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Los datos dejan claro el impacto de la COVID-19 en los medios de vida y en el futuro de muchas personas refugiadas

Historias

Los datos dejan claro el impacto de la COVID-19 en los medios de vida y en el futuro de muchas personas refugiadas

Las comunidades en situación de pobreza y de vulnerabilidad en todo el mundo, con inclusión de las poblaciones que han sido forzadas a desplazarse, tratan de hacer frente a las graves consecuencias de la pandemia.
2 Febrero 2021 Disponible también en:
Los datos dejan claro el impacto de la COVID-19 en los medios de vida y en el futuro de muchas personas refugiadas

Los datos mundiales que muestran el efecto de la pandemia en empleos, ingresos, seguridad alimentaria y demás revelan el devastador impacto que la COVID-19 ha tenido en las personas refugiadas, desplazadas internas y apátridas.


El proyecto de visualización de datos conocido como COVID-19: Las personas desplazadas y sus medios de vida de ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, recabó datos estadísticos de distintas fuentes para dar a conocer los efectos que la pandemia ha tenido en poblaciones en situación de pobreza y de vulnerabilidad, con inclusión de las personas refugiadas.

El diagrama – que es el tercero en la serie que analiza la manera en que el coronavirus ha afectado a las comunidades desplazadas – muestra una estrepitosa caída en los índices de empleo y de ingresos desde que inició la pandemia. El diagrama también detalla cómo las familias están cubriendo sus necesidades básicas pues, en muchos casos, deben recortar gastos debido a la reducción de su presupuesto.

Sin embargo, la pérdida de empleos e ingresos no solo podía medirse desde un ángulo meramente económico, señaló Raouf Mazou, el Alto Comisionado Auxiliar para las Operaciones de la Agencia de la ONU para los Refugiados. “Son devastadores los ‘efectos secundarios’ de estas crisis en el ámbito educativo, en la salud física y mental, en los niveles de violencia de género, en las relaciones comunitarias y en muchos aspectos más”, agregó.

“Son devastadores los ‘efectos secundarios’ de estas crisis”.

Como consecuencia de la pandemia, los hogares en situación de vulnerabilidad (con inclusión de aquellos en comunidades desplazadas) recurren a medidas dañinas para hacer frente a la crisis: reducen su consumo de alimentos, aumentan sus deudas, venden algunos bienes o limitan la educación de la niñez.

Además, en vista de que la COVID-19 ha reducido los ingresos e interrumpido los sistemas alimentarios, se espera que incrementen el alcance y el impacto de la inseguridad alimentaria. El Programa Mundial de Alimentos estima que 270 millones de personas pueden estar enfrentando inseguridad alimentaria desde finales de 2020.

Las poblaciones desplazadas suelen ser más propensas a sufrir desnutrición e inseguridad alimentaria puesto que muchas veces dependen de la asistencia para alimentarse; además, suelen abandonar sus empleos, posesiones y redes sociales para encontrar sitios seguros, aunque con frecuencia se asientan en sitios de desplazamiento o zonas urbanas donde el acceso a servicios básicos es limitado.

Mazou señaló que, en general, la comunidad internacional tendría que encontrar soluciones justas de alcance global para superar un reto que aqueja a todo el mundo. Añadió que, para ello, es necesario trabajar para que los sistemas formales incluyan – a largo plazo – a las personas más pobres en la sociedad (con inclusión de las desplazadas).

“La COVID-19 ha dejado claro que la exclusión mata”, recalcó. “Ninguna persona estará a salvo hasta que todas lo estén”.