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Temblando y con hambre, las personas desplazadas en Kabul se preparan para la llegada del invierno

Historias

Temblando y con hambre, las personas desplazadas en Kabul se preparan para la llegada del invierno

En Kabul, casi 50.000 personas que provienen de otras partes del país y que fueron desplazadas por enfrentamientos que tuvieron lugar recientemente requieren ayuda con urgencia, antes de que llegue el invierno.
15 October 2021
Personas desplazadas internas se forman afuera de las oficinas de ACNUR, cerca de Kabul, para recibir asistencia.

En las instalaciones que opera ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, a quince kilómetros de Kabul, un grupo de hombres, mujeres, niñas y niños se forman bajo el sol otoñal. Con vales de asistencia en las manos, esperan su turno para ingresar al complejo a través de la puerta custodiada por un soldado talibán.   

En el interior, ACNUR y otras agencias humanitarias están distribuyendo asistencia a más de 1.000 personas afganas desplazadas que provienen de otras partes del país, pero ahora viven en Kabul. Se les proporcionan mantas, cubiertas de plástico, estufas, cubetas, bidones de agua, jabón, kits de higiene y utensilios de cocina. Las personas en mayor situación de vulnerabilidad también reciben ayuda en efectivo.    

Muchas de ellas han estado durmiendo a la intemperie, o bien, en alojamientos hechizos en alguno de los parques públicos; por su parte, quienes cuentan con recursos, están rentando un apartamento en distintos puntos de la ciudad. 

El invierno se acerca con rapidez. La temperatura en la capital ya está llegando a 0°C por la noche; sin embargo, en pleno invierno, puede bajar hasta -25°C, lo que significa que la hipotermia es un riesgo que corren quienes duermen a la intemperie.

Mientras las personas recogen los artículos de primera necesidad, una mujer adulta mayor sentada en una banca empieza a temblar descontroladamente. Personal de ACNUR se apresura para ayudarla y descubren que hace días que no come. El hambre la hará colapsar dentro de poco. 

“Pasan días sin que probemos bocado”.

Esta mujer no es la única que requiere ayuda con urgencia. Una madre suplica que se le proporcione un paquete de cereal adicional para poder alimentar a sus hijos. De manera similar, un abuelo de 65 años explica que ha tratado de cuidar a 26 integrantes de su familia desde que volvieron de Pakistán, en julio de este año, solo para darse cuenta de que su hogar ya no existe. Se trasladaron a Kabul, y han estado viviendo a la intemperie desde agosto. 

“Pasan días sin que probemos bocado”, comentó mientras añadía que un paquete de artículos de primera necesidad para una familia de siete personas no durará mucho. “Pero, de momento, algo es algo”. 

La emergencia humanitaria por la que atraviesa Afganistán empeora mientras la economía está al borde del colapso y casi la mitad de la población depende de la asistencia. Más de 3,5 millones de personas han sido desplazadas por los conflictos al interior del país; tan solo este año, 700.000 de ellas tuvieron que huir.

“Antes de abandonar nuestro pueblo, yo solía enyesar edificios”, dijo Safi Ullah, de 25 años, quien huyó de la provincia de Nangarhar en julio. “Los misiles no dejaban de caer cerca de nuestras casas. Uno de ellos cayó en nuestra casa. La casa se incendió, y tuvimos que huir en dirección a Kabul con la ropa que llevábamos puesta”.

La inseguridad no es el único factor por el cual las personas se ven obligadas a abandonar sus hogares. Afganistán atraviesa por la segunda ola de sequía en cuatro años, lo cual ha afectado gravemente la producción de alimentos.
 
“La sequía y los problemas económicos en nuestra provincia nos impidieron cultivar suficiente en nuestras granjas, y no teníamos ninguna otra fuente de ingresos”, señaló Ullah mientras recibía asistencia.

Aunque ya había ocupado el territorio antes de que el régimen Talibán se apoderara del gobierno hace dos meses, según la actualización más reciente del Programa Mundial de Alimentos, la hambruna ha empeorado en los últimos meses. Hacia mediados de septiembre, apenas el 5% de la población afgana tenía alimentos suficientes, y una de cada tres personas se encontraba en niveles críticos o graves de inseguridad alimentaria. 

En las últimas dos semanas, ACNUR ha brindado asistencia a cerca de 100.000 personas en todo el país, a quienes ha proporcionado albergues de emergencia, mantas, paneles solares y dinero en efectivo (para las más vulnerables). En total, ACNUR ha logrado asistir a más de medio millón de personas desplazadas en lo que va del año.  

La agencia creó un centro de logística en Termez, en Uzbekistán, para situar y entregar la asistencia con rapidez en Afganistán. Además, está ampliando el alcance de la respuesta para asistir a más personas desplazadas antes de que llegue el invierno; sin embargo, necesita más recursos. Hasta el momento, se ha recibido tan solo el 35% de los fondos necesarios para las operaciones de los próximos dos meses.  

Ahmad Seraaj, de 14 años, y su familia huyeron de la provincia de Maidan Wardak, en el centro de Afganistán, para solicitar protección en la capital.

“Somos trece personas. Llegamos a Kabul después de que un mortero cayó en nuestra casa”, comentó mientras hacía fila junto a su padre. “Logramos traer un par de pertenencias, pero, como no podemos encontrar trabajo aquí, hemos tenido dificultades económicas. Necesitamos ayuda urgentemente”. 

Aunque ya no ha habido enfrentamientos, persiste la inseguridad en el área donde está su hogar, así que la familia tiene mucho miedo de regresar.

“No puedo volver”.

De acuerdo con las cifras de la ONU, alrededor de 156.000 personas desplazadas optaron por volver a casa desde que cedió el conflicto. En la última semana, ACNUR ha apoyado a 660 familias en su retorno a casa, en la región norte del país. Las personas retornadas reciben $200 dólares (USD) por familia para pagar transporte, más $400 USD para que puedan reintegrarse. Otras 280 familias recibirán apoyo para poder volver a la zona centro del país antes de que termine octubre. 

No obstante, muchas de las personas desplazadas en Kabul temen que quede poco cuando vuelvan: el conflicto destruyó sus casas y sus medios de vida.

“No puedo volver”, comentó Mehraboudin, de 28 años, quien huyó en julio de los enfrentamientos en su pueblo natal, en la provincia de Parwan. “¿Qué haré ahí? No tengo casa. No hay empleo”.