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Adolescente hondureño huye de la homofobia y encuentra una nueva vida en México

Historias

Adolescente hondureño huye de la homofobia y encuentra una nueva vida en México

From an early age, Antonio and those around him knew he was different. He endured years of torment before fleeing to Mexico, where he is building a new life. [for translation]
4 Agosto 2009 Disponible también en:
Antonio está tomando un curso de estilista en México. Él sueña con tener su propio salón de belleza algún día.

TAPACHULA, México, 4 de agosto (ACNUR) – Desde muy temprana edad, Antonio* y quienes lo rodeaban sabían que él era diferente. "Mi familia, especialmente mi papá, notaron que yo actuaba diferente, y él me decía que lo que hacía estaba mal . . . que yo había nacido varón y tenía que actuar como tal", recuerda este adolescente hondureño.

Su padre solía golpearlo con sus puños, con un palo o con su cinturón, o incluso le lanzaba piedras. "También insultaba a mi madre y le pegaba, pues decía que ella era la culpable de que yo fuera así, de que yo fuera un niño que sentía preferencia por las actividades que realizaban mi mamá y mis hermanas, jugar con muñecas, hacer la comida, y las cosas del hogar".

En aquel poblado rural conservador donde creció, los homosexuales son considerados como anormales y son sujetos de abusos. La vida de Antonio se volvió tan insoportable que finalmente decidió huir fuera de su país para escapar de sus persecutores.

Después de un par de intentos fallidos, en octubre pasado su viaje lo trajo a Tapachula, una ciudad ubicada en la frontera sur de México con Guatemala. Tapachula es también una de las principales rutas de movimientos migratorios mixtos desde Sudamérica hacia los Estados Unidos.

"Íbamos ocho rodeando la garita, cuando llegó migración", dijo este chico de 16 años al personal del ACNUR, que monitorea la frontera para detectar posibles solicitantes de asilo y refugiados. "Todos corrieron, menos yo".

Antonio solicitó asilo y desde entonces recibió la condición de refugiado. Casos como éste son raros, pero igualmente merecedores de la protección que promueve el ACNUR como otros casos más tradicionales. La mayoría de los refugiados y solicitantes de asilo huyen de un conflicto o de la persecución, mientras que otras personas, como sus siete acompañantes en la frontera son migrantes económicos escapando de la pobreza.

El joven hondureño ha vivido mucho dolor en su corta vida. Desde muy pequeño sufrió abuso físico y sexual, exclusión social y discriminación por distintos miembros de su familia y comunidad. Cuando Antonio cumplió 14 años, se fue de su casa y abandonó la escuela, donde también había sufrido discriminación y abusos.

Entonces Antonio solicitó un trabajo en una boutique. "Temía que me rechazaran, así que traté de ocultar mi homosexualidad, controlando mis movimientos y la manera como hablo, pero tarde o temprano la gente se daba cuenta de mi orientación sexual y cuando la dueña se enteró, me despidió", recuerda. "Ella era muy religiosa y ser homosexual era un pecado para ella".

Se mudó a otro pueblo donde encontró otro trabajo en una tienda de ropa, pero la pesadilla pronto empezó de nuevo. Cuando su nuevo empleador se dio cuenta de que Antonio era gay, comenzó a agredirlo verbalmente aunque le permitió continuar con su empleo. Antonio dijo que temía por su vida, porque su jefe siempre llevaba consigo su pistola.

Las cosas empeoraron. "Si hacía lago malo, entonces me abofeteaba e incluso le llegó a pedir a otros de los empleados que me golpearan. A cada rato amenazaba con matarme si me atrevía a dejar mi trabajo o a denunciarlo".

Al final, Antonio tuvo el valor de dejar Honduras con su amigo Enrique e intentó llegar a los Estados Unidos, donde los homosexuales son aceptados. "Pero fuimos interceptados en México y repatriados. En nuestro segundo intento, llegamos a Estados Unidos, pero fuimos detenidos y enviados de vuelta a Honduras".

En el tercer intento, Antonio llegó a Tapachula, donde fue asegurado por las autoridades migratorias y enviado a la estación migratoria, donde conoció a una oficial de protección a la infancia del Instituto Nacional de Migración. "Le dije lo que me había pasado y que temía regresar a Honduras. Me enteré que mi antiguo jefe había ido a mi casa a buscarme y le había dicho a mi familia que nomás que llegue me iba a matar".

El caso de Antonio fue referido a la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (COMAR). Él solicitó la condición de refugiado y la obtuvo por su pertenencia a un determinado grupo social.

"Quisiera que mi mama o mi hermana mayor pudieran venirse a vivir conmigo", comentó Antonio, quien tendrá que permanecer en un albergue para menores hasta que cumpla los 18 años. Sin embargo, él está optimista acerca de su futuro y ya tiene planes. Con la ayuda de COMAR, se inscribió en un curso de estilista.

"Si Dios me lo permite, me gustaría tener mi propia estética. También quiero estudiar inglés y graduarme en esa lengua. Yo sé que voy a salir adelante, porque todo el mundo me dice que aprendo muy rápido".

Y así es. En México aprendió a bordar y está vendiendo sus mantitas bordadas para ahorrar un poco de dinero y enviárselo a su mamá. "Quiero ayudar a mi mamá para que ella ya no sufra, porque es ella la que mantiene a mi familia", comenta y luego agrega: "Quienes lean mi testimonio y se encuentren en la misma situación en la que yo estaba, si han sido maltratados, si los golpean o son amenazados, les digo que no tengan miedo, que denuncien, que busquen ayuda y dejen todo eso atrás, como yo lo hice".

*Su nombre ha sido cambiada por razones de seguridad.

Por Mariana Echandi en Tapachula, México