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"Por fin somos libres"

Historias

"Por fin somos libres"

Yusra y su familia huyeron de la guerra en Siria. Pasaron dos años en un campamento de refugiados de ACNUR antes de conseguir venir a Brasil para empezar una nueva vida en São Paulo.
23 Noviembre 2018
Yusra Bakri es una refugiada siria que llegó a Brasil con su familia hace tres años.

La historia de Yusra y su familia es una historia de supervivencia. Tras perder a 150 familiares en la guerra de Siria, la familia empezó una nueva vida en São Paulo hace tres años.


“Aquí conquistamos nuestra libertad”.

Yusra está casada con Khaled y tiene tres hijos: Mustafa de 18 años, Hanna de 16, y Yara de 5, que nació en el campamento de refugiados de Zaatari. La familia llevaba una vida cómoda en Idlib, un lugar al que ella se refiere como el paraíso: “Allí estaban nuestra casa y nuestra tierra en la que plantábamos lo que necesitábamos. Era un sitio precioso”.

El viaje desde Idlib, cerca de la frontera con Turquía, hasta Brasil fue largo y peligroso. El camino estuvo marcado por las pérdidas, la violencia y la tristeza. Más de 50 amigos de la familia perdieron la vida. Las bombas estallaban junto a ella y a sus hijos. Con el tiempo, las escenas de violencia y las historias de barbarie se hicieron cotidianas.

“En esos momentos se da uno cuenta de que lo único que importa es la vida. No hay elección. Solo se puede elegir la vida. Entonces, dejas atrás todo lo demás”.

Yusra lleva a la escuela a su hija menor, Yara.

Yusra nos cuenta que ellos no querían irse de su tierra, no querían abandonar sus raíces, a sus amigos y familiares, pero todo cambió cuando detuvieron a su marido. Khaled empezó a ser perseguido en Idlib por ayudar a personas heridas y llevarlas al hospital del otro lado de la frontera. Estuvo preso durante once meses. Su cuerpo y su mente cargan aún con las marcas de lo que él describe como el peor período de su vida. Mientras Khaled estuvo preso, Yusra estuvo viviendo con sus dos hijos en casa de su hermano, en una pequeña ciudad turca cercana a la frontera.

Cuando liberaron a su marido, la familia huyó a Damasco. Khaled tuvo que permanecer encerrado durante un año y medio en el apartamento en que vivían porque todavía lo estaban buscando. Los niños ni siquiera podían estudiar por miedo a que los siguieran hasta la casa. Para entonces, su vida ya era muy diferente de aquella que un día temieron perder. Y entonces dieron con Khaled. Por suerte, la persona que lo perseguía entró en casa de la vecina y eso le dio a la familia la oportunidad de escapar.

Así, reunieron sus ahorros y pagaron para llegar hasta Daraa, en la frontera con Jordania, atravesando 330km con el temor de cómo acabaría esta historia. A partir de ahí sería posible cruzar la frontera y llegar al campamento de refugiados de Zaatari. Siguieron caminos separados: Yusra y los niños fueron en automóvil, mientras que Khaled fue a pie con un grupo de sirios. Era peligroso que fueran juntos.

“La noche en que llegamos a Zaatari nos llevaron hasta una tienda. Yo estaba tan agotada de todo el estrés que me acosté y me quedé dormida directamente en el suelo. Fue la primera noche que dormí bien en mucho tiempo”.

La familia vivió en el campamento durante dos años en los cuales la vida fue muy difícil. Al principio ocupaban una tienda y después consiguieron pasar a una “Refugee Housing Unit”, una unidad habitacional innovadora con división por habitaciones, ventanas e iluminación a través de energía solar. Pero aún así seguían siendo muy vulnerables.

Campamento de refugiados de Zaatari.

“La vida en el campamento era difícil. Las personas se vuelven muy vulnerables. Dependíamos de la ayuda para comer, vestirnos y calentarnos. Solo teníamos aquello que nos daban. Los baños eran compartidos entre muchas personas. Había tanta tierra y tanto polvo, que cuando te pasabas una toalla por la piel se quedaba marrón”.

La familia no tenía esperanza ni alternativa. Ya no tenían una casa en Siria a la que volver, y los países árabes no los acogían. Entonces Khaled se dio cuenta de que a su pasaporte le quedaban solo veinte días de validez: si no salía ahora, no lo conseguiría nunca. Un hermano suyo ya vivía en Brasil de modo que acudió a regañadientes a la embajada de Brasil en Jordania:

“Me dieron los buenos días y me ofrecieron una limonada. Se solidarizaron con la situación de mi familia. Yara era una bebé muy pequeña y conseguí el visado”.

Al llegar a Brasil, Khaled buscó el apoyo de IKMR, una organización socia de ACNUR que le ayudó a preparar la documentación para traer a su familia: sus hijas carecían de documentos o registros de identificación porque todo se perdió en la guerra. Gracias a la ayuda que recibió, tres meses después la familia estaba reunida en São Paulo. Con el tiempo, consiguieron traer también a la madre de Khaled, que hoy vive con ellos.

Yusra lleva a la escuela a su hija menor, Yara.

“Llegar aquí supuso recuperar nuestra libertad. Los socios de ACNUR nos han ayudado mucho. Nos ayudaron a solicitar la condición de refugiados, a matricular a nuestros hijos en la escuela, a buscar clases de portugués, e incluso hoy sacan a los niños a pasear. Los quiero mucho”.

Para Hanna, la hija del medio, la adaptación fue difícil y al principio sufrió bullying en la escuela: “estoy orgullosa de mi velo”, cuenta con determinación. Hanna sueña con ser periodista para poder contar las historias de la gente.

Hoy la vida de Yusra se reparte entre las tareas de la casa, cuidar de la familia, ir a clase de portugués y estudiar en la mezquita de su barrio. Su hijo Mustafa trabaja y mantiene a la familia mientras Khaled se vuelve a incorporar al mercado laboral.

Ahora lo único que esperan es un futuro para sus hijos en Brasil. Después de tanto dolor, ya no hay sitio para la tristeza:

“Con tantas pérdidas, el corazón se vuelve de piedra. Mantengo el espíritu alegre por los niños, pero estoy vacía por dentro. Mi corazón está vacío. Ya no me quedan más lágrimas que llorar”.

ACNUR actúa en la emergencia siria desde el primer momento. Somos la principal agencia de Naciones Unidas en cuestión de protección, acogida, servicios comunitarios y distribución de elementos de primera necesidad en Siria. Pero eso no es todo: estamos al lado de los refugiados y los acompañamos en cada paso de su viaje. En Brasil, a través de nuestros socios locales, apoyamos clases de portugués, convalidación de títulos y documentación, en un esfuerzo por que las familias se integren y tengan la oportunidad de vivir en mejores condiciones.