Cerrar sites icon close
Search form

Buscar el sitio de un país

Perfil de país

Sitio de país

La refugiada siria que está cambiando las vidas de otras mujeres en Turquía

Historias

La refugiada siria que está cambiando las vidas de otras mujeres en Turquía

Conoce a la madre refugiada siria que ayuda a las mujeres desplazadas en Turquía a reconstruir sus vidas.
30 Julio 2015 Disponible también en:
Reunión en el patio de una casa reconstruida en Kilis que funciona como centro comunitario para mujeres.

KILIS, Turquía, 30 de julio de 2015 (ACNUR/UNHCR) – Para una mujer que huyó de la guerra y llegó a Turquía sólo con unas sandalias, Najlaa Sheekh ha recorrido un gran camino. Hoy, como fuerza motriz del único centro comunitario conocido de mujeres sirias en el sureste turco, ha demostrado lo lejos que ha llegado.

El viaje de Najlaa comenzó en plena guerra civil en Siria, cuando un grupo de hombres armados asaltó el bloque de apartamentos donde vivía con sus dos hijos. Se escondió en el ascensor con sus hijos hasta que se fueron. Entonces huyó a Alepo.

Allí, ella vivió con familiares suyos, ayudando a entregar material médico a familias desplazadas vulnerables dentro Siria. Al poco, los bombardeos empezaron.

Obligados a desplazarse de nuevo, la familia se trasladó a Azaz, su ciudad natal. Sin embargo, Najlaa viajaba una y otra vez entre Alepo y Azaz, decidida a continuar ayudando a mujeres y otras personas vulnerables. Pero la guerra en Siria siempre estaba al acecho.

En 2012, las bombas alcanzaron la ciudad, destruyendo la casa donde vivía su familia. No les quedó otra opción que huir a Turquía, donde su hijo de nueve años, Amer, tuvo que ser ingresado de urgencia en el Hospital Estatal de Kilis para tratar sus heridas en el rostro.

Una vez su hijo se recuperó, Najlaa planeó reconstruir su vida en Kilis, volviendo a contactar con otras muchas mujeres sirias que habían recalado en la ciudad. Pero se sorprendió de encontrar que muchas de esas mujeres simplemente dejaban correr las horas. Ya no eran aquellas mujeres fuertes y valientes que había conocido en Siria. "¿Qué nos ha pasado?", recuerda que se preguntó. "Éramos el tipo de gente capaz de hacer cualquier cosa".

No le llevó mucho tiempo darse cuenta de que tejer y fabricar artesanías eran habilidades comunes entre estas mujeres. Entonces empezó a preguntarse cómo podría utilizar estas capacidades para construir una comunidad. Para su sorpresa, la respuesta estaba justo delante de ella. "Le hablé a mi casero sobre estas 18 mujeres talentosas que había conocido e, incluso sin conocer el valor del dinero turco, me prestó generosamente 1.000 libras turcas", dijo.

Najlaa en el patio del centro comunitario para mujeres al que ha dedicado tanto esfuerzo.

Najlaa invirtió todo el dinero en materiales y, junto a esas 18 mujeres, empezó a organizar talleres de costura en su casa. Gracias a sus estudios de psicología, Najlaa pudo combinar la costura con otras actividades psicosociales durante los fines de semana, permitiendo a las mujeres profundizar en sus relaciones y compartir sus esperanzas, preocupaciones y sueños.

Pronto se corrió la voz y, con el fin de crear un modelo de negocio sostenible, Najlaa solicitó la aprobación por parte del Gobierno de Kilis para organizar una venta solidaria que ayudaría a más mujeres a unirse a la comunidad, y al mismo tiempo les permitiría ganar un dinero extra para mantener a sus familias. Sus deseos pronto se hicieron realidad. En enero de 2013 tuvo lugar la primera venta solidaria en Kilis, con el apoyo total del Gobierno.

En poco más de un año, el grupo de costura creció hasta dar apoyo a 45 mujeres, mientras que el centró contaba con la participación de 206 mujeres. Dieciocho formadores imparten actualmente talleres de peluquería, turco y árabe, así como de costura. El grupo de mujeres también ha podido encontrar un nuevo local.

Najlaa espera que el centro pueda continuar recibiendo apoyo, incluyendo el material de papelería proporcionado por ACNUR, y está orgullosa de su trabajo hasta ahora. "Con cada nuevo reto, pensaba que era el más duro, pero sabía que tenía que continuar", explica. "Siento mucha presión y voy a sentir mucha tristeza si no puedo garantizar que las mujeres que ponen su alma en su trabajo en el centro puedan ganarse la vida".

A pesar de sus miedos, Najlaa mantiene la esperanza sobre su futuro, alentada por su éxito y la llegada de su marido desde Siria. "Me he enseñado a mí misma a no llorar ni mostrar miedo, sino a luchar", concluye. "Y sigo enseñando a las mujeres que deben hacer lo mismo, luchar por sus derechos y su bienestar".

Por Selin Unal