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La visión de una maestra ayuda a cientos de niños en Pakistán

Comunicados de prensa

La visión de una maestra ayuda a cientos de niños en Pakistán

Aqeela comenzó a enseñar a las niñas refugiadas afganas en una tienda de campaña. Unas dos décadas más tarde, ella ha enseñado a miles, superando la oposición de los padres y con el apoyo del ACNUR.
8 Diciembre 2014 Disponible también en:
Aqeela dando clases a sus hijas. Quiere que su escuela sea recalificada como escuela secundaria para que sus hijas y otros alumnos puedan continuar estudiando.

MIANWALI, Pakistán, 8 de diciembre de 2014 (ACNUR) – Cuando Aqeela inició su carrera profesional como maestra hace 22 años en el norte de Pakistán, la lección más dura y más importante que aprendió fue que tenía que educar primero a los padres acerca de la importancia de permitir a sus hijos, sobre todo a sus niñas, ir a la escuela.

Se encontró con este problema tras huir de su país, Afganistán, en 1992 y llegar al vecino Pakistán, donde encontró protección en el pueblo de refugiados de Kot Chandna, situado en el distrito de Mianwali.

ACNUR había abierto cinco escuelas para niñas en Kot Chandna a principios de la década de los 80, pero los refugiados mayores, de ideas conservadoras, no vieron con buenos ojos la educación de las niñas y los edificios de la escuela permanecieron vacíos durante casi 10 años.

Y entonces llegó Aqeela, una mujer casada, de clase media y de 20 años, que ansiosa por ocupar su tiempo y entusiasmada por ayudar a los niños que habían sido obligados a huir de sus hogares e interrumpir su educación, vio una oportunidad. La antigua profesora de secundaria de Kabul decidió intentar reactivar las escuelas.

Fue puerta por puerta en Kot Chandna intentando persuadir a los padres para que enviaran a sus hijas a la escuela. "Luché mucho y conseguí convencer a 20 padres", recuerda Aqeela. "Sólo disponíamos de una habitación en casa del hermano de mi esposo, donde solíamos comer y dormir. Conseguí que me prestaran una tienda de campaña y allí daba clases a las niñas refugiadas".

Este fue el primer gran obstáculo, pero a lo largo de todos estos años, Aqeela ha enfrentado muchos más desafíos. También ha impartido clases a miles de alumnos, muchos de los cuales han llegado a jugar un papel importante en sus comunidades, tanto en Pakistán como en Afganistán, como doctores, ingenieros, funcionarios, hombres de negocios y profesores. "Siguen mis pasos", dice Aqeela. Gracias a su visión, 900 niñas y 650 niños están inscritos en nueve escuelas en Kot Chandna. Entre ellos hay niñas y niños paquistaníes.

En los primeros años de trabajo, Aqeela proporcionaba a sus alumnos copias de los libros de texto hechas a mano porque no se podía permitir comprar libros impresos para toda la clase. "No tenía más opción que escribir a mano mi propio libro incorporando diferentes materias para mis alumnos", recuerda.

Un gran avance llegó en 1992: una organización de asistencia humanitaria local prometió ayudar a Aqeela haciéndose cargo de la compra de libros y material escolar. "Me sentí inmensamente feliz cuando recibí los libros, lápices, gomas de borrar y otros artículos para los alumnos. También empezaron a pagarme un sueldo mensual de 1.200 rupias (unos 12 dólares)", explica.

Mientras tanto, Aqeela siguió presionando a los padres de la zona para que enviaran a sus hijos a su escuela, y las cifras de matrícula fueron aumentando lentamente. Aqeela enfrentó un nuevo obstáculo al año siguiente, cuando la ONG finalizó sus programas en Pakistán y retiró su apoyo.

Tanto Aqeela como su esposo se quedaron sin un sueldo, pero esta maestra nunca se rindió y su perseverancia dio frutos cuando ACNUR "intervino y empezó a apoyarme en mis esfuerzos. ACNUR me facilitó cinco tiendas de campaña y di mis clases en ellas durante dos años", dice Aqeela.

Cuando los refugiados mayores empezaron a reconocer el valor de la educación y de la labor de Aqeela, el número de alumnos se disparó hasta alcanzar centenares de ellos. ACNUR, que cree que todos los niños refugiados deberían tener acceso a la educación, acordó en 1994 pagarle a Aqeela su sueldo mensual.

La Agencia también apoyó nueve escuelas de primaria que habían surgido en Kot Chandna, pagando los sueldos de los maestros, uniformes, materiales didácticos para profesores y alumnos, incluyendo libros de texto, material y suministros escolares. Se introdujeron incentivos basados en la asistencia a clase para animar a los estudiantes, sobre todo a las niñas, a inscribirse o continuar estudiando.

En Pakistán hay un total de 620.000 niños afganos refugiados en edad escolar , pero sólo 150.000 acuden a la escuela, ya sea estatal, financiada por ACNUR o bien una escuela perteneciente a alguna institución privada pero con un precio asequible. ACNUR facilita educación primaria a cerca de 75.000 alumnos en 174 escuelas.

Siendo madre de seis hijos, Aqeela también ha trabajado mucho para proporcionarles una sólida educación. Invierte casi todo su sueldo en pagar los estudios de ingeniería de su hijo en la Universidad de Kabul. Pero no se puede permitir darles una educación superior a sus hijas. Aqeela dice que tiene la esperanza de que su escuela sea recalificada y pueda incluir a estudiantes de secundaria, "así mis alumnos y mis hijas podrán continuar sus estudios", dice.

Ella se siente orgullosa (y con razón) de lo que ha hecho para educar a niños afganos refugiados, así como a paquistaníes durante las dos últimas décadas. "Quizás Dios me envió a Pakistán a educar a estos niños", dice la maestra. Y añade: "Cuando miro atrás, me siento muy satisfecha".

Por Qaiser Khan Afridi en Mianwali, Pakistán