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Refugiados y ciudadanos locales comparten el peligro y la generosidad en Burundi

Historias

Refugiados y ciudadanos locales comparten el peligro y la generosidad en Burundi

Una refugiada congoleña de 80 años y su familia fueron detenidos por un vecino de Burundi después de que su casa fuera destruida por las inundaciones en la capital.
22 April 2014
Mama Furaha prepara la comida en el patio de su amiga Cady, que la acogió a ella y a sus nietos.

BUJUMBURA, Burundi, 22 de abril de 2014 (ACNUR) – Las inundaciones que asolaron la capital de Burundi este año no hicieron distinción entre los ciudadanos locales y los miles de refugiados que viven en la zona urbana. Tampoco lo hicieron los que acudieron a su rescate.

"Cady es mi verdadera familia ahora porque ella es quien realmente me ayudó cuando yo estuve a punto de morir", dice Mama Furaha, una refugiada congoleña de 80 años de edad, que sobrevivió a las inundaciones de febrero junto con sus tres nietos y sus dos bisnietos, pero que perdió la mayoría de sus posesiones.

Cady, una joven madre soltera de Burundi que vive sola con su hija, se ofreció de inmediato a acoger Mama Furaha y su familia. "Yo ya conocía a Mama Furaha; su hijo era un amigo de mi padre, que falleció hace tres años. Ahora ambos están muertos, por eso no dudé en ofrecerles mi ayuda después de esta tragedia", dice Cady. "Pienso que fue algo que nos afectó a todos y es normal que comparta lo poco que tengo", añade. "Es solo una cuestión de suerte que yo no lo haya perdido todo también".

En la noche del pasado 9 de febrero, una lluvia incesante se volvió torrencial, destruyendo miles de casas. El daño fue indiscriminado, afectando por igual a ricos y pobres, a nacionales y extranjeros, a refugiados y comunidades de acogida. En Bujumbura, capital de uno de los países más pobres del mundo, viven más de 17.000 refugiados, que llegaron principalmente de la República Democrática del Congo.

"La situación era preocupante para todos", dice Catherine Huck, representante del ACNUR en Burundi. Dos meses después de las inundaciones, se estima que unas 3.000 personas continúan desplazadas. "El gobierno de Burundi nos pidió ayuda", explica Huck. "La oficina del ACNUR en Burundi respondió en primer lugar como agencia humanitaria y, en segundo lugar, porque comprendimos rápidamente que muchos refugiados que viven en Bujumbura se estaban viendo también afectados".

Todos los afectados por las inundaciones recibieron asistencia. ACNUR contribuyó con productos no alimenticios a través del Gobierno: 5.900 mantas, 4.800 cubos, 2.000 bidones, 20.000 esterillas de plástico y 4.000 mosquiteras.

Mama Furaha fue una de los muchos receptores de estos artículos. A ella se le asignaron cinco mantas y cuatro mosquiteras. También recibió la ayuda que el Gobierno de Burundi proporcionó a todas las víctimas de las inundaciones, y los vecinos además le proporcionaron objetos básicos, como sartenes y utensilios de cocina.

Ella llegó a Burundi con sus tres nietos en 1999, después de que muriera el padre de los niños, su hijo, siendo estos aún muy jóvenes. A pesar de sus escasos recursos, se las arregló para educarlos. Tanto John, el mayor, como Mandy, la madre de Maria, están trabajando. Elías, el más joven, aún va al instituto.

Tras una vida difícil, Mama Furaha ahora se despierta cada mañana en casa de Cady para ver los rostros de sus bisnietos. Ella cocina y cuida de María, de tres años de edad, y de Jackson de nueve meses. Aparte de su familia, la casa era lo único que tenía. Ahora, con 80 años, Mama Furaha está preparada para seguir adelante.

Por Alix Nijimbere en Bujumbura, Burundi

Gracias a la Voluntaria en Línea Laura Salguero Esteban por el apoyo ofrecido con la traducción del inglés de este texto.