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"Yo soy la prueba viviente de que vale la pena invertir en las personas refugiadas", dice líder refugiado

Historias

"Yo soy la prueba viviente de que vale la pena invertir en las personas refugiadas", dice líder refugiado

Las personas refugiadas tienen conocimientos y destrezas para contribuir en los países de acogida. Ellos solo necesitan las oportunidades.
29 June 2018
La Alta Comisionada Adjunta para los Refugiados, Kelly Clements, en su discurso al cierre de las Consultas Anuales con las ONG.

GINEBRA - Robert Hakiza se vio obligado a huir de su hogar en el este de la República Democrática del Congo hace 10 años. “Cuando estalló el conflicto, primero huimos a mi pueblo natal, pero rápidamente nos dimos cuenta de que allí tampoco estabamos a salvo. Como está en la frontera con Uganda, decidimos cruzar”, recordó Robert en el escenario de las consultas anuales de  ACNUR con las ONG que tuvieron lugar en Ginebra del 27 al 29 de junio de 2018.

Al llegar a Uganda, Robert y su familia decidieron no establecerse en campamentos, sino quedarse en la capital, Kampala.

Si bien Uganda ha confirmado su compromiso de permitir a los refugiados buscar la autosuficiencia y vivir dignamente en el exilio, permitiéndoles moverse libremente, poseer tierras, abrir negocios y acceder a servicios públicos como atención médica y educación, los refugiados en zonas urbanas tienden a recibir menos asistencia directa que quienes se albergan en los campamentos.

Los últimos datos de ACNUR muestran que casi el 60% de los refugiados viven en aldeas, pueblos y ciudades donde se espera que aseguren su propia comida, vivienda y empleo, a menudo en áreas donde faltan servicios incluso para la población de acogida.

Para Robert, como para muchos otros, no poder hablar el idioma local y no tener un sistema de apoyo comunitario significaba que era imposible encontrar oportunidades de trabajo para llegar a fin de mes. “Cuando hablé con otros refugiados, me di cuenta de que todos estábamos luchando por cuidar a nuestras familias, a pesar de que la mayoría de nosotros éramos personas calificadas. Me había graduado con un título en Agricultura y otros dos también tenían títulos universitarios”.

En ese momento, Robert sabía que tenía que actuar. Solo un mes después de su llegada a Uganda, Robert cofundó la ONG Jóvenes Refugiados Africanos para el Desarrollo Integral (YARID) para empoderar a los refugiados para que se conviertan en individuos autosuficientes e independientes en sus nuevas comunidades.

“Los refugiados pueden verse obligados a abandonar sus hogares, pero no dejan atrás sus habilidades y conocimientos”.

Su lema es: “Los refugiados pueden verse obligados a abandonar sus hogares, pero no dejan atrás sus habilidades y conocimientos”. Impulsado por esta creencia, YARID comenzó a crear espacios seguros donde los refugiados y las comunidades de acogida podrían reunirse, compartir los desafíos que enfrentan y explorar soluciones de origen comunitario.

En la primera semana, Robert y su equipo lograron reunir a cientos de personas después de un partido de fútbol amistoso. “Mientras conversábamos, llegamos a la conclusión de que el principal obstáculo para integrarse en la sociedad y los mercados locales era la barrera del idioma, ya que la mayoría de nosotros veníamos de países de habla francesa como RD Congo, Ruanda y Burundi”, explicó. “Por casualidad, entre nosotros había un refugiado que había aprendido inglés y se ofreció voluntario para comenzar a enseñarnos bajo el árbol de mango”.

Además de las clases de idiomas, YARID también ofrece capacitación en habilidades vocacionales, talleres sobre emprendimiento y actividades deportivas para los jóvenes.

“Dada la oportunidad, los refugiados demostrarán que no son una carga para sus países de acogida”.

Para Robert, este es un ejemplo de cómo los refugiados pueden usar su capacidad para apoyarse unos a otros en la construcción de vidas dignas y el deseo de hacer una contribución positiva, tanto a sus propias comunidades como a las de acogida.

“Dada la oportunidad, los refugiados demostrarán que no son una carga para sus países de acogida. Soy una prueba viviente de que la inversión vale la pena”, afirmó además con pasión durante las consultas con las ONG, una serie de reuniones que reúnen a más de 300 organizaciones no gubernamentales de unos 90 países.

El mensaje final de Robert fue claro: “Cerrar las fronteras a los refugiados no es la solución. Entre los refugiados se encuentran médicos, abogados y otros graduados universitarios que pueden hacer contribuciones valiosas a las comunidades de acogida. En lugar de construir muros, haríamos mejor en apoyar programas para ayudar a los refugiados a ayudarse a sí mismos”.