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Una ciudadanía con sabor dulce para un apicultor de Kirguistán

Historias

Una ciudadanía con sabor dulce para un apicultor de Kirguistán

Abdusamat Saparov soñó con ser apicultor durante más de 20 años, pero sin un certificado de nacimiento o pasaporte, parecía imposible.
30 Septiembre 2019 Disponible también en:
Abdusamat Saparov, de 54 años, cuidando de una de sus colmenas en las afueras de Osh, Kirguistán.

La brisa mece la hierba. Los burros deambulan por un camino polvoriento. Entre una nube de humo, Abdusamat Saparov coloca la primera de sus 38 colmenas.


Él sonríe contento por los avances. Hace tres meses, cuando trajo por primera vez esta colonia, había 4.000 abejas en cada caja. Ahora, cumpliendo sus sueños, prosperan a un ritmo de unas 10.000 por cada una.

Cuidadosamente pintados, los panales de madera marcan un punto en un área de terreno rodeada por yurtas* y ganado, en las faldas de las montañas del sur de Kirguistán.

“Mi sueño siempre fue ser apicultor”, dice Abdusamat. “Es el proceso, me gusta el proceso de cuidar de las abejas. “Por supuesto, me encanta también el resultado, que es la miel” añade bromeando.

“Sabía que su sueño de toda la vida había sido montar una granja para criar abejas”

Aunque su vida ahora tenga un encanto sereno, ha sido una dura batalla por la que ha luchado este hombre de 54 años.

Nacido en Uzbekistán cuando aún era parte de la Unión Soviética, se enamoró y se casó con una mujer kirguís en 1987, y la pareja se trasladó al otro lado de la frontera de Kirguistán. El país es “especial” dice Abdusamat. “Es un entorno ideal, condiciones ideales y flores ideales para las abejas”.

Sin embargo, en 1995, sus sueños de apicultor se desvanecieron cuando, tras la disolución de la Unión Soviética cuatro años atrás, una nueva legislación dejó a centenares de miles de personas con pasaportes invalidados en toda Asia Central. Como muchos otros, la familia Saparov se convirtió en apátrida de la noche a la mañana.

La apatridia lacra la vida de millones de personas en todo el mundo. A quienes que viven sin una documentación de identidad legal a menudo se les deniega el acceso a derechos básicos como la libre circulación, la atención médica, la educación o el trabajo.

Sin una ciudadanía, Abdusamat no podía obtener las licencias necesarias para trabajar como apicultor y se vio forzado a realizar trabajos esporádicos en la construcción mientras intentaba capear la pesadilla burocrática.

“Era tan difícil” dice, moviendo la cabeza. “No entendía el papeleo y mis peticiones de ciudadanía eran rechazadas”.

Finalmente, en 2014, unos funcionarios gubernamentales le pusieron en contacto con Ferghana Valley Lawyers Without Borders (FVLWB), una organización que ha estado los últimos años ayudando a erradicar la apatridia en Kirguistán, en lo que se ha convertido en un hito histórico sin precedentes.

Azizbek Ashurov, de 38 años, fue uno de los abogados que ayudó a la resolver el caso de esta familia. Le llevó cinco años.

“Sabía que su sueño de toda la vida había sido montar una granja para criar abejas” decía. “Pero ha sido un caso muy difícil porque Abdusamat no contaba ya con su antiguo pasaporte soviético. Por eso, fuimos paso a paso. Comenzamos con su mujer porque ella era de Kirguistán y era más sencillo. Después, solicitamos la ciudadanía para los niños”, añade este abogado.

“No entendía el papeleo”

Finalmente, en abril de este año, Abdusamat obtuvo la ciudadanía. “Lo primero que hizo fue registrar su licencia de apicultor” recuerda Ashurov.

Tras años de trabajo en la construcción, en sólo 20 días Abdusamat construyó las colmenas. Cada una se pintó con mucho esmero en blanco, amarillo y azul.

Unos parientes lejanos que llevan su ganado a pastar a las montañas todos los veranos, le ofrecieron rápidamente a este nuevo apicultor un trozo de terreno para este propósito.

“Nuestra familia tiene muchas tierras aquí”, dice Gulzada Ahmedova, la hija mayor de la familia que tiene 21 años. “Hemos vivido en estas tierras durante siglos. Entendemos lo importante que es esto para él. Es una cuestión de humanidad”.

Dos veces por semana, Abdusamat toma el autobus desde Osh, la segunda ciudad más grande de Kirguistán, y pasa el día junto a sus colmenas. En una ocasión, le picaron 53 veces. Ahora dice que ya no siente dolor. Hace poco, su hija empezó a publicitar su miel on-line y los pedidos les están llegando a buen ritmo.

“Son muy listas”, dice refiriéndose a las abejas con una sonrisa de felicidad. “Cuando hace mucho calor, recogen agua y la esparcen sobre las colmenas. Pueden recorrer volando hasta 10.000 kilómetros para encontrar flores. Pueden incluso encontrar su hogar guiándose por el olor”.

La ciudadanía ha sido la llave que le ha abierto las puertas a este mundo. Aunque, ironías de la vida, las abejas ya tenían sus documentos en orden.

 “Las abejas necesitan papeles” dice Abdusamat. “tú necesitas permiso de la asociación nacional de apicultores. Todas mis abejas tienen sus documentos. Si las abejas tienen documentos, las personas deberían tenerlos también. Todo el mundo tiene que pertenecer a algún lugar”

Si quieres más información sobre cómo marcar una diferencia en las vidas de personas como Abdusamat, únete a la campaña #IBelong para Erradicar la Apatridia.

*Yurta (tipo de vivienda de forma circular utilizada por los nómadas en las estepas de Asia Central).