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El agua potable aporta vida y esperanza a las personas refugiadas y a sus huéspedes en Uganda

Historias

El agua potable aporta vida y esperanza a las personas refugiadas y a sus huéspedes en Uganda

Una instalación de agua alimentada por energía solar salva vidas en asentamientos para refugiados y en comunidades de acogida que antes padecían cortes en el suministro.
10 Diciembre 2019 Disponible también en:
Zamurat (izq.) y Zahabu, residentes locales, cargan bidones desde la fuente hasta sus hogares en Uganda.

Cuando Asha Rose Sillah llegó a Uganda por primera vez como refugiada, había tan poca agua disponible que bebía de un pantano para calmar su sed. Ahora, gracias a un proyecto de perforación de un pozo, su familia tiene suficiente agua potable para beber, y le sobra para regar las cebollas que cultiva y vende en el mercado.

“Voy a tener al menos tres o cuatro sacos (de cebollas)”, dice. “Ahora hay más agua en la comunidad, así que las mujeres tenemos tiempo para hacer muchas cosas”.

Asha huyó de Sudán del Sur hasta el asentamiento de refugiados de Bidibidi en Uganda en 2016, en el punto álgido de una emergencia que llevó a miles de personas a cruzar la frontera cada día. El agua era escasa entonces, lo cual dificultó la tarea de cuidar de sus cinco hijos.

“Había muchas enfermedades. Nos bebíamos cualquier agua que encontrábamos”, explica.

Se utilizaban camiones para trasladar agua desde una fuente a 100 kilómetros de distancia a través de carreteras en mal estado, y las personas refugiadas tenían que hacer cola durante horas para rellenar tantos bidones como pudieran transportar.

El suministro de agua potable cambia las vidas de la población refugiada y las comunidades de acogida en Uganda (Linda Muriuki, producción / Arnold Temple, cámara-edición)

Las necesidades mínimas de agua para una persona son de 20 litros al día. Hace tres años, el suministro en el asentamiento de refugiados de Bidibidi apenas alcanzaba una media de 2,3 litros al día.

“Desde la mañana hasta el mediodía las personas refugiadas no podían cocinar y muchas no tenían ni siquiera agua para beber o darse un baño”, cuenta Richard Ochaya, asociado sénior de salud y agua y saneamiento de ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, en Bidibidi.

“Tenemos que gestionar los recursos y cuidar del medio ambiente”

Por suerte, las cosas han cambiado.

Un pozo alimentado por energía solar instalado por ACNUR gracias a la inversión de socios y del sector privado bombea agua subterránea hasta fuentes cercanas a casi 500 viviendas.

“Tenemos una capacidad de bombeo de 85.000 litros de agua por hora, pero solo estamos extrayendo 45.000 litros para no agotar los acuíferos. Tenemos que gestionar los recursos y cuidar del medio ambiente”, dijo Ochaya.

El plan es que algún día se transfiera la instalación al gobierno ugandés para promover el consumo de agua en el distrito.

“En el futuro, si las operaciones de asilo se trasladan, la comunidad de acogida podrá encargarse de estas instalaciones y asegurarse de que beneficien a las generaciones futuras”, dice.

La falta de acceso a instalaciones adecuadas de agua, saneamiento e higiene puede tener un efecto devastador sobre la salud y la supervivencia de las personas refugiadas, ya vivan en campamentos, fuera de ellos o en entornos urbanos.

El proyecto en Yumbe es un ejemplo de cómo una inversión inteligente puede ayudar a la población refugiada y las comunidades de acogida facilitando el acceso al suministro de agua.

Este es el tipo de enfoque que se presentará en el Foro Mundial sobre los Refugiados los días 17 y 18 de diciembre. Gobiernos, organizaciones internacionales, autoridades locales, sociedad civil, sector privado, miembros de las comunidades de acogida y a las propias personas refugiadas se reunirán en Ginebra para debatir las mejores políticas para proteger a la población refugiada y para ayudarla a ella y a sus huéspedes a salir adelante y encontrar soluciones duraderas.