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Mujeres hacen frente a los estragos de la guerra en África Central

Historias

Mujeres hacen frente a los estragos de la guerra en África Central

Ante las profundas pérdidas derivadas de años de conflicto en la República Centroafricana, las mujeres encuentran fuerzas en la solidaridad.
19 Noviembre 2019 Disponible también en:
Miembros de "Mujeres en pie" cantan y bailan juntas tras compartir una comida en Bangui (República Centroafricana).

En un patio polvoriento a las afueras de Bangui, capital de la República Centroafricana, un grupo de mujeres están sentadas juntas. Se reúnen todas las semanas para ver cómo están y comentar sus problemas y sus éxitos. Al frente del grupo está Florence Atanguere, una viuda centroafricana anteriormente desplazada.


“Para nosotras las mujeres, esta asociación es el único modo que tenemos de ponernos en pie”, dice la mujer de 51 años, que tiene seis hijos.

Florence se refiere al grupo Femme Debout (Mujeres en pie), un grupo formado mayoritariamente por viudas y huérfanas de guerra que se enfrentan a los efectos traumáticos del prolongado enfrentamiento en la República Centroafricana.

La extensión en 2013 del conflicto sectario entre grupos armados musulmanes y cristianos a todo el país afectó tremendamente a Florence.

“Yo gritaba y chillaba. Me apuntaron con una pistola para que me callara”

Hace seis años su hogar fue atacado por hombres armados que mataron a su hermano a puñaladas cuando se negó a darles un coche. También golpearon a su madre, quien tenía una discapacidad visual, y la hirieron gravemente.

“Yo gritaba y chillaba. Me apuntaron con una pistola para que me callara”, evoca, visiblemente afectada por el recuerdo de aquel fatídico día de diciembre.

Mientras los milicianos corrían de forma frenética, Florence tomó a sus hijos, a los tres hijos de su hermano y a su anciana madre y huyó hacia el asentamiento para personas desplazadas internas que había cerca del aeropuerto internacional de Bangui. Al igual que ellos, la mayoría de personas desplazadas que se encontraban en el lugar habían presenciado actos de terrible violencia, incluyendo el brutal asesinato de familiares y casos de violencia sexual atroz cometidos contra mujeres.

El conflicto en el país ha forzado a más de un millón de personas a abandonar sus hogares: casi 600.000 son desplazados internos y un número similar han cruzado la frontera a los vecinos Camerún, Chad, República Democrática del Congo y República del Congo.

Florence y su familia consiguieron llegar a un campamento en el que, pocos meses después, su anciana madre falleció como consecuencia de las heridas infligidas. La terrible pérdida, unida a las pésimas condiciones del campamento en el que vivió los tres años siguientes, hicieron que Florence necesitara desesperadamente un sistema de apoyo firme.

Fue durante esos años en el campamento cuando reunió a su alrededor a las primeras miembros de Femme Debout. Entre las primeras mujeres que se unieron a Florence, que es cristiana, se encuentra Madina Sadjo, una viuda musulmana superviviente del conflicto.

Separada a la fuerza de su marido durante un ataque a su ciudad natal, Madina quedó devastada al conocer su fallecimiento. Florence la ayudó a superar su duelo y pronto las dos mujeres se convirtieron en íntimas amigas.

“Este grupo me salvó la vida. Gracias a ellas ahora tengo esperanza en el futuro”

“Una mañana fui a buscar agua en el campamento”, recuerda la mujer de 53 años. “Iba llorando tanto que me tuve que sentar bajo un árbol. Entonces Florence me vio”.

Con la ayuda de Florence, Madina consiguió ir gestionando poco a poco su dolor. Femme Debout también la ayudó dándole el capital necesario para iniciar un negocio de café y pasteles que permitiera enviar a sus hijos a la escuela.

“Este grupo me salvó la vida. Antes me sentía tan desamparada y tenía tantas cosas que superar”, añade. “Gracias a ellas ahora tengo esperanza en el futuro”.

Con el apoyo de ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, a través de su agencia socia PARET, la asociación cuenta ahora con 175 miembros, todas unidas en un esfuerzo de sanación colectiva. Las miembros aprenden diferentes habilidades y aportan 600 francos CFA (aproximadamente 1 dólar (USD)) a un fondo común. Se añade una pequeña cantidad a un fondo de reserva para emergencias, disponible para cualquier miembro que necesite dinero desesperadamente: lo podrán devolver sin intereses en un plazo determinado.

El grupo desempeña un papel fundamental en un entorno en el que las mujeres que cargan con el peso de años de guerra suelen enfrentar discriminación y riesgo de violencia sexual.

“Aquí ven a las mujeres como seres inferiores”, explica Florence. “Pero poco a poco estamos uniéndonos para defendernos”.

“Estas mujeres son mi sangre, mis hermanas, mis madres y mis hijas. Somos todas centroafricanas”

Por encima de todo, el grupo promueve un espíritu de emprendimiento e independencia a través de la asistencia a las miembros para que desarrollen medios de vida. Poseen una pequeña parcela en la que cultivan cebolletas, lechugas, tomates y otras verduras que después venden en el mercado local. También elaboran jabones y trabajos de artesanía, y algunas de las mujeres tienen peluquerías, mientras que otras son hábiles sastras.

Para Florence, la fuerza y la solidaridad de la hermandad que hoy ha creado a su alrededor la ayudó a superar el trauma de aquel fatídico mes de diciembre. Su grupo, que no se deja intimidar por ninguna frontera étnica o religiosa promovida por la guerra, sigue aceptando tanto a cristianas como a musulmanas y se encarga de que todas las miembros puedan alcanzar la autosuficiencia, superar sus pérdidas y sanar.

“Estas mujeres son mi sangre, son mis hermanas, mis madres y mis hijas. Somos todas centroafricanas. Da igual que seas musulmana o cristiana”, dice Florence.