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Un refugiado de Sudán del Sur participa en la reforestación en Uganda

Historias

Un refugiado de Sudán del Sur participa en la reforestación en Uganda

Un refugiado de Sudán del Sur asentado en Uganda contribuye a promover un movimiento para la conservación del medio ambiente.
5 June 2019
Abraham Bidal sostiene un joven retoño que plantará junto a su casa en el estado del Nilo Occidental.

A sus 32 años, Bidal Abraham ya ha tenido que huir de su hogar en Sudán del Sur en tres ocasiones. En cada una de ellas, logró alcanzar la seguridad en el vecino país de Uganda. Y en cada uno de esos periplos, fue viendo cada vez menos árboles a lo largo de la ruta.


“La primera vez que vine había muchísimos árboles. La segunda vez, por alguna razón, había menos. Pero para la tercera ocasión, los árboles ya escaseaban”, dijo él.

Bidal no podía detener la guerra que había dejado en su país, pero podía plantar árboles y cuidar la tierra que lo había recibido tanto a él como a otros refugiados.

“Plantar árboles es importante porque los árboles son vida”, explicó él. “Ellos nos dan sombra a nosotros y a nuestros animales, y le dan más oxígeno al aire que respiramos. Cortamos los árboles para tener carbón vegetal y es importante replantar constantemente para que así, si algún día volvemos a Sudán del Sur, podamos dejar este lugar tal y como lo encontramos”.

“Los árboles son vida”.

A medida que los árboles crecen, esto permite reducir el cambio climático al absorber el dióxido de carbono del aire, almacenando el carbono en los árboles y el suelo, y liberando oxígeno a la atmósfera. Un árbol puede absorber hasta 48 libras de dióxido de carbono por año y puede haber capturado una tonelada de dióxido de carbono para cuando alcanza los 40 años.

“Tenemos que plantar árboles para sustituir los que hemos cortado para obtener leña y para construir nuestros refugios”, añade Bidal. “Yo siempre le digo a la gente que plante árboles. Si hablas con 100 personas al día, puede ser que 10 o 20 de ellas se tomen en serio el mensaje . Pero no nos damos por vencido, nosotros seguimos adelante”.

La última vez que Bidal tuvo que huir fue en mayo de 2018, cuando los combates llegaron a su ciudad natal en Yei. Él cruzó la frontera con su esposa embarazada y su hija, y se instaló en una pequeña parcela en la Extensión de Omugo, un asentamiento de 5,4 kilómetros cuadrados que alberga a cerca de 30.000 refugiados en la región del Nilo Occidental, al norte de Uganda. La zona, que solía estar llena de árboles y arbustos, es ahora principalmente un asentamiento destinado al uso residencial y agrícola.

Uganda acoge actualmente a 1,2 millones de refugiados. Tienen acceso a la tierra para que puedan construir una casa y cultivar sus propios alimentos. Tanto los refugiados como la comunidad local de Uganda utilizan la leña para sus necesidades diarias, como cocinar, y cientos de miles de nuevos refugiados necesitan madera para construir sus albergues. Estas actividades han tenido un impacto sobre el medioambiente y los recursos naturales, lo que ha ido incrementando la tensión.

Abraham Bidal, aquí con su esposa Betty y su hijo de dos meses, ha sido refugiado tres veces, huyendo siempre a Uganda. En cada uno de sus viajes, él encuentra menos árboles.

“Hay algunas personas en la comunidad que simplemente van al bosque y cortan árboles”, cuenta Bidal. “La comunidad local está preocupada por esat situación y, a veces, se dan enfrentamientos”.

ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, y sus socios alientan a los refugiados a plantar árboles en torno a sus parcelas. Algunos serán cortados, pero otros irán creciendo a medida que haya otras formas alternativas de energía disponibles tanto para los refugiados como para las comunidades de acogida.

“Sin árboles no habrá paz”, explica Asiku Dalili, un responsable del proyecto Iniciativa Rural para el Empoderamiento de la Comunidad, que trabaja con ACNUR para poner en marcha actividades de reforestación y reducir las tensiones derivadas de la competencia por los recursos.

“Incluso antes de la presencia de refugiados, ya existían desafíos ambientales y la comunidad de acogida hacía frente a muchos problemas”, explica Asiku, agregando que había problemas derivados de la quema de arbustos, la deforestación y la venta de carbón y que la presencia de refugiados solo se ha sumado a esto.

“Debido a que necesitan sobrevivir, no se los puede perseguir, necesitan usar la leña, necesitan usar el suelo, necesitan usar los recursos hídricos”.

ACNUR también apoya los viveros de árboles dentro de los asentamientos, la distribución de semilleros a los refugiados y las comunidades de acogida y las actividades de sensibilización sobre los beneficios de la reforestación.

Además, la Agencia de la ONU para los Refugiados está trabajando con el Gobierno de Uganda para producir 8,4 millones de plantones de árboles este año y reforestar cientos de hectáreas dentro de las reservas y plantaciones.

Más de 1,1 millones de árboles han sido plantados en cuatro asentamientos en la región del Nilo Occidental desde 2017, aunque solo el 55 por ciento sobrevivió a las inclemencias del tiempo y a las condiciones variables del suelo.

Cada mañana, Bidal riega los pequeños arbolitos que ha plantado alrededor de su casa y se enorgullece de verlos crecer. Su pasión importa.

“Me acuerdo de la segunda vez que estuve en Uganda; encontré los árboles que yo mismo había plantado. Otra persona vive ahora en esa parcela, ese es su hogar”, agrega con satisfacción.