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La respuesta a las personas refugiadas de Uganda se enfrenta a un déficit de financiación

Notas de prensa

La respuesta a las personas refugiadas de Uganda se enfrenta a un déficit de financiación

29 November 2022
Dos niños esperan por comida en el centro de tránsito de Nyakabande en Kisoro, Uganda, después de unirse a miles de personas que huyen de los combates en el territorio de Rutshuru, en la República Democrática del Congo, a principios de noviembre.

ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, hace un llamamiento urgente de apoyo y responsabilidad compartida a la comunidad internacional para preservar y reforzar el modelo de política de inclusión social e integración para los refugiados de Uganda, en medio de necesidades crecientes, recortes drásticos de fondos a los programas de ayuda humanitaria y nuevos desplazamientos en el país.

Durante una visita a Uganda entre el 21 y el 26 de noviembre, visité los asentamientos de refugiados de Kyaka y Rwamwania en los distritos de Kyegegwa y Kamwenge en la región oriental del país. Me impactó ver cómo estos asentamientos habían llegado a ser indistinguibles de las comunidades de acogida. La niñez refugiada va a la escuela junto con la niñez ugandesa, los centros de salud atienden tanto a las comunidades de acogida como a las personas refugiadas y varios servicios provinciales de agua han pasado al sistema nacional. Las comunidades ugandesa y refugiada están trabajando para ser autosuficientes.

No obstante, el sistema y los servicios están a punto de estallar. Uganda ya acogía a más de 1,5 millones de refugiados al inicio de 2022, lo que lo hacía uno de los principales países de acogida de personas refugiadas en el mundo y el mayor del continente africano. Este año, debido a la violencia permanente, 130.000 refugiados procedentes de la República Democrática del Congo y de Sudán del Sur han huido a Uganda, lo cual ha aumentado la presión sobre la respuesta humanitaria, que ya estaba sobrecargada.

En el Centro de Salud de Bujubuli, en Kyaka, me encontré con personal sanitario que atendía a más de 80 pacientes al día en instalaciones totalmente saturadas en las que algunos pacientes dormían en el suelo. El centro de pediatría estaba atestado de niños enfermos que sufrían dolencias tratables. Es especialmente impactante que, durante un brote del mortal virus del ébola, ACNUR no tuviera fondos suficientes para proporcionar jabón suficiente a las familias refugiadas o para equipar completamente a los centros de salud para que proporcionaran los servicios básicos.

Las escuelas están tratando de funcionar más allá de su capacidad. En la escuela primaria de Rwamwanja, profesores ugandeses y congoleños trabajan a doble turno para enseñar y apoyar a cerca de 4.000 estudiantes refugiados y de las comunidades de acogida. Mientras que el estándar estatal es de 50 estudiantes por profesor, en Rwamwanja hay una media de 200 estudiantes por clase. No hay suficientes sanitarios, pupitres ni aulas, con estudiantes asistiendo a clase bajo tiendas de plástico agujeradas.

A medida que la pobreza aumenta, lo hace el riesgo de violencia de género, como pueden ser los matrimonios infantiles y los abusos por parte de la pareja. Escuché de primera mano, tanto por parte de activistas contra la violencia de género como de supervivientes de abusos, cómo la violencia está interrelacionada con la disponibilidad de asistencia humanitaria y dinero en efectivo. Esta situación es especialmente relevante ahora que el mundo está celebrando 16 días de activismo contra la violencia de género.

Hay signos de esperanza y avances a pesar de todos estos desafíos. En Rwamwanja, conocí una cooperativa de arroz de 242 miembros creada por granjeros ugandeses y congoleños, mitad mujeres y mitad hombres. Trabajaban codo a codo creando un modelo de negocio viable que resultaba impresionante y ambicioso. Al unir sus parcelas, semillas, capacidad y cosechas, estaban construyendo un mercado y una demanda estables para su arroz. Invirtiendo y compartiendo cuatro toneladas de semillas, piensan cosechar 276 toneladas de arroz a finales de enero.

Estos importantes logros en la autosuficiencia e inclusión económica de las personas refugiadas deben reforzarse a través de apoyo sostenible por parte de la comunidad internacional, incluidos los fondos de organizaciones humanitarias como ACNUR.

Globalmente, la falta de financiación ha obligado a ACNUR a hacer recortes en la ayuda vital que brinda, en un buen número de operaciones, a personas refugiadas y desplazadas por la fuerza. Uganda es una de las operaciones de ACNUR con más déficit de fondos, ya que apenas ha recibido un 46 por ciento de los 343,4 millones de dólares (USD) presupuestados para 2022.

Para más información sobre este tema, favor de contactar: