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Los refugiados sirios en Turquía se apoyan entre ellos

Comunicados de prensa

Los refugiados sirios en Turquía se apoyan entre ellos

Miles de personas viven en tiendas improvisadas en un parque turco mientras esperan plazas en el creciente número de campamentos de refugiados.
20 Junio 2013 Disponible también en:
Una red de 20 campamentos para los refugiados sirios se han levantado en 10 provincias turcas, aunque otros 200.000 refugiados están viviendo fuera de los campos en Turquía.

CIUDAD DE KILIS, Turquía, 20 de junio de 2013 (ACNUR) -- En la provincia turca de Kilis, los refugiados sirios son ahora un tercio de la población, con miles acampando en un parque en el centro de la ciudad. Y el número sigue aumentando.

"La vida en Idlib se volvió insoportable, así que tuvimos que irnos", dice Fatima, que llegó hace semanas con toda su familia, incluyendo un hijo con una discapacidad mental. Ahora está viviendo en el parque central de la ciudad Kilis. "Tenemos la esperanza de que nos admitirán en uno de los campos nuevos que están construyendo".

La provincia de Kilis, en Turquía, próxima a la frontera con Siria, acoge a un número estimado de 45.000 refugiados sirios que han huido de la guerra civil que ya dura dos años en Siria. En Kilis viven además 82.000 residentes turcos. Dos grandes campos son el hogar de casi 14.000 refugiados pero se cree que unos 31.000 están viviendo en otros lugares, a menudo en condiciones difíciles.

Se piensa que hay casi 200.000 refugiados sirios viviendo en Turquía, fuera de los 20 campos existentes, distribuidos en 10 provincias. El gobierno turco ha comenzado recientemente a registrarlos.

En las últimas tres semanas, miles de refugiados sirios han levantado tiendas de campaña improvisadas en el parque central de la ciudad de Kilis, mientras esperan para entrar en los nuevos campos. Luchan por llegar a fin de mes, particularmente para los alquileres que van en aumento y para cubrir sus necesidades básicas, como la educación y la salud. Aunque la alimentación y la atención sanitaria están disponibles, principalmente a través de organizaciones benéficas turcas, el saneamiento es limitado.

A pesar de esta dura lucha diaria, los refugiados sirios que viven en la ciudad, tanto en los campos como fuera, han estado ayudándose mutuamente y recibiendo asistencia turca para satisfacer sus necesidades hasta el día en que el conflicto termine y puedan regresar a sus hogares.

Abdel Hamid, cuya fábrica de Aleppo fue destruida, es uno de 87 refugiados sirios que dan clase en una escuela formada hace 9 meses para cumplir con una de las prioridades de los padres que llegaron a Kilis.

Debido a la extrema dificultad para inscribir a sus hijos en escuelas turcas a causa de la barrera lingüística y el diferente programa de estudios, los refugiados de Kilis unieron sus fuerzas para establecer una escuela usando el árabe y el currículo sirio. Hoy, proporciona educación primaria a 2.500 niños refugiados sirios.

Abdel Hamid, que había huido a la provincia turca más cercana con su familia tras la destrucción de su fábrica en febrero 2012, dice que la comunidad refugiada nunca habría podido crear la escuela sin el apoyo turco.

El municipio proporciona el espacio en tres edificios diferentes para las clases. Otras organizaciones turcas prestaron ayuda a los profesores y material escolar para los niños. También se dio permiso a la organización International Medical Corps para llevar a cabo terapias con los niños que habían sufrido experiencias horribles y ayudarles así a superar sus traumas.

"Han sido muy buenos con nosotros" dijo Omar, el director de la escuela.

Aunque Abdel Hamid se mantiene ocupado trabajando para la próxima generación de sirios, sabe que la situación no es sostenible. Él, su esposa, y sus cuatros hijos han estado viviendo con sus escasos ahorros; no recibe ingresos por las clases que da y su hijo de 23 años ha sido incapaz a encontrar trabajo a pesar de su título de veterinario.

Sin ningún signo de paz en Siria y con el número de refugiados en Kilis en aumento, Abdel Hamid no puede evitar preocuparse por el futuro de su familia.

Por Reem Alsalem en Kilis, Turquía