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Refugiados afganos ayudan a poner a Alemania en el mapa del críquet

Historias

Refugiados afganos ayudan a poner a Alemania en el mapa del críquet

Después de huir de Afganistán y encontrar protección en Alemania, los refugiados están ayudando a llevar el juego del críquet a su hogar de adopción.
19 Septiembre 2017 Disponible también en:
Masih (en el centro, a la derecha) huyó de Afganistán y ahora juega al críquet en el SG Findorff.

En un campo de un verde exuberante en el norte de Alemania, unos refugiados afganos juegan al críquet. Haidar lanza la pelota con efecto a Masih, que la golpea con el bate hacia el mid-wicket, donde Farooq espera poder atraparla.


Los alemanes aún están bastante confusos con este juego, que enciende pasiones entre los afganos y les da un sentido de hogar. Pero, gracias en parte a la aportación de los refugiados, Alemania está surgiendo como un país practicante del críquet.

"Soy un apasionado del críquet", dice Masih Shams, de 19 años y originario de Kabul. "Cuando llegué a Alemania, pensé que nunca volvería a jugar. Pero un chico de la escuela me dijo que había clubs y me apunté a uno. Cuando se lo digo a mis profesores o a otros estudiantes, me dicen: "¿En serio hay críquet en Alemania?"

Casi igual de sorprendente es el hecho de que el club SG Findorff fuera fundado por una mujer. Nisar Tahir, de 47 años, una mujer paquistaní que creció en Alemania, lo fundó hace cuatro años porque su familia y ella echaban de menos el críquet. Cuando los refugiados empezaron a llegar a Bremen en 2015, Nisar visitó los centros de recepción para ayudarlos y detectar a los que tenían talento.

"Cuando llegué a Alemania, pensé que nunca volvería a jugar."

El club ya es todo un éxito el año pasado, este club de Bremen se proclamó campeón alemán de críquet. Este año ya está en semifinales. Y el deporte en sí está resultando terapéutico para los hombres jóvenes que han sufrido un gran trauma.

Farooq Sher, de 17 años, y de Nangarhar en Afganistán, llegó solo a Europa tras perder a su padre en un ataque talibán.

"Cuando yo tenía 14 años, los talibanes le mandaron una carta a mi madre diciéndole: Entréganos a tu hijo'", dice Farooq. "Mi madre dijo que había llegado el momento de que yo me fuera".

Había jugado al críquet desde que tenía 10 años. "Lanzar, batear, todo lo aprendí en la calle. Pero a los talibanes no les gustaba el críquet, solo la guerra".

Farooq, que ahora es el jugador más joven del SG Findorff, disfruta de su vida en Bremen, donde ha aprendido alemán y ha hecho amigos.

"Traje a mi clase a visitar el campo de críquet e hice una presentación", dice. "Les dije que el críquet es un juego complicado y que tiene tres cosas importantes: recibir, lanzar y batear".

El críquet es algo relativamente nuevo en Alemania, donde 27 millones de personas son miembros de algún club deportivo. El críquet no solo ayuda a los refugiados a sentirse en Alemania como en casa, sino que el juego también podría atraer a los alemanes, añadiendo variedad y la posibilidad de añadir nuevas amistades a sus vidas deportivas.

En la actualidad, aparte de unas cuantas chicas alemanas en el equipo femenino, la mayoría de los miembros del SG Findorff son paquistaníes, indios y afganos. Se comunican en una mezcla de idiomas, con el urdu como lengua franca. Los equipos sub-19 y adulto participan tanto en la liga regional como en la federal.

"A los talibanes no les gustaba el críquet, solo la guerra."

"Aquí me he dado cuenta de que soy bueno lanzando con efecto", dice Ghulam Haidar Haideri, de 19 años y originario de Kandahar, que piensa dedicarse profesionalmente a la informática. "La semana pasada, conseguí cinco wickets en el partido del Bremen contra el Hamburgo".

Masih hace de todo, desde batear hasta ser wicket keeper. "Si estuviera jugando a este nivel tan alto en Afganistán, probablemente pensaría en una carrera como profesional, pero aquí no puede ser más que una afición. Le llevo las medallas a mi madre".

Hoy, los jugadores están cansados después de una sesión de entrenamiento de tres horas. Masih ha recibido un pelotazo en el pecho y le duele. Haidar se tiene que levantar pronto mañana. Pero Farooq, de vuelta a casa, en el centro de recepción de Lothar Kannenberg, aún tiene energía para visitar el casco antiguo de Bremen de noche.

En la plaza hay una estatua de los animales músicos del cuento de los hermanos Grimm, "Die Bremer Stadtmusikanten" ("Los músicos de Bremen"): un gallo de pie sobre la espalda de un gato, que a su vez está de pie sobre la espalda de un perro, y este, finalmente, de pie sobre la espalda de un burro. Farooq frota las patas de bronce del burro, una costumbre de Bremen para atraer la buena suerte.

La fundadora del club, Nisar, sabe cuánto significa el críquet para estos jóvenes.

"Aquí, en el campo de críquet, te olvidas de toda la energía negativa", dice. "Solo hay energía positiva, yendo y viniendo con felicidad".

Por Helen Womack y Gordon Welters

Gracias a la Voluntaria en Línea Esperanza Escalona Reyes por el apoyo ofrecido con la traducción del inglés de este texto.