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Refugiada congoleña se reúne con sus padres a quienes creía perdidos

Historias

Refugiada congoleña se reúne con sus padres a quienes creía perdidos

Françoise Chikunda Sabuni vivía como refugiada en Uganda cuando se enteró de que sus padres, a quienes creía muertos desde hacía años, estaban vivos y en buen estado de salud en los Países Bajos.
23 Septiembre 2022 Disponible también en:
Françoise Sabuni (la segunda a la izquierda) con sus padres Margheritte Sabuni y Jean Baptiste Sabuni, y la Embajadora de Buena Voluntad de ACNUR Gugu Mbatha-Raw en Broeksterwald, Países Bajos.

Los finales felices no pueden darse por sentados. Especialmente para los millones de personas desplazadas en todo el mundo, que han perdido a sus familias, se han visto separadas de sus amistades y comunidades, y se han visto forzadas a vivir lejos de sus hogares durante años. Pero cuando ocurren, inspiran esperanza y fe en lo que es posible. Esta es una de esas historias.

En 2019, la actriz y Embajadora de Buena Voluntad de ACNUR, Gugu Mbatha-Raw conoció a una mujer llamada Françoise Chikunda Sabuni en el asentamiento de refugiados de Nakivale, en Uganda. Françoise era originaria de la República Democrática del Congo (RDC), donde soportó la violencia a manos de milicianos armados. Años antes, había sufrido la trágica pérdida de su esposo y sus cuatro hijos durante el genocidio de Ruanda en 1994. Cuando se conocieron, Françoise le contó a Gugu que, tras esas insoportables pérdidas, no sabía si podría seguir viviendo. “Me volví loca”, le contó Françoise. “Me volví loca y durante unos años, después de perder a toda mi familia, perdí el sentido. Pero finalmente me dieron apoyo y un consejero y poco a poco, con el tiempo, empecé a reconstruir mi vida”.

Françoise supuso que sus padres también habían sido asesinados, ya que había perdido completamente el contacto con ellos y nadie parecía saber dónde estaban.

“Una fuerza de la naturaleza todoterreno”.

A pesar de estas tragedias, Françoise aportó luz e inspiración a Nakivale. Un torbellino de energía y positivismo, creó un proyecto de subsistencia para las mujeres que habían sobrevivido a la violencia de género, apoyó a las jóvenes refugiadas para que crearan un equipo de fútbol y dio clases en la pequeña escuela, incluso confeccionando uniformes escolares para los niños. También adoptó a una adolescente que había llegado al asentamiento sin sus padres. 

Gugu la describió como “una fuerza de la naturaleza todoterreno, con un carisma tan palpable y aparentemente tan contrario a su desgarradora historia”.

No es de extrañar que fuera nominada y se convirtiera en la ganadora regional del Premio Nansen para los Refugiados de ACNUR en 2020. Pero a pesar de enterrarse en su trabajo y en su comunidad, seguía añorando a su familia perdida. 

UNHCR, the UN Refugee Agency
@Refugees
"Families belong together. No matter who they are or where they come from" - @GuguMbathaRaw. The story of Françoise and the parents she thought she had lost forever will fill your heart with joy 💙 @BritishVogue https://t.co/jLN4sQ8C8D

En 2019, Françoise estaba ayudando en una boda cuando se encontró con una antigua amiga del colegio quien había llegado desde el extranjero para la celebración. Françoise se enteró de que la mujer estaba en contacto con sus padres, que de hecho estaban vivos y se habían reasentado en los Países Bajos en 2007. Françoise organizó inmediatamente una videollamada con ellos y su primera conversación en más de 20 años fue un derroche de alivio, dolor y amor.

“¿Eran realmente mi mamá y mi papá? Después de tanto, tanto tiempo, no podía creerlo”, recuerda Françoise. 

La familia comenzó inmediatamente a investigar si Françoise podría reunirse con sus padres en los Países Bajos a través de un plan de reasentamiento gestionado por ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados. Pero entonces se produjo la pandemia de COVID-19 y el programa se suspendió. Hasta que en julio de 2022 llegó a los Países Bajos y se reunió con sus padres. 

Al besar a su hija, la madre de Françoise, Margheritte, señala: “Gracias por venir, estoy muy contenta de recibirte de nuevo”.

Adaptarse a su nueva vida en Holanda llevará tiempo: Françoise tiene mucho que aprender, incluido otro idioma. Su madre le aconseja “aprender el idioma, respetar la ley y aprender a cocinar con todos estos nuevos alimentos”. Françoise añadió juguetonamente “y aprender a andar en bicicleta”. 

Mientras Françoise espera un nuevo hogar, se aloja en un centro de acogida donde comparte dormitorio con otras cinco mujeres, todas ellas procedentes de Siria. Al igual que en Nakivale, se ha volcado en el voluntariado para apoyar a otras personas refugiadas recién llegadas, incluso capacitando a algunas de ellas en costura para que puedan ganarse la vida. Su camino hacia el asentamiento en los Países Bajos aún no ha concluido, pero está bien encaminado y ya desempeña un gran papel en la ayuda a los demás. 

“Soy una mujer de sustancia y siempre seguiré adelante”, asegura.