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Necesitará ayuda una ciudad fronteriza en Polonia que acoge a personas refugiadas de Ucrania

Historias

Necesitará ayuda una ciudad fronteriza en Polonia que acoge a personas refugiadas de Ucrania

"Estas personas refugiadas lo han perdido casi todo. Tenemos que ayudarlas. Aunque eso signifique que tengamos que aprender a vivir con menos", señala el alcalde de Medyka, principal paso fronterizo para las personas refugiadas.
16 Marzo 2022 Disponible también en:
El alcalde de Medyka, Marek Iwasieczko (al centro), visita el centro de recepción de la ciudad para las personas refugiadas de Ucrania con el Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados, Filippo Grandi (a la derecha).

Marek Iwasieczko duerme en promedio solo cuatro horas por noche desde que empezaron los bombardeos en Ucrania.

Iwasieczko, de 64 años, es alcalde del pueblo de Medyka desde 2006. La ciudad se encuentra justo al otro lado de la frontera ucraniana, en Polonia, a 85 kilómetros al oeste de Leópolis, donde se calcula que 2 millones de personas esperan con miedo antes de decidir si escapan. La ciudad es el mayor paso fronterizo para las personas refugiadas que huyen de sus vidas destrozadas en Ucrania.

“Está claro que no esperábamos esto: es una curva de aprendizaje para nosotros”, señaló Iwasieczko a ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, en una reciente visita al centro de recepción de la ciudad, un pabellón deportivo acondicionado con capacidad para 240 camas.

“La prioridad es la vida humana, asegurarse de que nadie muera de frío o de otras necesidades. De hecho, la semana pasada la temperatura nocturna bajó hasta -12 grados aquí. Fuimos afortunados de que no muriera nadie”, comentó. “Alojamos a más de 700 personas, que esperaban los autobuses de tránsito, en todos los rincones, para mantenerlos calientes”.

Dado su modesto tamaño, la ciudad ha acogido un número desproporcionadamente grande de los 1,8 millones de personas refugiadas de Ucrania que han cruzado hasta ahora a Polonia. La mayoría de ellas necesitan un lugar para hacer una pausa, reagruparse y recuperarse antes de dirigirse a otras ciudades de Polonia o más allá.

Iwasieczko se puso en marcha de inmediato, trabajando con la población local, las ONG, la policía y los bomberos para convertir el gimnasio en un centro de recepción. Las mascotas se encuentran en un edificio cercano. “Fuimos los primeros en crear un centro de recepción, ya que estamos más cerca de la frontera y tuvimos el mayor flujo en los primeros días”, recordó. “Las autoridades regionales nos están apoyando”.

Cuando ACNUR lo visitó, el centro solo estaba al 20 por ciento de su capacidad, aunque nuevas personas suelen llegar por la noche. Si el conflicto se traslada al oeste de Ucrania, muchas más personas pasarán por aquí. ACNUR ha ido añadiendo personal en las regiones fronterizas y en las zonas urbanas para ayudar a controlar las llegadas, brindar información a las personas refugiadas sobre sus opciones, asesorar en la verificación de los voluntarios que ayudan a las personas refugiadas, y ofrecer apoyo especializado en la protección de la niñez y asistencia jurídica.

“Estas personas refugiadas lo han perdido casi todo”.

El alcalde es consciente de que la guerra dejará una marca duradera en Medyka. “Estas personas refugiadas lo han perdido casi todo. Tenemos que ayudarlas. Aunque eso signifique que tendremos que aprender a vivir con menos”.

Esta parte del sureste se encuentra tradicionalmente entre las regiones menos prósperas de Polonia, pero se ha beneficiado de los fondos de la Unión Europea en la última década. Entre las inversiones que ha podido realizar este municipio de unos 6.500 habitantes se encuentra un gimnasio – que ahora es el centro que acoge personas refugiadas –, una guardería y la mejora de las carreteras.

El centro de recepción de Medyka se instaló en un pabellón deportivo para acoger a las personas refugiadas que huyen de Ucrania.

Pero en las últimas semanas, Iwasieczko ha observado una degradación de las estructuras locales, con luminarias rotas, y daños en carreteras y aceras. “Hemos tenido demasiadas llegadas y las infraestructuras de la ciudad no han podido soportarlas”, comentó. “Todo el mundo aquí está bien con eso. Pero necesitaremos más duchas, más sanitarios, al principio para las personas refugiadas, pero después para la comunidad. Necesitaremos más aulas; las necesidades aumentarán”.

Los alcaldes de ciudades mucho más grandes, como Varsovia y Cracovia, han dicho que también están luchando para acomodar el volumen de llegadas e instan a más pueblos y ciudades a dar un paso adelante.

“En este momento, nadie está pensando en cuánto va a costar, ni en las donaciones. Hay cosas inmediatas que hacer. Esperamos más apoyo, pero ahora mismo estamos enfocados en las personas refugiadas. El resto vendrá después”, expresó Iwasieczko.

"Ahora mismo estamos enfocados en las personas refugiadas".

En el centro, los voluntarios han llevado alimentos, preparados en las cocinas locales con el apoyo de la Unión Europea y las ONG. Toda la población ha colaborado, preparando comidas y acogiendo a las personas refugiadas.

Desde más lejos hay montañas de donaciones dentro y fuera del centro, muchas de ellas no sirven. Algunos son alimentos caducados y hay que tirarlos, con lo que se pierde un tiempo valioso. “Por supuesto, recibimos ayuda de muchas organizaciones, pero parte de ella no es más que un montón de basura”, comentó el alcalde. “Tuvimos que pasar mucho tiempo clasificando y tirando cosas. Era una locura”.

“Necesitamos un bien universal, que se llama dinero en efectivo”, añadió. Eso le permite invertir en lo que se necesita, cuando se necesita.

Piotr, un voluntario del centro, comparte este mensaje. “No hace falta más ropa. Las personas llegan aquí con medio autobús [cargado] y no podemos aceptarlos, estamos sobre abastecidos. La comida en latas con larga caducidad es útil y se puede guardar fuera. Ahora hay mucha comida, pero las existencias se agotan durante la semana. Las personas que huyen de la guerra necesitan ciertas cosas: alojamiento y calor, comida, medicinas, información, transporte, internet”.

Uno de los coordinadores del centro añadió que los traumas se han convertido en un problema mayor. “Muchos de los niños que llegan se esconden bajo las mantas o las camas, todavía temen que caigan las bombas”, compartió. “Se necesita tiempo para que se sientan seguros y empiecen a jugar de nuevo; tenemos un espacio para la niñez y psicólogos para ayudar. La mayoría de las personas adultas necesitan más tiempo para abrirse. Ese apoyo será necesario una vez que estén más asentados”.

Mientras tanto, Iwasieczko, quien nació muy cerca del centro, tiene que apartar de su mente cualquier pensamiento de jubilación. “No sabemos cuándo terminará, y eso es lo más difícil”, explica. “Pero estaremos aquí mientras nos necesiten y podamos ayudar”.

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