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Esperanza y oportunidades para los estudiantes refugiados en Botsuana

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Esperanza y oportunidades para los estudiantes refugiados en Botsuana

A medida que las universidades comienzan a ofrecer becas, los estudiantes refugiados esperan un futuro más seguro en el país que ahora llaman hogar.
3 Junio 2021 Disponible también en:
La refugiada burundesa, Linda de 22 años, y la refugiada de Zimbabwe, Xolile de 19, son estudiantes de primer año de medicina en la Universidad de Botsuana en Gaborone, Botsuana.

Bajo la sombra de las acacias que se inclinan afuera de la Facultad de Medicina de la Universidad de Botsuana, las estudiantes de primer año de medicina Linda y Xolile*, toman un descanso después de su examen final y hablan sobre un futuro que hasta hace poco no parecía posible.


Las mujeres son las únicas personas refugiadas en su clase universitaria, beneficiarias de becas recientemente establecidas que brindan oportunidades a las personas refugiadas que viven en la capital de Botsuana, Gaborone.

“La vida se siente más segura que antes de llegar a la universidad... podemos hacer planes para el futuro”, comentó Linda, quien, junto con su madre, dejó Burundi cuando era bebé en 1998 y se fue a Sudáfrica. Diez años después, huyeron a Botsuana para escapar de los disturbios que afectaban a los ciudadanos extranjeros en su vecindario de Johannesburgo.

ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados y su socio, Skillshare, han abogado por ampliar las oportunidades para los estudiantes refugiados de alto rendimiento y se están asociando con instituciones de educación superior y el sector privado en Botsuana para ofrecer becas a un grupo cada vez mayor de estudiantes extranjeros que, como Xolile de 19 años, y Linda de 22, obtienen altas calificaciones en la escuela secundaria.

“La vida se siente más segura… podemos hacer planes para el futuro”.

Las personas refugiadas en Botsuana asisten a las escuelas primarias y secundarias locales junto con las niñas y los niños de Batsuana. Muchos sobresalen en sus estudios, pero sus opciones después de la escuela secundaria son limitadas. El gobierno ofrece becas de educación superior para cubrir todo o parte de los costos de matrícula para los estudiantes de Botsuana cuyas calificaciones cumplan con el mínimo requerido, y algunas universidades ofrecen becas a estudiantes de familias con bajos ingresos. Pero las personas refugiadas tradicionalmente no han recibido estas oportunidades. La mayoría provienen de familias que no pueden pagar una educación superior, por lo que terminan regresando al campamento de refugiados de Dukwi, donde viven casi todas las 1.010 personas refugiadas en Botsuana. Ahí tienen pocas oportunidades laborales.

Haskins, refugiado de Zimbabwe, lee un libro en la biblioteca de la Universidad de Botho en Gaborone, Botsuana, donde estudia Administración de Empresas.

“Es difícil ser una niña en un campamento de refugiados”, expresó Xolile de 19 años, quien huyó de los disturbios sociales en Zimbabue en 2008 con su madre y su hermana. “Mis amigos se han ido. Han sido reasentados en un tercer país o han regresado a Zimbabue. Nuestro futuro está aquí, como medicos”.

En el último año, se ha multiplicado el número de plazas universitarias que se ofrecen a las personas refugiadas. En septiembre pasado, 15 estudiantes refugiados pudieron inscribirse con becas. Es un número pequeño, pero representa un cambio enorme en la forma en que se trata a los estudiantes refugiados en este país de 2,3 millones de habitantes.

También sirve como recordatorio de la demanda de oportunidades de educación superior de las personas desplazadas en todo el mundo, que los sectores público y privado sin fines de lucro podrían ayudar a cubrir.

En las comunidades de personas refugiadas de todo el mundo, la sed de aprendizaje es tan evidente como en Dukwi. El progreso va retrasado en cuando a la demanda y, si bien más del 77 por ciento de las niñas y los niños refugiados están matriculados en la escuela primaria, esa proporción se reduce al 31 por ciento en la escuela secundaria y solo el 3% de la juventud refugiada se matricula en la educación superior.

La pandemia de la COVID-19 amenaza con revertir los pequeños avances logrados. Para las niñas en particular, la situación es desoladora. En todo el mundo, muchas familias se ven forzadas a obligar a sus hijas a contraer matrimonio precoz, o a trabajar para aliviar el sufrimiento económico.

Haskins de 25 años, huyó de Zimbabue en 2008 y sueña con retribuir al país que acogió a su familia. Ahora, es el único estudiante nacido en el extranjero en su clase en la Universidad de Botho en Gaborone, donde estudia Administración de Empresas. Después de graduarse, espera poder quedarse en la capital y mantener a su madre y a su hermano menor.

“Quiero una vida mejor para todos nosotros”, compartió.

Haskins es el primer refugiado en recibir una beca de la Universidad de Botho, pero la escuela planea ofrecer más.

Golekanye Setume, Vicecanciller Adjunto, ve estas becas como una inversión en la comunidad y el futuro de Botsuana.

“Veo la integración de Haskins en el cuerpo estudiantil casi en su totalidad de Batsuana como un primer paso exitoso. El próximo año, con el apoyo de ACNUR, un lugar se convertirá en dos”, señaló.

Haskins, Linda y Xolile ahora se sienten comprometidos con Botsuana y ven su tiempo en la universidad como una transición hacia un futuro más seguro, ejerciendo en la capital sus profesiones elegidas.

“Me siento como un botsuano”, expresó Haskins.

*Por motivos de protección se han utilizado nombres sin apellidos.