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Jóvenes sin esperanza en los campos de Bangladesh

Historias

Jóvenes sin esperanza en los campos de Bangladesh

Son jóvenes rohingya y han nacido en campamentos de refugiados en Bangladesh. Su mayor deseo es poder ampliar sus estudios para lograr un futuro mejor.
23 Enero 2013 Disponible también en:
Con pocas perspectivas de futuro, jóvenes rohingya como estos, en el asentamiento improvisado de Leda, en Bangladesh, empiezan a buscar oportunidades en otro lugar.

COX'S BAZAR, Bangladesh, 23 de enero (ACNUR) – Durante 20 años han tenido alimentos, agua, cobijo y atención sanitaria. Pero la esperanza de futuro, que es lo que más necesitan, se ha mostrado esquiva. Según los jóvenes refugiados de esta zona fronteriza con el oeste de Myanmar, el futuro se presenta más sombrío cada día.

La familia de Hasan Sharif huyó del estado de Rakhine, en Myanmar, a principios de los 90 y se instaló temporalmente en Kutupalong, uno de los dos campamentos de refugiados gestionadas por el gobierno en el sudeste de Bangladesh.

"Mis padres decían que en Myanmar no hay libertad, que no te puedes mover libremente por ningún sitio" dice Hasan, de 16 años. "Se sintieron perseguidos por ser rohingya y pensaron que, si se quedaban, no habría futuro para su familia y sus hijos. Entonces vinieron a Bangladesh".

Cientos de miles de rohingya del estado de Rakhine son apátridas porque no están considerados como ciudadanos por ninguna ley nacional de Myanmar. Antes de que estallara la violencia entre comunidades en junio y octubre del año pasado, hubo dos grandes éxodos de población desde Myanmar hacia Bangladesh: en 1978 y 1991-92. Aunque muchas personas regresaron, los rohingya han tenido que seguir haciendo frente al trabajo forzoso y a restricciones en su libertad de movimiento y en su derecho a contraer matrimonio.

Hasan nació en el exilio. De hecho, cerca de tres cuartos de la población del campo, más del 70% de los 30.000 refugiados registrados, han nacido en Bangladesh o han llegado allí cuando tenían menos de 10 años. Pocos tienen una idea clara de lo que es su país natal, a menudo recurren a historias que les han contado sus mayores.

Su realidad incluye el reparto regular de alimentos, ropa y materiales para el hogar en los campos. Saben que también tendrán agua, saneamiento y servicios médicos básicos y que podrán estudiar hasta el 5º grado en las 21 escuelas de primaria que hay en los dos campos.

"Los refugiados registrados tienen todo lo que necesitan para sobrevivir" afirma Dirk Hebecker, líder de la oficina de ACNUR en Cox's Bazar. "Pero no hay futuro ni pueden participar de alguna forma en el desarrollo social. Estamos pidiendo a las autoridades que creen más oportunidades para ellos".

Mohammed Islam llegó a Bangladesh cuando tenía siete años. Veinte años después es jefe del comité de gestión del campo de Nayapara. "Estoy preocupado por la próxima generación" dice. "El mayor problema aquí es que no tenemos educación superior. La educación es la base de una nación, es necesaria para toda la sociedad".

La agencia de la ONU para los Refugiados no tiene recursos para ofrecer educación secundaria en los campos. Las escuelas de secundaria fuera de los campos no admiten oficialmente a niños refugiados, aunque algunos han logrado ser aceptados informalmente.

"Hay muchos chicos como yo en el campamento de refugiados" dice Hasan. "No tienen nada. Quieren conseguir un certificado de secundaria. Les gustaría ser ingenieros, pilotos, sastres . . . Pero si no tienen la oportunidad de recibir una educación fuera del campo, ¿cómo van a mejorar sus vidas?".

Al contrario que otros chicos, Hasan está un poco más cerca de alcanzar su sueño. Este aspirante a ingeniero informático está trabajando actualmente como formador en un centro informático de ACNUR en el campo de Kutupalong.

Sin embargo, el camino que tiene por delante no está claro. El reciente estallido de violencia intercomunal en el estado de Rakhine se ha llevado por delante las esperanzas de una posible repatriación voluntaria en un futuro próximo. La vida en Bangladesh no parece que vaya a cambiar para ellos.

El reasentamiento en un tercer país se suspendió a finales de 2010 y la apatridia de los rohingya, que es la causa principal de las oleadas de desplazamiento, sigue sin resolverse.

Mohammed Islam también se encuentra perdido. "Amamos nuestro país, está en nuestros corazones. Queremos regresar pero la situación nos obliga a quedarnos en Bangladesh" dice. "Quiero mi hogar. No quiero paz para mí mismo, la quiero para mi comunidad. Quiero vivir con mi gente".

Además de los 30.000 refugiados registrados en los campos de Kutupalong y Nayapara, en Bangladesh, se estima que hay unos 200.000 rohingya indocumentados viviendo fuera de los campos, con escaso acceso a la asistencia humanitaria.

Por Vivian Tan en Cox's Bazar, Bangladesh