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Huir a través de las fronteras resulta dolorosamente familiar para algunas familias de Sudán del Sur

Historias

Huir a través de las fronteras resulta dolorosamente familiar para algunas familias de Sudán del Sur

A pesar de las generosas políticas de Uganda con los refugiados, las últimas afluencias ponen bajo tensión los recursos del país.
21 Julio 2016 Disponible también en:
Refugiados de Sudán del Sur llegan a centro del ACNUR en la frontera entre Sudán del Sur y Uganda.

ADJUMANI, Uganda – Lucy Lul dice que ella supo que la guerra venía cuando escuchó que había un convoy de vehículos en el camino de Yuba, la capital de Sudán del Sur, hacia Uganda.

Ella y su esposo hicieron sus maletas con la ropa de sus hijos, ella tomó su bolso y corrieron para unirse a la línea de vehículos.

Lucy, una maestra de primaria cerca del pueblo de Pageri, a alrededor de 40 kilómetros de la frontera de Uganda, ha estado luchando por mantener a los niños locales en la escuela, a medida que la escasez de comida empeoraba en semanas recientes.

"No tenemos ni harina para cocinar. En lugar de eso, hemos estado comiendo vegetales de los arbustos", dijo Lucy. El precio de los productos básicos ha aumentado mientras que disminuye la seguridad.

"Desde que iniciaron otra vez los combates en Yuba hace dos semanas, los soldados que deberían estar protegiéndonos, son quienes nos acosan en el pueblo. Ellos han saqueado los mercados", dijo Lucy, de 30 años.

El combate más reciente en el país más joven del mundo ha obligado a miles de personas a huir de sus hogares. El ACNUR estima que alrededor de uno de cada cuatro ciudadanos de Sudán del Sur está desplazado dentro de las fronteras de los países vecinos. El número total de refugiados de Sudán del Sur podría exceder el millón, en este año.

Antes de ser independiente en 2011, Sudán del Sur fue testigo de un largo periodo de violencia e inestabilidad. Para muchos refugiados esta no es la primera vez que se ven obligados a hui

"Pareciera que cada 10 años volvemos como refugiados, como si nunca progresáramos."

"Yo crecí en Uganda como refugiada. Retorné a Sudán del Sur en 2005 en el momento del acuerdo de paz. Siento ganas de llorar, porque construimos un hogar y una escuela, lo que fue muy difícil. Pareciera que cada 10 años volvemos como refugiados, como si nunca progresáramos, estamos atorados en el nivel más pobre", dijo Lucy.

En el caos del viaje, Lucy fue separada de su esposo Francis, quien es contratista y pastor.

Se llamaron antes de que las baterías de sus teléfonos se gastaran, y se reunieron cuando Francis llegó entrada la noche en el punto de Refugiados Elegu, a unos cien metros del puente que divide Uganda de Sudán del Sur.

Lucy, con los ojos rojos de cansancio y su ropa sucia dijo: "Anoche dormimos sobre el suelo. Estaba muy frío y no había comido nada. Pero el ACNUR y el Programa Mundial de Alimentos están dando galletas de alto nivel energético".

Empezó a llover muy fuerte, y Lucy, Francis y sus dos hijos se juntaron a medida que iniciaban de nuevo el proceso de convertirse en refugiados.

A los recién llegados se les realiza un chequeo médico básico, los niños son vacunados y las personas con necesidades especiales son identificadas antes de ser registradas. Después, están listos para iniciar el nuevo paso de su viaje en vehículos del ACNUR hacia una locación de tránsito, donde se quedarán durante una o dos semanas antes de ir a un asentamiento para refugiados al norte de Uganda.

El asentamiento de Pagirinya en el Distrito de Adjumani es la mayor locación para refugiados de Sudán del Sur, y rápidamente está alcanzando su capacidad; y las autoridades están luchando para encontrar una nueva locación para enfrentar las afluencias.

El Gobierno de Uganda ha sido elogiado por sus generosas políticas para los refugiados, a quienes se les da una parcela de tierra y acceso a servicios públicos, como salud y educación, pero los crecientes números están poniendo bajo presión los recursos del país.

Halimo Hussein Obsiye, Director de la sub oficina del ACNUR en el Nilo Occidental, dijo que la situación continúa siendo manejable pero había "puntos de crisis de enfoque humanitario". Más de 7.220 refugiados llegaron el martes, de acuerdo con un vocero del Gobierno de Uganda, y Obsiye dijo que se esperan más. "Lo que dicen los refugiados es que es la punta del iceberg. Más refugiados vendrán incluso mañana".

"Puse la mano sobre la boca de mis hijos para que se mantuvieran en silencio. Ellos le disparaban a cualquier persona que les dijera algo."

Grace Juru, una mesera de Yuba de 25 años, que llegó a Elegu el martes 19 de julio con sus dos hijos y su sobrino, lo confirmó. "Muchas personas de Yuba quieren salir, pero aún es muy peligroso moverse", dijo.

"Cuando empezaron los combates, tomé a los niños y huimos a la iglesia católica cerca del aeropuerto de Yuba. Teníamos que saltar sobre cuerpos muertos en las calles. Pasamos tres días en la iglesia, y cuando pensamos que los combates habían terminado, la Cruz Roja nos ayudó a volver a casa".

A pesar de que los combates entre las facciones políticas rivales, lideradas por el Presidente Salva Kiir y el Vicepresidente Riek Machar han terminado, los soldados han comenzado a hacer saqueos.

Grace dijo que las tropas leales a Kiir pasaron puerta a puerta saqueando todo. "Puse la mano sobre la boca de mis hijos para que se mantuvieran en silencio. Ellos le disparaban a cualquier persona que les dijera algo".

Grace fue separada de su esposo, un ingeniero que ella cree que continúa en Yuba. Sin teléfono, ella no tiene forma de contactarlo.

Grace logró tener un lugar seguro en un camión sobrepoblado que iba a Uganda. En el camino se encontraron un convoy organizado por la milicia de Uganda que evacuaba a sus ciudadanos y se unieron, pero en un punto de la apresurada salida, su camión golpeó otro vehículo, y casi causa un accidente.

Agarrándose de su bebé, Grace busca conocidos o personas que hablen su idioma en el punto de refugiados para intercambiar alguna información. Sus alrededores con un suelo como barro y filas de personas que buscan ayuda son tristemente familiares.

Grace también creció como refugiada en Uganda, y ella está muy agradecida por la seguridad que le brinda. "Me siento segura al estar de vuelta en Uganda porque no se escuchan armas, pero sería mejor estar en mi hogar, en nuestra patria".

Por Michael O'Ha