Deja que la tela te cuente su historia: Arte-terapia para mujeres en la frontera de Ecuador
Deja que la tela te cuente su historia: Arte-terapia para mujeres en la frontera de Ecuador
Lago Agrio, ECUADOR, 16 de julio de 2013 (ACNUR). – La tela como cebolla se desenreda en un viaje interior de capas de historia con ríos, bombas, muerte y esperanzas. Así surgen las arpilleras, tapices con voz de mujer que en la frontera norte Ecuador han hecho aquéllas que por años han vivido de sentimientos estancados sin poder fluir y hablar.
"Mataron a mi esposo. Violaron a mi hija. Pero el tiempo aquí me ha ayudado. Aprendí de las compañeras y saqué todo lo que sentí. Ahora me siento fuere. Ahora puedo hablar. He aprendido a sacar el dolor y el odio", dice la voz detrás de una tela de saco adornada con otras de colores que representan una casa, una vida.
Ella les cuenta a otras mujeres, ella refugiadas, aquéllas Damas Diplomáticas. En su diálogo se diluyen las nacionalidades, los estudios, los viajes, y sólo son mujeres que se entienden a orillas de un río binacional.
Otra voz, madre de cuatro hijos, indígena colombiana que huyó del conflicto en ese país hace más de una década: "He sufrido harto, pero he podido cambiar. Me desahogué y he podido salir adelante. Ahora quiero florecer con mis hijos. Ya me sé defender, y no me doy por vencida", asegura mientras sostiene sonriente el tapiz coronado por un arcoíris.
Después de varias décadas trabajando junto a mujeres refugiadas y ecuatorianas víctimas de distintas formas de violencia, la Federación de Mujeres de Sucumbíos, con el apoyo de ACNUR en esta provincia amazónica, ha desarrollado este proceso de arte terapia. Desde 2012, las sesiones colectivas aúnan a mujeres ecuatorianas y refugiadas de origen colombiano en Lago Agrio y la comunidad fronteriza de Barranca Bermeja. En estas sesiones, a través del proceso de creación de estos tapices de vida ellas consiguen desgranar vivencias de maltrato intrafamiliar, violencia, huidas y sufrimientos.
Como explica Amparo Peñaherrera, coordinadora en Lago Agrio (Sucumbíos) de la Casa Amiga, el albergue de primera acogida para mujeres víctimas de violencia y sus hijos e hijas: "La asistencia a las mujeres debe ir acompañada de la sanación. Con este proceso hemos crecido todas nosotras. Este es un lugar seguro para sacar y aprender".
Esta decana organización de apoyo a mujeres y desde las mujeres, que surgía en la Amazonía ecuatoriana hace más de tres décadas, ejecuta este proyecto como parte de un proceso integral de asistencia a víctimas y sobrevivientes de violencia en un entorno donde, como su experiencia les ha mostrado, 6 de cada 10 mujeres ha vivido algún tipo de violencia. Y donde estas cifras ascienden hasta las 8 de cada 10 para las mujeres colombianas en situación de refugio.
En Ecuador, país que acoge a más de 55.000 personas reconocidas como refugiadas y que ha recibido desde el 2000 más de 168.0000 solicitudes de refugio, la violencia que viven las mujeres se multiplica cuando, además han debido huir en busca de protección internacional.
"El 70% de los refugiados en Ecuador son mujeres, niñas y niños. Ellos son muy vulnerables a sufrir violencia en el país de acogida, que se une de esta manera a la violencia que ya han vivido antes de verse forzados a huir", explica John Fredrikson, Representante de la Agencia de Naciones Unidas en Ecuador, ACNUR. "Como agencia preocupada por la protección de estas personas, y gracias al apoyo de la Unión Europea, ACNUR está desarrollando programas que, como el que ejecuta la Federación de Mujeres, no sólo inciden en el proceso de integración de las personas refugiadas, sino que, además, les dan a ellas y a personas ecuatorianas una oportunidad de sanación ante las duras experiencias que han vivido".
Gracias a esta visita que acerca mundos, las Damas Diplomáticas han extendido su solidaridad a las mujeres que, a pesar de su vulnerabilidad, se han sabido sobreponer. "Nunca había hablado con alguien tan importante", reconoce en su timidez una voz más, mientras, sin embargo, todas se reconocen en las dificultades de las demás.
Mientras tanto, el río divisorio de la frontera escucha estas historias que al tejerse no se olvidan, pero se aprenden a vivir.
Sonia Aguilar en Lago Agrio (Ecuador)