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Un chico rohingya aprende el lenguaje de la fotografía

Historias

Un chico rohingya aprende el lenguaje de la fotografía

Cinco años después de que una foto ganadora del premio Pulitzer le convirtiera en el rostro de la crisis de las personas refugiadas rohingyas, un joven refugiado ha tomado también una cámara.
25 agosto 2022
Hasson, de 13 años, utiliza el lenguaje de señas y las expresiones faciales para comunicarse.

Mohammad Hasson no tiene palabras para describir su aterradora huida de Myanmar cuando solo tenía 8 años, pero su significado es claro para quienes entienden el lenguaje de señas y sus expresiones faciales.

“Incendiaron nuestro barrio. Noté disparos desde mi casa y el miedo golpeó mi corazón”, indica mediante señas, como interpreta su amigo Sahat Zia Hero.

Después, gesticula la explosión de bombas, la huida y un largo y doloroso viaje a Bangladesh, donde él y su familia se unieron a otros cientos de miles de personas refugiadas rohingyas en los campamentos que se estaban conformando en las colinas del distrito de Cox's Bazar.

Con el dolor de su estómago vacío, recuerda el hambre que les siguió a través de la frontera y que le llevó a reunirse con un gran grupo de otras personas refugiadas cuando llegó un vehículo para distribuir alimentos y agua.

“Las personas se empujaban unas a otras para recoger la comida”, señala. “Me subí al vehículo. Un fotógrafo estaba de pie en la parte superior... Estaba llorando y pidiendo comida cuando el fotógrafo me tomó una foto”.

Hasson recibió un paquete de comida que llevó a su alojamiento y compartió con su familia. No pensó en la fotografía que el hombre le había tomado hasta que se enteró de que había dado la vuelta al mundo.

El fotógrafo era Kevin Frayer. La foto de Hasson formaba parte de una serie de imágenes en blanco y negro, ganadora del premio Pulitzer, que mostraba la afluencia de las personas refugiadas rohingyas a Bangladesh a partir de agosto de 2017. Durante esas primeras semanas, llegaron en barco y a pie, con traumas y fatiga, en un número tan grande que los trabajadores humanitarios se esforzaron por asistirles.

Cinco años después, más de 930.000 personas rohingyas permanecen en campamentos en la región de Cox's Bazar, incluidas las más de 700.000 que llegaron en agosto de 2017. Más de la mitad son niñas y niños. Con pocas expectativas de regresar pronto a Myanmar, y la falta de educación formal o de medios de vida en los campamentos, su futuro es incierto.

Hasson, o “Asun” para sus amigos, tiene ahora 13 años. Pasa las mañanas como la mayoría de los niños rohingyas en los campamentos, asistiendo a un centro de aprendizaje. Las tardes las dedica a jugar fútbol y a pasearse por el campamento tomando fotos con su teléfono móvil.

Aunque, tras años de incidencia, ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, UNICEF y las organizaciones socias están desarrollando el plan de estudios de Myanmar, todavía no hay programas de educación para niñas y niños con necesidades especiales y las oportunidades para los niños de edad secundaria son limitadas.

“La vida es difícil porque no puedo hablar ni oír”, indica Hasson. “Utilizo el lenguaje de señas para comunicarme, que algunas personas entienden y otras no. En muchas ocasiones he tenido que correr a mi casa porque las personas no me entendían”.

La tía de Hasson, Johora Khatun, quien lo ha criado desde que su madre murió después de dar a luz, cuenta que a menudo se aleja de su casa y se mete en peleas con las personas que no lo entienden.

“Me preocupa su futuro”, señala. “Criar a un chico en esta situación es difícil”.

Hasson ha aprendido a escribir y a dibujar, habilidades que utiliza para comunicarse con quienes no entienden el lenguaje de señas. Pero su forma de expresión favorita es la fotografía.

“Todos se ponen felices cuando les tomo fotos”.

“Lo que más me gusta es la fotografía”, afirma. “Todos se ponen felices cuando les tomo las fotos”.

Sahat conoció a Hasson hace dos años en el Centro de Memoria Cultural Rohingya (RCMC, por sus siglas en inglés), donde trabaja, tras reconocerlo como el niño de la foto tomada por Kevin Frayer.

“Me pareció inteligente y con talento”, recuerda, y añade que no tuvo problemas para comunicarse con Hasson, ya que creció utilizando el lenguaje de señas con dos primos en Myanmar. Hasson combina sus propias señas con otras más conocidas.

Después de notar que Hasson estaba ansioso por aprender a usar una cámara, comenzó a enseñarle fotografía.

“Hasson tiene la mente de un artista. Se familiarizó con la fotografía en poco tiempo”, explica.

Sahat ha ayudado a reunir a jóvenes fotógrafos rohingyas que utilizan la fotografía y las redes sociales para documentar sus vidas en los campamentos. Juntos lanzaron la revista Rohingyatographer, con el apoyo de David Palazon, diseñador español y antiguo Coordinador del RCMC, quien le regaló a Hasson un teléfono móvil con cámara para que pudiera desarrollar sus habilidades y contribuir. El primer número salió a la venta en mayo con una foto de Hasson en la portada, sosteniendo la famosa fotografía que le hizo Kevin Frayer. Su rostro sonriente contrasta con la imagen de 2017.

En el interior de la revista hay algunas de sus propias fotos. “Tomo fotografías de personas mayores que lo están pasando mal. Tomo fotos de alojamientos destrozados por desprendimientos, de catástrofes como incendios. Las personas entenderán nuestros sentimientos y desafíos cuando vean [las fotos] en las redes sociales”, señala. “Sabrán de nuestra urgencia por educarnos. Quiero que las personas nos ayuden más y piensen en nosotros al ver mis fotografías”.

Sahat tiene sus propios sueños para Hasson. “Deseo que se convierta en un fotógrafo de renombre mundial”, cuenta. “No podemos traer el cambio para todos, [pero] estoy haciendo todo lo posible para llevar luz a la vida de Hasson”.

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