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El "todoterreno" rohingya que brilla en una escuela de Malasia

Historias

El "todoterreno" rohingya que brilla en una escuela de Malasia

A pesar de un comienzo accidentado en el colegio, Ishak ha perseverado en su empeño de seguir estudiando y, al mismo tiempo, se ha convertido en una estrella del futbol. Ishar es un alumno de sobresaliente y la primera persona de su familia en terminar sus estudios.
20 Octubre 2016 Disponible también en:
Ishak se ha convertido en un estudiante excelente, un jugador de fútbol de primera y probablemente en el primer miembro de su familia en completar su educación.

A sus 15 años, Ishak soporta el peso de las expectativas familiares. Ha superado la discriminación racial y las dificultades adicionales ligadas a su condición de refugiado para convertirse en una estrella del fútbol, en el alumno con las mejores notas en todas las asignaturas y posiblemente, en la primera persona en su familia que termine sus estudios.


"En mi país natal, en preescolar, los niños solían meterse conmigo por mi color de piel", recuerda este joven refugiado rohingya cuyos padres nacieron en el estado de Rakhine, en Myanmar. "Me llamaban negro y me preguntaban que hacía ahí. Pero los profesores fueron de bastante apoyo y siempre les explicaban porque eso estaba mal".

Cuando llegó a Malasia hace ocho años, surgieron otras dificultades. Los refugiados no tienen acceso al sistema nacional de educación, por lo que ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, junto a sus ONG socias y las comunidades de refugiados, ha puesto en marcha un sistema paralelo de educación.

En la actualidad, hay más de 120 centros de estudios comunitarios para los refugiados y solicitantes de asilo repartidos por toda Malasia, y muchos de ellos tienen que hacer frente a la falta de fondos y a aulas abarrotadas con escasos recursos. La alta tasa de rotación de los profesores, estudiantes que abandonan los estudios por razones económicas o culturales, y las limitadas oportunidades para acceder a la educación superior, suponen otras dificultades que afectan a la comunidad de refugiados y solicitantes de asilo

"Me cuesta mucho dinero ir a la escuela; hay que pagar tasa de matrícula, el transporte y un poco de dinero para otros gastos", reconoce Ishak, quien estudia en un centro en Kuala Lumpur. Ishak recuerda que su hermano mayor tuvo que dejar la escuela para ayudar a su familia.

Su madre está decidida a que Ishak continúe con sus estudios: "Ella cree que la educación puede ayudar a que tengamos una vida mejor; aun así, nunca me ha pedido que estudie para que llegue a ser médico o cualquier otra cosa. Ella me dice que sea una persona de éxito, que logre un título universitario para que pueda tener un puesto en la sociedad y tener una identidad propia".

Ishak ha aprovechado al máximo esta oportunidad que demasiado a menudo resulta inaccesible para los refugiados en edad escolar. Un informe publicado por ACNUR el mes pasado señalaba la existencia de una crisis en materia de educación, en la cual más de la mitad de los 6 millones de refugiados en edad escolar y bajo el mandato de ACNUR no tienen una escuela a la que ir.

"En mi país natal, en preescolar, los niños solían meterse conmigo por mi color de piel."

Cuando la familiar se encontró sin apenas ingresos, el centro escolar primero les ofreció una tarifa preferencial para la contribución de sus padres, para después buscarles un patrocinador para Ishak. El centro está gestionado por la fundación 'Dignidad para los Niños', que ofrece uno de los programas educativos más completos para las personas pobres de las zonas urbanas de Malasia, desde el nivel de pre-escolar a secundaria y formación profesional. El centro también ofrece una educación de calidad para los refugiados en el marco de su oferta a las personas pobres y marginadas de las ciudades.

Para Ishak, el centro escolar es su segundo hogar. Además de sus asignaturas favoritas como matemáticas, física y contabilidad, adora el hecho de que sus compañeros de clase provengan de todas las partes del mundo, aunque también se da cuenta de que este momento es efímero.

"Sé que mis amigos no estarán aquí para siempre", dice. "Algunos están siendo reasentados, otros vuelven a sus países de origen y otros dejan los estudios porque no pueden permitírselo. Sé que somos todos especiales y que este es un momento especial que tengo que disfrutar".

Ishak está actualmente en el cuarto curso, y dentro de un año se presentará a los exámenes para obtener el Certificado General Internacional de Educación Secundaria (IGCSE). Cuando se gradúe, espera volver al centro escolar como voluntario para enseñar a los más pequeños o para echar una mano en el departamento de deportes.

Su pasión por el deporte dio sus frutos hace poco. Después de seis años de entrenamientos y competiciones, Ishak ayudó al equipo de futbol de su centro a ganar la Copa Faisal, una competición deportiva anual entre centros escolares para refugiados en Malasia.

"Mi sueño es jugar al fútbol en el Manchester United."

"Mi sueño es jugar al fútbol en el Manchester United, mi equipo favorito. Si fuese posible, me gustaría representar a un país", comenta. "Pero será difícil lograrlo aquí. Planeo estudiar ingeniería como plan B, así en el futuro podré mantener económicamente tanto a mi familia como a mí mismo si no puedo llegar a cumplir mi sueño".

Gracias al centro escolar, Ishak tiene una oportunidad real para romper el ciclo vicioso del desplazamiento y la pobreza, una opción que muy pocos menores refugiados tienen. De los más de 21.000 refugiados y solicitantes de asilo en edad escolar en Malasia, menos de la mitad están matriculados en la enseñanza primaria, mientras que apenas quinta parte está matriculada en secundaria.

ACNUR está trabajando con las ONG y las comunidades para mejorar el acceso, la calidad y la sostenibilidad de la educación para los jóvenes refugiados y solicitantes de asilo en Malasia.

Por Vivian Tan