña".

El doctor Kalisa Yesero Wabibiye, formado en Uganda, está acostumbrado a sobrevivir en lugares de difícil acceso y en condiciones extremas.


Ha trabajado para varias organizaciones de ayuda en África y dice que este tipo de trabajos le hace sentirse más útil y capaz para marcar una diferencia que si trabajara en un hospital bien equipado de la capital de Uganda, Kampala, su ciudad natal.

Actualmente trabaja en el hospital de Maban, que cuenta con 120 camas y es el único centro médico con instalaciones quirúrgicas funcionales en el Estado del Alto Nilo (Sudán del Sur), a 600 km de la capital Yuba.

“Cuando empecé aquí, pensé que no iba a durar ni una semana”, dice el Dr. Kalisa,  casado y con tres hijos.

“Fue la primera vez que tuve que vivir en una tienda de campaña. Tenía pesadillas. Era tan difícil, tan pequeño, el techo estaba muy cerca de mi cabeza. No había puerta, solo una cremallera”.

Eso fue hace dos años y medio, y aún está en Bunj, en gran parte gracias al Dr. Evan Atar Adaha, cirujano jefe y director médico del hospital. Ambos trabajan en el hospital junto a otros dos médicos.

“Aquí te las tienes que arreglar".

“El Dr. Atar trabaja mucho”, apunta, una afirmación que respaldan sus colegas. “No podría hablar de una sola operación que no haya hecho él. Es una persona indispensable para este lugar”.

“Aquí te las tienes que arreglar. ¿Que no hay una herramienta? Es divertido verle fabricar algo parecido con alguna pieza de un coche viejo,  para aflojar placas en un hueso”.

El hospital agregó recientemente una sección neonatal y una sala de tuberculosis con 20 camas. Abierto las 24 horas, atiende a una población de más de 200.000 personas, que incluye a 144.000 refugiados del estado de Nilo Azul en Sudán, de los cuales 142.000 viven distribuidos en cuatro campamentos de refugiados. Además, en el condado de Maban y sus alrededores hay otras 17.000 personas sursudanesas  desplazadas internamente por el conflicto. La población nativa de Maban es de alrededor de 53.000 personas.

 “Somos el final de la cadena”, dijo Kalisa. “Esta es una ventanilla única. No hay otro nivel al que podamos referir casos. No hay especialistas superiores. Tomar una decisión final puede ser muy estresante”.

Los cuatro doctores forman un equipo unido. “Aquí tenemos nuestro propio mundo”, dice Kalisa. “Nos dividimos el trabajo. A veces tenemos que forzar al Dr. Atar a  que deje de trabajar. Una vez nos juntamos en su contra y amenazamos con evacuarlo porque estaba enfermo y no comía. Entonces decidió comer”.

Cuando alguno de los médicos da con un caso complicado, los cuatro se reúnen rápidamente y toman una decisión conjuntamente. Sobre sus hombros cae una gran responsabilidad. “Cuando los médicos llegan de un buen hospital en el que tienen todo lo que necesitan a su disposición, se quedan pasmados”, afirma. Antes de asistir a la escuela de medicina, trabajó como mecánico; es una habilidad útil aquí en Bunj, donde la electricidad depende de generadores medio estropeados.

“Aquí en Sudán del Sur hay que ser firme”.

El Dr. Atar y su equipo trabajan en un entorno difícil y peligroso. Desde que estalló la guerra civil en 2013, las instalaciones médicas de Sudán del Sur han sido saqueadas u ocupadas, y su personal ha sido víctima de intimidación, detenciones, secuestros y asesinatos. Debido a la inseguridad en el área, el hospital de Maban solo tiene dos turnos y nadie sale del complejo por la noche. El personal de enfermería vive cerca.

“Necesitamos al Dr. Atar, no solo por sus habilidades médicas, sino también por su capacidad para tratar con gente armada”, dice el doctor. “Aquí en Sudán del Sur hay que ser firme”.

El estilo de liderazgo del Dr. Atar puede incluir bromas. Sin embargo, el Dr. Atar, que nunca guarda rencor, es conocido por gritar. Su forma de ser es muy dada a las bromas, y jamás le guarda rencor a nadie, pero es de los que grita a menudo. El personal lo admira y respeta por la vida que ha llevado. En la última década, en la que Sudán ha estado inmersa en una guerra civil, ha proporcionado atención médica a las dos partes en conflicto, de manera infalible.

Más allá del hospital, los doctores intentan mantenerse al día de los últimos procedimientos quirúrgicos a través de conferencias semanales. Kalisa se relaja tocando la guitarra y cantando, a menudo con el Dr. Atar. De él aprendió, por ejemplo, que puede usar tierra para detener el sangrado, incluso con una herida en el pecho, y a observar a las aves para elegir las frutas silvestres comestibles

Cada vez que el Dr. Kalisa regresa a Uganda, echa de menos la vida en Bunj.

“Al vivir aquí, me he vuelto mucho más flexible”, dice. “Siento que importo. No me quejo tanto. Ya  solo tomar un vaso de agua fría o comer un mango es toda una alegría. Y ahora tenemos Internet”.